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Eulalia Abaitua, mirada de una pionera
El sfumato ·
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Cuando te asomas a esta exposición producida por el Museo Vasco de Bilbao descubres de inmediato que viene con un pack completísimo. Gira toda ella con extraordinaria atmósfera en torno a las historias de dieciséis espléndidas como luminosas imágenes seleccionadas entre un fondo compuesto por ... más de tres mil referencias pertenecientes a una de las pioneras de la fotografía vasca: la bilbaína Eulalia Abaitua Allende-Salazar (1853-1943), precursora y adelantada en una disciplina tan moderna que carecía todavía de tradición..
Conforman este montaje expositivo en Montehermoso, en su mayoría, figuras con paisaje. Relatan con aliento cálido ese 'tiempo detenido' localizado sobre un terreno muy propio: aspectos rurales y en menor medida urbanos de una Euskalherria balconada con su proa hace ya más de un siglo largo. Momentos cotidianos, por lo tanto sin aparente trascendencia, que atrapan el fluir de un presente en su relación con un mundo ya desaparecido, sí, pero donde el recuerdo de ese pasado, los quehaceres y las costumbres de antaño siguen jugando un papel muy importante en su documentalismo histórico, costumbrista y etnográfico. Y antropológico, sin duda.
Imágenes que nunca más envejecerán. Ni siquiera esa vivaz anciana que mira de frente al objetivo consumida muy digna con los surcos propios apergaminados de la edad; o ese aldeano ahí templado mientras va a abrevar la vaca en la fuente; o esa pareja de baserritarras que posan delante de su caserío, o esa cuadrilla tan cinética de layadores, la lechera con el burrico como medio de carga y de transporte, así ese par de mujeres con sus labores situadas ahora sobre las piedras de un río o esos también humildes peones trabajando nunca mejor dicho sobre el terreno. Será siempre joven esa muchachada de Ondarroa agrupada como viajeros ocasionales en un bote o los mismos protagonistas de un recreo escolar o las niñas a punto de montarse en otra barca en la playa, escenas situadas ambas en Lekeitio. También aparecen motivos acaso más señoriales como un día de carreras de caballos en Donosti, también la estampa estival de la Concha anegada por casetas de baño y toldos hasta la angustia más hormiguera.
Eulalia Abaitua no es que renovara propiamente el lenguaje fotográfico en su época, es que se adelantó a la renovación misma sorprendiendo durante el último cuarto del siglo XIX con una técnica rompedora basada en imágenes estereoscópicas, es decir, en recrear la ilusión óptica de ver a través de un visor instantáneas en tres dimensiones, en profundidad e incluso simulando la sensación de movimiento. Técnica, procedimientos y tomas que aprendió durante sus años de estancia con su marido en Liverpool a partir de 1871 antes del definitivo regreso a su Bilbao natal tras un lustro de estancia a orillas del Mersey.
Aprendizaje adelantado a su tiempo y trabajos que hoy singularizan a esta mujer, convirtiéndose en una auténtica pionera tras el inmóvil claroscuro de época si no rayaba en la más pura invisibilidad. Quizá emergiera también una buena densidad de dominante ceguera. De negrura ambiental. Un error, motivado por la ignorancia y el desconocimiento, por razones de género sin duda y otros prejuicios, que comenzó gozosamente a subsanarse hace años en el caso particular de esta mujer. Marcándose ya el nervio y el músculo de un afortunado cambio.
Exposición cuyos contenidos se exhiben con eficacia pedagógica y deleite, pudiéndose observar las fotografías de Eulalia Abaitua en su radiante esplendor por medio de gafas o modestos visores estereoscópicos que se prestan a la entrada de la sala. Asimismo, sobre los motivos de estas fotografías, se acolchan los testimonios de dieciséis escritoras vascas contemporáneas con sus impresiones y comentarios transmitidos en audioguías. Más que un complemento, refuerzos para sostener esta memoria gráfica, otra manera comprensiva de ampliar los horizontes. Y las conciencias.
Disfrutó Eulalia Abaitua de una biografía plena además de longeva. Se trasluce una persona vital, por lo tanto, activa, que no renuncia a sus anhelos. Como la mayoría de mujeres de su época, se movió en los márgenes, pero desempeñó sus inquietudes intelectuales, que son artísticas, con un rigor meritorio aunque no tuviera entonces ningún podio al que subirse; hoy sí. La fotografía como catalizadora de esfuerzos y de retos que enriquecían su felicidad burguesa más que acomodada, privilegiada.
Pragmática y curiosa, detestó el brillo inútil, la belleza etérea que pronto se marchita y desaparece, el hedonismo sin alcance ni fruto. Por eso es muy consciente durante décadas de sus posibilidades y de sus logros. Bien; en solitario. Por supuesto, dispuso de los medios y de los privilegios de su clase social para hacerlo. Y así lo hizo.
Con un compendio de este espíritu femenino, esta muestra con sus resultados. Que entretiene y divulga un montón de cosas trazando en justicia una línea de miradas y de conexiones entrecruzadas. Uniendo tiempos distintos y épocas diferentes que hablan de un mismo territorio. Con el trasvase de realidades vitales a realidades fotográficas en esa búsqueda de concreciones y en el respeto debido a las personas que resultan efigiadas en su cotidianeidad. El buen gusto y el cuidado en las imágenes de Eulalia Abaitua. Y nada más.
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