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Érase una vez una chica llamada Lu. Lu no sabía porqué, pero siempre se sentía cansada y triste. No le hacía ilusión nada. Se veía fea. Antes ella no era así. Salir a la calle le suponía un esfuerzo muy grande, '¿para qué voy a ... salir?', pensaba ella. Tampoco sentía que los demásla querían, aunque eso no fuera verdad porque su madre la quería mucho. (...) Nadie la entendía. (...) Quería desaparecer». Estas líneas son solo un extracto del primer párrafo de «Depresión», escrito por Teodora Alexandra Pomian, alumna de Bachillerato del Instituto Minas BHI de Barakaldo. Es uno de los 30 relatos escritos con estudiantes vizcaínos para el certamen «Cuentos para pensar: la salud mental», convocado por la Fundación Fair Saturday y cuyos premios fueron entregados ayer en Bilbao.
Según el informe 'Infancia, adolescencia y juventud con problemas de salud mental en la CAV', elaborado por Fedeafes, la federación vasca de asociaciones de familiares y personas con este tipo de patologías, los casos diagnosticados a partir de los 9 o 10 años se han incrementado en los últimos tiempos. Y la pandemia no ha contribuido precisamente a mejorar una situación que ha llevado al departamento de Salud del Gobierno vasco a doblar los recursos materiales y humanos en el ámbito de la salud mental infanto-juvenil.
También son conscientes de lo preocupante de la situación en la Fundación Fair Saturday que ha decidido dedicar la quinta edición de su concurso literario a esta temática. «A nivel social debe ser prioritario reconocerlo, desestigmatizarlo y buscar soluciones entre todos. Y muy especialmente entre los jóvenes, nuestro futuro. Debemos cuidar al máximo su estabilidad mental. Si ya es difícil para los adultos, imaginemos para los niños y las niñas de nuestro tiempo. Por mucha capacidad de adaptación que tengan», defiende Jordi Albareda, responsable del colectivo que también desarrolla esta iniciativa en Santander, Huelva y Málaga.
Pese a saber que la situación en este campo es alarmante, los organizadores no esperaban ni el volumen de historias ni su crudeza. «Nos ha abierto los ojos a una realidad de la que desconocíamos su profundidad», resume. Y es que los participantes, de entre Tercero de Primaria y Bachillerato, hablan –como se puede comprobar en los extractos de algunos de los relatos que acompañan a este texto– de temas como el bulling, la bulimia, la anorexia, el suicidio, la esquizofrenia o la depresión.
Son cuentos cortos en extensión pero que desbordan emoción y que dan voz a situaciones a veces inimaginables para los adultos. De hecho, «nos consta que en alguno de los 20 centros educativos que han participado han decidido poner en marcha talleres de ayuda psicológica o actuaciones concretas después de leer alguno de los cuentos», confirma Albareda.
El concurso, que cuenta con el patrocinio de Seguros Bilbao, nació en 2018 con el fin de promover la escritura, la reflexión y la toma de conciencia contra diferentes problemas, a través de la creatividad. «Y no solo eso, además hemos querido fomentar la empatía social entre las personas jóvenes. Por eso, cada participante ha elegido una organización social a la que apoyar con su voz y su premio en caso de resultar una de las personas ganadoras». En total casi 1.500 euros que en esta edición, irán a parar a asociaciones como Cáritas, el Banco de Alimentos o la Asociación de Familias de Menores Transexuales.
¿Recuerdan a Lu? Con ella arrancaba este reportaje y con ella concluye: «Si sientes o te has sentido alguna vez como Lu, no dudes en contárselo a cualquier persona cercana, a tu Ali. Buscar ayuda no es algo malo».
Jon Magrach. 3º/4º DBH-ESO Lycée Français de Bilbao
Día 10 de Abril de 2020
No sé por qué pero tengo un sentimiento de culpabilidad por todas estas muertes que no he podido evitar. Siento como si podría haber hecho algo para parar esto. No puedo dormir por las noches, y por eso no atiendo a las clases en línea. (...) Ya he perdido 10kg desde el comienzo de este confinamiento, pero no le doy demasiada importancia. Mis padres y hermano dicen que están preocupados por mí, dicen que van a llamar a un médico, aunque yo les digo que estoy bien y que solo quiero ver a mis amigos y salir a la calle y que no se preocupen. En realidad, aunque lo esconda hasta de mí mismo y evite pensar en eso estoy en el peor momento de mi vida. (...) Me estoy volviendo loco. Estoy barajando la opción de acabar con mi propia vida, aunque intentaré seguir fuerte.
Irati Hernández Balanzategui. 1º/2º de Bachillerato Colegio Vizcaya
«Eres una exagerada», la frase que más he escuchado estos últimos años y que al final me acabé creyendo. (...)
