A sus 77 años, Eusebio Poncela mantiene el mismo magnetismo que cuando se convirtió en el actor favorito de los directores más transgresores del cine español: Eloy de la Iglesia, Iván Zulueta, Pedro Almodóvar... El actor encarna en 'El beso de la mujer araña', de ... Manuel Puig, a una mujer en un cuerpo de hombre, encerrada en una celda junto a un revolucionario interpretado por Igor Yebra. Carlota Ferrer dirige una obra en cartel en el teatro Arriaga desde el 6 al 8 de enero. «No te pongas en modo literario, ¿eh?», advierte al teléfono desde su casa de El Escorial, a donde se retiró hace dos décadas para huir de Madrid y las drogas.
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–Le tengo que confesar que impone entrevistarle, no es habitual hablar sin filtros.
–Estoy tan habituado a que me digan eso... A mí, que soy el muchacho más sencillo de la creación. Relájate, que no pasa nada.
–Con la edad, uno está ya de vuelta de todo, pero es que usted era igual hace cuarenta años.
–Nunca he tenido falsedad, pero sí que he tenido cierto cuidado con cosas privadas mías que todavía no estaban resueltas. Ahora ya me paso por el arco del triunfo lo resuelto y no lo resuelto. Me hago amigo de mis fantasmas.
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–Conocemos 'El beso de la mujer araña' sobre todo por la película de 1985, cuando no sabíamos distinguir un transexual de un travesti y desconocíamos qué era la disforia de género.
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–Tampoco lo sabían los personajes de la obra, que transcurre en 1976. No había un tránsito, una preparación, no se hablaba de esos temas. Pero vamos a olvidarnos de la película de Héctor Babenco con William Hurt, que está estupendo, porque la obra de Puig no tiene nada que ver. La película se inscribe en la novela, donde hablan de muchos largometrajes, porque Manuel Puig era muy peliculero. En la obra se habla solo de 'La mujer pantera', una película maravillosa. Se va acercando su trama y la de estos dos personajes.
–¿Alguna vez ha sentido el deseo de ser mujer, como le ocurre al protagonista?
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–Yo puedo haber querido ser cuarenta cosas, pero mujer nunca. Y mira que las adoro y tengo unas amigas muy poderosas. Estoy bien en mi pellejo, con la polla y un par de huevos, nunca he deseado ser mujer. Por otro lado, tuve muchas dudas para aceptar el papel. Acabo de cumplir 77 años. Estoy muy sexy y glamuroso, no pasan los años. Otra cosa era si podía meterme en esta mujer. Contaba con que la directora era Carlota Ferrer, con la que hice 'Esto no es la casa de Bernarda Alba'. Poco a poco me fui convenciendo, porque el trabajo importante de los actores lo haces solo, cuando investigas y reflexionas en tu casa. Además, estaba Igor Yebra, que es como una joya del Peloponeso. Sale en pelota picada y tiene un cuerpo que te jiñas. Una maricona de la Pampa, que soy yo, y un guerrillero con un par de huevos, que es el personaje de Igor. Melodrama, tragedia y comedia en una función con dos protagonistas que están muertos. Manuel Puig es genial.
–Encarna a alguien muy sumiso, cuando usted tiene pinta de ser un insumiso.
–Soy una persona muy rebelde, he hecho siempre lo que me sale de los cojones, para bien y para mal. Así me ha ido, corazón, me han tirado unas cuantas piedras. Las piedras, las dificultades, si no te sepultan son siempre para mejor, en el teatro y en la vida.
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–Comparte celda con un revolucionario. ¿Cree en las revoluciones?
–¡Cómo no voy a creer! La revolución empieza en tu metro cuadrado, en uno mismo.
–Se lo pregunto porque avances en libertad sexual parecen en retroceso ante el auge de populismos y olas reaccionarias.
–Es un retroceso aparente, no creo que vayamos a ir para atrás. Los extremos en general y la derecha en particular me dan por culo. Siempre he sido progresista. Antes veían a dos tíos o tías encariñándose y los metían presos. Eso no creo que vuelva a suceder. Detrás de esta regresión está el dinero, no la política. Este es un país de derechas, hay cuatro o cinco millones que votan a esta gentuza, la que me va a tirar un ladrillo si voy por la calle dándome un pico con mi novio. Se ha muerto un Papa y todavía estamos con el rosario y la peineta.
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–Su nombre está asociado a algunos de los directores más transgresores y valientes de este país.
–Siempre he trabajado con los mejores, la gente más interesante me ha buscado. He tenido esa suerte. Pilar Miró, Carlos Saura, Paco Regueiro, Iván Zulueta, Eloy de la Iglesia, Pedro Almodóvar... Nunca he estado haciendo una carrera, estaba haciendo una vida. He sido un alma gitana, un barriobajero, me ha gustado mucho vivir. He tenido una vida muy intensa y muy cabrona. Nunca he estado pendiente del teléfono. He sido como un Guadiana que va y viene, estaba por ahí haciendo vete tú a saber qué guarrerías y me llamaban. Este oficio me parece maravilloso, pero no me lo tomo tan a pecho. Me ha interesado muchísimo más la vida.
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–¿Es cierto que nunca ve sus películas?
–No. El otro día me dieron un premio en la Filmoteca y durante la proyección me quedé fuera. Tiene que ver con cierta cosa narcisista y de inseguridad, porque me voy a ver los defectos. En los rodajes tampoco quiero verme en la pantallita. Nunca he querido observarme.
–¿No será que no le gusta verse hace años, en el esplendor de su belleza?
– Para nada. Adoro las edades. Quitando la adolescencia, que fue un poco hija puta, todas han sido aceptadas. Me contemplo y me digo: olé tus cojones. Cuando empiezo en el cine me cogen por guapo, porque el talento solo lo había demostrado en el teatro.
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–Sigue viviendo alejado de la vorágine de Madrid.
–Estoy hablando contigo y estoy viendo las montañas y el Monasterio del Escorial. Y lejos, lejísimos, las torres de Madrid. Vivo aquí desde hace veinte años, cuando me tuve que alejar por los problemas que tenía y que todo el mundo sabe. Y estoy encantado. Nunca he hecho nada mejor en mi vida. Si estoy de mala hostia, me asomo al balcón y se me va la tontería en tres segundos. Adoro ser solitario, misántropo no tanto. Viajo y tengo mil amigos, pero estar solo es un privilegio.
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–Sus memorias serían muy jugosas.
– Por favor, no me digas eso. ¡Qué aburrimiento! ¿Por dónde empiezo? ¿Por un barrio (Vallecas) donde una vecina decía que Rachmáninov era música ratonera? No tendría tiempo. ¿A quién le interesaría, al amante del cotilleo?
–Del cotilleo y de la historia del cine y el teatro de este país.
–Ya. Si empiezo a hablar de verdad en mis memorias, corazón, a lo mejor aparezco muerto en una esquina.
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