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La semana que viene la Ópera de San Francisco repone con gran expectación un título dedicado a uno de los personajes más importantes de la contemporaneidad, Steve Jobs, fundador de Apple, padre del primer ordenador personal y uno de los grandes en la era tecnológica. ... La biografía de Jobs y una partitura con elementos de música electrónica competirán en la oferta operística mundial con las obras maestras de Mozart, Verdi, Puccini y demás, reflejando ese contraste entre lo nuevo y lo viejo, entre las audiencias que solo quieren las obras de repertorio y las arias archiconocidas, las nuevas generaciones que prefieren temáticas y personajes más actuales o incluso entre quienes solo aceptan la gramática musical básica y aquellos otros que apuestan por la vanguardia tonal y rítmica. Una pugna nada novedosa en las audiencias y en las producciones líricas, al menos desde que a partir de los años 50 las obras de Britten, Henze, Zimmermann, Glass, Adams y muchos otros aparecieran como alternativa a la tradición operística. Pero, ¿pueden convivir en armonía la ópera clásica y la contemporánea? Pues la verdad es que pueden y deben. Deben, sí, porque el género lírico en su forma tradicional necesita refrescar su potencial para reflejar los valores de su época y vincular a las nuevas generaciones. A pesar de que muchas óperas históricas absorben temas que son atemporales, las narrativas más modernas otorgan a la ópera un sentido de inmediatez que la hace más reconocible y creíble. Es lo que pasa con algunos títulos contemporáneos, sobre todo cuando su 'plot' no es de ficción sino historia reciente ('Nixon en China'), cuando se aborda una temática actual ('Brokeback Mountain') o cuando su calidad narrativa es notable ('Dead Man Walking'). Sin duda no es fácil seducir y evitar la aversión a experimentar nuevas formas musicales y escénicas. Eso sí, se trate de Jobs, Nixon, Rigoletto, Otelo o de formas musicales clásicas o contemporáneas, nunca se olvide que la ópera siempre explica la vida y contiene las emociones humanas. Antes y ahora.
Moda
Para Marc Bohan la tela marcaba el estilo, la simplicidad sugería la elegancia y el refinamiento el auténtico lujo. Bohan era de otra época más sofisticada, menos igualitaria. Estuvo al frente de la Maison Dior casi tres décadas, una eternidad para la contemporaneidad neurótica de la moda. Pero no tuvo la proyección de su antecesor, Saint Laurent, y encima fue el anti-Galliano por excelencia, otra virtud 'defectuosa' en estos tiempos. Tampoco fue Marc Bohan un revolucionario de las formas, pero su sofisticación creativa dibujó con gran éxito esos vestidos de velo 'bayadère' que lució Grace Kelly o los sublimes conjuntos con ribetes de piel al estilo Doctor Zhivago. Bohan murió hace semana y media a los 97 años, dejando al menos una discreta lección de cómo se acompasó la elegancia clásica a las transformaciones sociales y culturales que surgieron a partir de los años 60. No es poco.
Inteligencia Artificial
El inexorable avance en todos los frentes de la Inteligencia Artificial (IA) sigue poniendo en jaque a las industrias creativas. ¿Habrá pronto una regulación que limite los excesos en su uso, que la haga compatible con el respeto a la propiedad intelectual y que clarifique de forma transparente su utilización para no confundirla o que no se apropie de la creación humana? La verdad es que resulta muy difícil responder a todo esto, ya que el uso y el desarrollo de la IA tiene mil aristas y mil campos de actividad, todo lo cual hace muy complejo un acuerdo o un convenio global que controle o limite su evolución. Eso sí, por el momento lo importante es que no se engañe a nadie con la utilización de la IA. Es lo que acaba de poner en marcha Amazon en su foro de libros autoeditados de Kindle, obligando a declarar a los autores si el contenido de aquellos se ha generado con IA. Amazon de momento se reserva el derecho de informar sobre ello a sus clientes cuando el libro de marras se venda posteriormente en su portal, pero esta obligación es por igual un mínimo exigible y un gran avance.
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