Lunes, 3 de mayo
Estoy hundida, sola, temblando en el suelo del baño, desesperada porque llevo un tiempo viviendo en el día de la marmota. Me despierto, no tengo ni fuerzas, ni ganas para levantarme de la cama, pero, aun así, afronto el día. Voy al instituto, hago unos cuantos paseos al baño entre clases, lloro, me desfogo y vuelvo. Me cuesta concentrarme, no tengo hambre, he bajado mucho peso desde que empezó todo. Cada persona con la que me cruzo me mira con pena, no puedo ocultarlo, estoy consumida y se nota. No hay nadie, nadie se preocupa por mí. (...) Siento un vacío por dentro, no tengo en quién apoyarme, ni en quién confiar, todo el mundo se cansa de mí, huye y me deja tirada.
Ane García Mercado 3º/4º de Primaria. Itxaropena Ikastola
Klaseak hasi ziren, eta denok zeuden pizka bat lokartuta udako oporrak ondoren. Klaseak amaitu zirenenan, Sararen laguna joan zen jolastera beste lagun batzuekin, eta Sara joan zen mutil eta nesken multzo batera, jende gehiago ezagutzeko. Baina berak ez zekien jende hori berari bulling egingo ziotenik. Orduan, Sara eraman zuten patioko leku batera andereñoak eta lagunek ez ikusteko. Sara poz-pozik zegoen, pentsatzen zuelako oso ondo pasatuko zuela bere lagun berriekin, baina mutil eta neskek jotzen hasi zirenean, Sara oso minduta eta triste geratu zen, eta sentitu zuen bere bizitzako egunik txarrena zela. Hurrengo egunean Sarak erabaki zuen ez zela joango beraiekin jolastera baina, justu beste lagunekin joaten ari zenean, berriro hurbidu zitzaizkion, ea haiekin etortzen zen galdetzera.
Uxue Maqueda. 1º/2º DBH-ESO. Begoñako Andra Mari La Salle Sestao
A esta sociedad no le importa sacar los trapos sucios, muchos actúan sin pensar. Me explico con un ejemplo, si yo le digo que me molesta algo a una persona de confianza más adelante en una pelea podría decirlo en voz alta y humillarme, me gustaría que la gente empiece a saber diferenciar de lo que se puede decir en público a los secretos que se sacan en peleas privadas.
Ya son las dos de la mañana y decido tumbarme en la cama, pero sin dormir, no tengo sueño, prefiero quedarme mirando al techo y reflexionar, pensar en el sentido, el porqué del universo y de la vida. Por fin lo decido: voy a hacerlo, mañana será el día. Me he puesto la alarma muy temprano para ser fin de semana, son las cinco de la mañana. Mi madre se ha ido a trabajar hace 5 minutos. Estoy sola, caminando hacia las vías, anoche lo pensé y lo pensé demasiado. Creo que lo que voy a hacer está bien, no le encuentro pegas, y ya está decidido. No me despedí de mi madre (...), pero tampoco quería, estoy cansada de todo lo que ha pasado y como han minimizado todos mis problemas. Dejo de pensar cuando veo una luz grande y blanca acercarse, no puedo hacerlo. Salto fuera de las vías y veo a mi madre correr hacia mí: un vecino la había avisado y ella me ha seguido rápidamente. Ninguna pudo evitar el llanto, las dos llorábamos desoladamente, las dos nos sentíamos igual y nadie se había dado cuenta, ni siquiera nosotras mismas.
Paula Asenjo 1º/2º DBH-ESO. Lycée Français de Bilbao
Llegamos a la entrada del instituto y ahí, como cada día, me esperaba Candela, mi novia. Estaba apoyada en el roble del patio delantero. Al percatarse de mi presencia se dirigió hacia mí corriendo y con los brazos abiertos.
Le sonreí, pero al ir a levantar los brazos, me invadió el miedo. Miedo. Miedo… ¿Miedo? Pero no me dio tiempo a reaccionar, pues ella se abalanzó sobre mí. Ese miedo irracional que sentía había calado tan hondo en mí que cuando Candela me rodeó con sus brazos yo la aparté con tal fuerza que cayó de espalda contra el suelo.
Yo seguía en estado de shock mirándome las manos horrorizadas, Marcos ayudó a Candela a levantarse del suelo. «¿Qué me está pasando?».
Ahora, me reconforta pensar que las pastillas no me permiten dañar ni dañarme. Pero eso no quita que mi familia me haya dejado de lado (...).
Nerea Pardo Albuín. 5º/6º de Primaria. Jesuitinas Bilbao
Voces: «Queremos ayudarte» «Estás SOLA» «Haz lo que te digo». Parecía que me estaban vigilando en todas partes, y la presión aumentaba contra mí.
