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La piedra tallada revela que el 15 de abril de 1521 comenzó a erigirse la iglesia de San Pedro de Romaña, en el corazón de Trucíos. Era un edificio de nueva planta, aunque antes había habido otro en el mismo solar. Pero la coyuntura económica ... propiciaba la renovación. «Entre 1490 y 1530 se rehacen todas las iglesias de Bizkaia», explica Juan Manuel González Cembellín, director del Museo Diocesano, quien asegura que nunca antes se había movido tanto dinero en el territorio y que la población experimentaba un notable crecimiento.
«Había necesidad de aumentar su capacidad e, incluso, algunas ermitas se convierten en iglesias». Una exposición en el interior del templo inaugura el programa de actos que conmemoran la efemérides y vendrá acompañada de otros eventos que se prolongarán durante doce meses. El aniversario también permitirá redescubrir el gran patrimonio monumental de la localidad encartada.
La excepcionalidad del templo radica en que su construcción se llevó a cabo entre dos estilos artísticos. Cuando las obras comenzaron aún prevalecía el gótico, y esa tendencia inspiró la cabecera y el primer tramo de la construcción. Pero, tras un parón de varios años, la reanudación de las labores respondió a otros gustos arquitectónicos. «Cuando se retomaron los trabajos, ya no se llevaba el esquema de las tres plantas escalonadas, sino la iglesia a la romana, es decir, renacentista, con tres naves a la misma altura».
El resultado es una construcción a caballo entre dos movimientos estéticos. «Se trata de un ejemplo, muy didáctico y de gran nivel estético, de la transición entre el gótico y el renacimiento», asegura el historiador, y destaca la bóveda y las columnas de gran cilindro, y el retablo barroco, fechado en 1626, atribuido a talladores de la comarca de Trasmiera que, asimismo, llevaron a cabo encargos en Cantabria y Andalucía. La pieza cuenta con una inusual representación del árbol de Jesé, el árbol genealógico de la Virgen María.
La iglesia, declarada bien cultural con categoría de monumento en 2002, acogerá desde este fin de semana una muestra de documentos, imágenes antiguas y ornamentos religiosos, y a partir de otoño están previstos un concurso de pintura y fotografía, y un concierto de órgano y corales. La comisión encargada de la gestión está integrada por la Asociación Cultural Betayo, el consejo parroquial, el Ayuntamiento e independientes, y la iniciativa incluye un evento oficial de conmemoración en el que participen autoridades del Gobierno vasco, el Obispado e, incluso, el Athletic.
Las visitas guiadas constituyen uno de los incentivos del calendario de actos porque permitirán conocer la historia del templo e iniciarse en los múltiples atractivos artísticos de un pueblo de apenas medio millar de habitantes. En 1521, cuando los canteros levantaron los primeros andamios, el emperador Carlos V declaraba prófugo y hereje al predicador Martín Lutero y Hernán Cortés conquistaba Tenochtitlán, la capital azteca. No parece que la Reforma suscitara especial interés en Trucíos, mientras que los oficios de la Administración central y las colonias americanas explican su auge patrimonial.
«Ha habido secretarios de Estado y corregidores oriundos, y eso ha revertido en el pueblo», aduce González Cembellín. Entre otros, el investigador local Jesús María Palacio menciona a hombres de fe como Felipe de los Tueros, obispo de Guadix y arzobispo de Granada en el siglo XVIII; Juan Antonio de los Tueros, arzobispo de Burgos; y los marinos Cosme de Carranza y su hijo Juan Manuel, que llegó a ser general, corsario de Su Majestad y una de las figuras de la Guerra de la Independencia.
Los prohombres y los indianos acomodados no olvidaron su tierra de origen. Alzaron los palacios barrocos de La Puente, Machín, Llaguno y Villafuerte, y contribuyeron a la magnificencia de la ermita del Santo Cristo, antes capilla privada. «Cuando tuvieron que realizarse costosas obras en la iglesia parroquial en 1900, se enviaron cartas solicitando ayudas a Cuba, México y Venezuela», apunta el escritor.
Las casas torre de Garma y Pando son también vestigios de un pasado excelso. Pero la arquitectura civil conserva otros tesoros arquitectónicos. «El tipo de caserío también es singular de una zona comprendida entre los ríos Agüera y Asón, aunque luego se prolonga por Cantabria», indica el director del Museo Diocesano, y destaca su característica doble balconada y la calidad de la ejecución. Además, Trucíos y Carranza comparten el parque natural de Armañón, un paisaje kárstico dotado de su propio microclima.
La falta de infraestructuras y la inexistencia de un centro de referencia para los visitantes pueden explicar el desconocimiento del lugar. «Sorprende un patrimonio de esta magnitud en un pueblo tan pequeño y apartado dentro de las Encartaciones, que ya, en su conjunto, es una comarca poco conocida para el resto de Bizkaia», dice González Cembellín.
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