Escándalo muy rentable

Pues diana y éxito incontestable, porque la semiótica hortera y pop lograda por C. Tangana en su episodio del yate se convirtió en una cuestión epistémica sobre la que verter opinión fundada o no en tuits, posts de Instagram y sesudas columnas de opinión. Amplio debate veraniego, en definitiva, para dilucidar si la modernidad sociológica y artística en España se define o no por la estética artificial de un desfase macarra sobre la cubierta de un yate o si la perspectiva de género sale trastabillada por una androcracia reinante entre tangas y bikinis. Mucho talento y mucha creatividad, como defendieron la mitad de los improvisados comentaristas; o mucha caspa y mucho machismo androcentrista, como protestaba airada la otra mitad. Pues quizás el episodio no haya sido ni lo uno ni lo otro, como diría Cantinflas, sino más bien lo contrario, es decir, tan solo una simple horterada milimétricamente preparada para generar un millón de 'likes' en Instagram, otro tanto de insultos y alguno más en visualizaciones de YouTube. Un escándalo muy rentable, sin más, tan veraniego como intrascendente.

El mayor dinamismo turístico está sentando muy bien a los museos. Con menores restricciones, el flujo de visitantes en las pinacotecas españolas ha crecido notablemente. Un caso emblemático es el del Museo del Prado, que registró 103.769 personas el pasado julio, frente a los 50.574 del mismo mes en el año anterior. Otro centro con un importante aumento de visitantes es el Museo Guggenheim Bilbao. Aunque todavía habrá que esperar a finales de mes para conocer su balance estival, la buena marcha de la taquilla en julio y las colas en agosto anticipan un resultado que doblará las cifras del pasado verano, superando incluso una previsión que aspiraba al 60-65% de los visitantes logrados antes de la pandemia. A pesar de que el Guggenheim sigue afectado por unas estrictas reglas de aforo, la afluencia de franceses y holandeses constituye el mejor presagio de una deseada vuelta a la normalidad.

Gestos medidos y un equilibro perfecto entre la contención y el impulso expresivo. Sí, los grandes actores triunfaban por un logrado equilibrio, por esa actitud singular que en cada película vinculaba el rol a interpretar con una vis personal, siempre marcada por la mezcla de espontaneidad y maestría actoral. Es el caso de Yves Montand, un hombre de cine y teatro, de canción y de espectáculo, testigo de su siglo y mito en el cine europeo y norteamericano, del que celebraremos este otoño el centenario de su nacimiento y treinta años de su desaparición. Hablar de Montand es recordar su voz en 'Las hojas muertas', sus cerca de treinta películas, su imagen de seductor y sus múltiples amores, de Edith Piaf a Simone Signoret, pasando por Marilyn Monroe. Naturalmente el centenario se celebrará en Francia por todo lo alto, especialmente en Marsella, la ciudad en la que creció, donde el château de la Buzine presenta desde junio una muestra con sus películas, sus mejores fotografías y sus objetos personales. Montand en la memoria, el recuerdo de un actor inolvidable.