No sabía cuántas de esas cosas eran reales y cuántas eran producto de mi cabeza, así que decidí contárselo a mis padres y acudir al hospital. Tenía que hacer algo por mí y por mi familia. Al principio todo era muy extraño para mí, sabía que algo estaba pasando, pero no sabía concretamente el qué. Aquella persona, Luz era su nombre, era mi enfermera. Estuvo a mi lado cada día como si se tratase de mi propia madre. Ella fue la encargada de explicarme y hacerme entender con facilidad que lo que me estaba pasando no era más que una enfermedad mental llamada esquizofrenia.
Ane Gonzalo González. 1º/2º DBH-ESO. Col. Nuestra Señora de la Merced
Cuando llegué a clase, vi a un gran grupo de gente alrededor de una chica. Tardé poco en darme cuenta de que la estaban felicitando por un tema que desconocía. Entonces decidí preguntarle qué era aquel acontecimiento tan bueno por el cual le felicitaban. Cuando me lo contó, me sorprendió mucho. Padecía de la enfermedad Crohn. No me entraba en la cabeza porque le felicitaban, pero al final, lo comprendí. Le felicitaban, por lo delgada que iba a estar y por lo bien que le sentaría tener esa enfermedad. Confundí el asombro con el asco. Asco por esa sociedad que prefería a una persona enferma que a una obesa. Ella iba a encajar más si estuviera delgada. Y yo era lo único que quería. Sentirme aceptada. Sentirme como en casa. Porque estaba rodeada de gente y a pesar de eso me sentía sola, y pequeña.
El día pasó como todos, y estaba en mi casa, en mi habitación, un poco más tranquila, me puse a darle vueltas al tema. Aquella chica, iba a ser bienvenida. Así que pensé ¿Y si hago algo para parecerme a ella? Así iba a poder sentirme mejor. Estar en esa clase me había hecho pasar de ser una niña a ser una adolescente del tipo para encajar.
Elisa Rodríguez Enríquez 3º/4º de Primaria. Col. Nuestra Señora de la Merced
Sara por primera vez en su vida salía del autobús llorando y diciendo que ya no podía más. Su abuelo entró en casa y fue a la habitación de Sara que estaba llorando en su cama. Entró y se sentó al lado de Sara.
Sara dijo: «Esto que siento es muy raro, nunca lo había sentido».
Entonces su abuelo le dijo sonriendo: «Eres la niña más feliz del mundo y nunca has sentido tristeza porque nunca estás triste».
–«¿Y qué puedo hacer?, preguntó Sara.
–«Aprender a utilizar tus emociones y a sentir las segundas situaciones, porque todas las emociones son buenas y necesarias». Desde entonces Sara no tuvo más problemas con las emociones ya que sabía utilizarlas y sentirlas.
Marina G. Prada. 1º/2º de Bachillerato. Jesús María Ikastetxea
Te ahogas en tus remedios; pero crees que puedes dejarlo. El famoso «lo dejo cuando quiera», que nos suena falso a todos, como plástico en la lengua, un cerebro lleno de poliestireno. El golpe llega cuando todo se sale de control. Cuando los problemas comienzan a surgir de tus soluciones. Cuando te das cuenta de que eres adicto a tus recursos, la parte más difícil no es aceptar este hecho como verídico. Es saber que esa percepción que tanto ansiabas controlar ahora siempre quedará marcada por una etiqueta, siempre serás una «adicta». ¿Es este el mundo en el que vivimos? ¿Un mundo en el que tus problemas siempre son una buena razón para apartarte y excluirte? Querido amigo, yo soy más que mi adicción. Yo soy más que mi mente, y mi llanto. No dejes que nadie se vuelva su sombra, por favor
Mateo Larroulet Castresana 3º/4º DBH-ESO. LycéeFrançais de Bilbao
Pues mi madre tenía toda la razón pues nada más ir a ese internado conocí a un amigo: Javier Ruiz. Él se parecía bastante a mi pues pasó por un caso similar al mío ya que su madre murió. Él me ayudó a asentar la cabeza. Mi felicidad volvió. En cuanto se marchó reviví los síntomas de la post-muerte de mi padre: no sabía cómo afrontar mi vida sin Javier. Mis inseguridades y mi poca autonomía casi acaban con mi vida. Y un mes más tarde, el 10 de junio de 2016 me até una soga al cuello y pegué una patada a mi silla. La silla me delató y por aquellos ruidos el profesor Murray subió y me salvó. Siempre le estaré agradecido. Después de este escalofriante suceso maduré y afronté mis inseguridades, la vida y empecé a ser autónomo. Y así salí de la depresión.
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