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Tontos digitales
La credibilidad de las redes sociales ·
Hay quienes son capaces de dar por buena tanto la muerte inesperada de Pérez-Reverte como la aparición del Yeti en TomellosoSecciones
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La credibilidad de las redes sociales ·
Hay quienes son capaces de dar por buena tanto la muerte inesperada de Pérez-Reverte como la aparición del Yeti en TomellosoA Pérez-Reverte lo defuncionaron esta semana en Twitter, casi como en un guion de Ferreri o Azcona, maldito humor negro oficiado en la red social por un habitual de los falsos decesos. Pero el difunto estaba vivo, y coleando, como en aquella película de ... Ignacio F. Iquino, en la que incluso el muerto simulado sacaba partido de su falso óbito. Seguramente esta muerte tan tecnológica y virtual, como de ida y vuelta, no le habrá venido mal al escritor como campaña inimaginable en la pre-publicación de su próxima novela, cuya aparición en las librerías está prevista para el próximo septiembre.
Pero maldita la gracia, macabra irresponsabilidad y deleznable posibilidad, la de que ahora en las redes sociales se pueda publicitar 'urbi et orbi' un fallecimiento sin ton ni son, no se sabe si como mentira blanca, de mal gusto, aunque risible y no muy dañina, o como mentira negra, antisocial y nociva. Una distinción significativa, pero mucho menos importante que los verdaderos problemas de fondo en esta cuestión, es decir, que la credibilidad y la vertiginosa propagación de lo estúpido. Hay quien miente por no aislarse, quien propaga su mentira por autoafirmarse y hasta quien desahoga su inanidad desperdigando por las redes sociales un reguero de mendacidades. Nada especialmente novedoso, de no ser porque ahora las redes sociales son como agencias de noticias fidedignas o como teletipos instantáneos que se replican y multiplican.
El problema ya no está solo en el mendaz emisor, sino también y muy especialmente en el tarado «retuiteador» del bulo y en los ingenuos receptores que lo creen a pies juntillas. Todos ellos conforman una cadena que multiplica exponencialmente la importancia de cualquier noticia falsa o inexacta, tan capaz de aseverar la muerte inesperada de Pérez-Reverte como la aparición del Yeti en Tomelloso. Los esquinados y los malintencionados son casi siempre inevitables, casi lo mismo que los colaboradores del bulo o los crédulos incondicionales, estos últimos convertidos sin saberlo en los auténticos tontos digitales de la contemporaneidad.
Cultura de la cancelación
La cultura de la cancelación sigue cebándose con Roman Polanski, exigiendo su ostracismo como sentencia letal que no decae con el paso del tiempo. Lo último es el veto a un documental en el que Polanski cuenta su niñez en el gueto de Cracovia durante la Shoa, cuya distribución en las salas francesas se ha visto afectada por ese castigo que flagela inmisericorde el pasado del cineasta. Dirigido por Mateusz Kudla y Anna Kokoszka, 'Paseo por Cracovia' recoge los testimonios de Polanski y del fotógrafo Ryszard Horowitz sobre el tiempo que vivieron en Podgórze, el gueto en el que los nazis recluyeron a miles de judíos a partir de 1941. La película tiene anunciado su estreno mañana, aunque de momento solo dos salas en toda Francia han aceptado su proyección. Triste asunto, sin duda, ya que si de un lado Polanski ha penado ya de muchas maneras su vieja acusación de violación, también de otro la cultura de la cancelación ha terminado por imponer una imposible separación entre la obra y su autor. Una obra, en el caso de este documental, que al menos merece ser vista por su aportación histórica.
James Bond
Continúa intenso el debate sobre James Bond o sobre los rasgos físicos de su intérprete. Encima, anunciada la retirada de Daniel Craig, la posmodernidad ataca con lecturas raciales o de género, con las quejas sobre su testosterona o con la sugerencia de nuevas identidades sexuales. No extrañaría, pues, que en la próxima película el héroe ya no fuera machista, promiscuo, materialistas y frío, sino 'queer', 'woke' o partidario del sexo fluido. Caricaturas aparte, lo más actual es si el próximo Bond puede o debe ser un actor blanco o negro, como es el caso de Idris Elba. Bueno, aunque el personaje de las novelas de Fleming era blanco, escocés para más señas, la variedad de actores que lo han interpretado no desentonaría con un cambio racial, siempre y cuando el elegido fuera un actor de calidad. Otra cosa es que por corrección política el nuevo 007 sea asiático, africano o amerindio.
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