eduardo laporte
Jueves, 13 de febrero 2020, 01:16
El poeta Antonio Gamoneda (nacido en Oviedo en 1931 pero instalado desde los tres años en León) echa la vista atrás en este segundo tomo de sus memorias pero no tanto. Porque la primera parte, 'La escritura', está pegada al presente, tanto que coquetea con ... el diario. Página 46: «Estoy en Guadalajara de México. Apenas he dormido esta noche». Una primera parte que, según el editor de Galaxia Gutenberg, Joan Tarridá, contiene «comentarios hilarantes sobre los escritores españoles actuales». Como cuando se refiere a Mario Vargas Llosa, al que vio «muy próximo» a Esperanza Aguirre que entonces «era, como siempre, presidenta de algo». O la cantidad de cocacolas que era capaz de beber Leopoldo María Panero en cualquier acto literario, que interrumpía bien para orinar bien para intentar recitar algo. Gamoneda le dio un billete de 50 euros para que cogiera un taxi que ni le pidió ni agradeció.
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De esa primera parte casi diario de un escritor anciano, pasamos a un ejercicio memorialístico al uso, 'La pobreza', en donde el premio Cervantes 2006 reconoce haber intentado «un encuentro auténtico» consigo mismo. Porque Gamoneda, que se autocensuró durante buena parte del franquismo como una suerte de 'huelga literaria', se desquita ahora con este ejercicio de introspección en prosa para indagar en su interior doce años después de la aparición del primer tomo, 'Un armario lleno de sombra'.
El autor de 'Edad' se preguntó si realmente se había pasado página de los tiempos recios que le tocó vivir. Una época de penurias y trabajo a la fuerza con tan sólo 14 años, momento en que comienza a trabajar como chico de los recados para el Banco Mercantil, lo que le privará de realizar estudios reglados y le atará a un trabajo ganapán que le generó «18 años de depresión».
«Te llaman porvenir, porque no vienes nunca», leemos en un poema de su coetáneo Ángel González. Un verso que encarna bien esa sensación de que la posguerra, la dictadura en sus metamorfosis más escurridizas, aún no ha terminado. «Aquello que esperábamos no ha sucedido todavía. Sustancial y existencialmente, no ha llegado. La espera sigue». Porque, a juicio de Gamoneda, actualmente vivimos una suerte de «democracia exterior», que se materializa en ciertos derechos y libertades, pero que no nos libra, opina, de la dictadura económica. «Esperábamos una solidaridad bien vivida que no ha llegado. No sabemos si llegará».
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Recuerda Gamoneda una «España vigilada» y de racionamiento. Un mundo controlado no sólo por las autoridades y los tentáculos de la represión franquista, sino también por el riesgo permanente a ser delatado por los vecinos. La paranoia se instalaba en jóvenes y mayores tanto que muchos hombres sólo salían de casa por la noche, mientras las mujeres «manoseaban cartillas de racionamiento». Guardias que golpeaban a las señoras que hacían cola para retirar una entrega extraordinaria (de productos como harina fermentada) mientras, al amanecer, se practicaban fusilamientos. «Yo crecí y hasta empecé a ser hombre en este espacio», recuerda.
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