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T. N.
Lunes, 17 de junio 2024, 07:44
«Yo nunca tuve la intención de ofender a nadie, a ninguna víctima. En absoluto. ¡Con todo lo que han pasado!». Koldobika Jauregi, autor de la escultura que se inauguró en 2018 en Baiona dentro de los actos de conmemoración del primer aniversario de la entrega de armas de ETA, y que generó en algunos sectores de las víctimas del terrorismo, descartó de forma rotunda que su obra, denominada 'Arbolaren Egia' ('La verdad del árbol'), pretendiera ofenderlas. «Lo que representa es que toda la historia de terror ha terminado», afirmó contundente y sorprendido por esta polémica el artista de Alkiza.
La pieza es de acero, pesa tres toneladas, con una altura de ocho metros y una anchura de cuatro, y simboliza un hacha enterrada de cuyo mango brota la copa de un árbol, en alusión a la entrega de los arsenales. La delegación de Iparralde, es decir los Artesanos de la Paz, Bake Bidea, el Ayuntamiento de Baiona y los cargos electos de Iparralde, fueron los encargados de encomendar la escultura a Jauregi para convertirla en una «obra de todos, porque el desarme fue un logro de todos, tal y como me explicaron desde el Consistorio de la capital labortana».
Covite fue el primer colectivo que salió a mostrar su indignación. Instó al Gobierno de Mariano Rajoy a «presionar» a Francia para que reprobara la instalación de dicha escultura. Horas más tarde, también la Fundación Víctimas del Terrorismo, que preside Marimar Blanco, censuró que Baiona perpetúe «la simbología de ETA».
Ante esas reacciones, Jauregi mostró su malestar: «En este país es muy difícil no ofender a nadie. Veo que los temas relacionados con el terrorismo de ETA despiertan mucha susceptibilidad y lo puedo entender, pero yo no he pretendido insultar a nadie». Y destacó que a él nadie le planteó cómo tenía que ser su escultura y menos que fuera a provocar «tantas protestas».
«Me encargaron la obra y presenté la maqueta. A partir de ahí, se estudió la financiación y los plazos fueron muy apretados, porque me lo comunicaron poco antes de Navidad. Y si acepté el trabajo fue porque contó con el apoyo de toda la Corporación, hubo un consenso absoluto. De no ser así, hubiera dicho que no», aclaró el escultor, apenado por la polémica.
Tras recordar que el hacha con una serpiente enrollada es el símbolo que identifica a la organización terrorista, Covite consideró «inconcebible cómo cualquier vulneración grave de los derechos humanos se convierte en aceptable si la protagonista es ETA». En este sentido, Jauregi reconoció que es el hacha el origen de toda la polémica. «El fin de la violencia entraña el fin de sus símbolos. El hacha aparece de manera invertida, simbolizando el fin de una era», sostuvo.
«Su mango se renueva y se convierte en el nido del árbol. Para los vascos, históricamente, el árbol representa el lugar de discusión. Y dicen que esto ofende. ¿Pero cómo voy a hacer un monumento que ensalce a ETA? ¿Cómo voy a hacer yo un enaltecimiento de la violencia? Sería una barbaridad», subrayó el escultor. A su juicio, la intención de la escultura, ubicada además cerca de la Universidad, es que cada vez que los jóvenes la vean «no olviden qué pasó para que no vuelva a repetirse».
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