Puro negocio

Lo primero y más reseñable es la vuelta del público a las salas, la evidencia palpable de que la pandemia y el 'streaming' no han revolucionado tanto la sociología del consumo cinematográfico: esta semana las salas españolas han recaudado 24 millones de euros, el mejor dato en los últimos diez años. Lo segundo es la fe de la oferta en una demanda multigénero, una ecuación a la que ahora también se incorporan los nuevos talentos del cine independiente -por ejemplo, Greta Gerwig dirigiendo la superproducción de 'Barbie' con un presupuesto de 145 millones de dólares y Sarah Polley ya confirmada por Disney como directora del nuevo remake de 'Bambi'-.

La disrupción de la huelga de actores y guionistas de Hollywood en esta recobrada ilusión estival del negocio genera diversos escenarios. De un lado los estrenos previstos seguirán en el corto plazo su calendario, eso sí, sin contar con el factor del glamour en la promoción de las películas, algo que afecta sobre todo a los grandes festivales, en especial al de Venecia, una Mostra siempre pendiente de los estrenos norteamericanos y del desfile de las estrellas de Hollywood por el Lido.

De otro lado, la huelga también permitirá a los estudios y a las plataformas anular algunas costosas y arriesgadas producciones firmadas antes del paro. Pero, ¿cuánto podrán aguantar los estudios y las plataformas sin que la huelga acabe afectando a las audiencias y a la taquilla? Quizás las 'big majors' y las plataformas tengan unas inmensas bibliotecas de contenidos audiovisuales, pero tanto la nueva sociología del consumo como el negocio requieren de estrenos o remakes como 'Barbie' y 'Oppenheimer'. No se olvide, en fin, que el cine es lo de siempre: negocio, puro negocio.

Los iconos de la cultura popular en esta contemporaneidad son más que sorprendentes. La industria del juguete convirtió a Barbie en efigie intergeneracional de estilo y ahora el cine prolonga con éxito su vigencia. También el cine y un musical rescataron de la historia a Evita Perón, trocándola en heroína de consumo o en respuesta popular a su propia jaculatoria final: «Mi mayor miedo es ser olvidada». Ahora Broadway y sus musicales nos presagian la inclusión de un nuevo producto en ese accesible catálogo del pop consumible. Se trata de la inolvidable Imelda Marcos, la llamada 'mariposa de hierro' en Filipinas, la viuda del dictador Marcos, la misma de los miles de zapatos en el palacio de Malacañang o la misma que a sus 94 años sigue enfrentándose a cientos de acusaciones por robo y corrupción. David Byrne le dedicó no hace mucho un disco conceptual y ahora Broadway acaba de estrenar un gran musical bajo el título del epitafio que quiere para su tumba: «Aquí yace el amor». Ayer un disco, hoy un musical, mañana una película y pasado al mausoleo del vitalismo popular.

Lo decía Andy Warhol: «El arte es cualquier cosa con la que puedas salirte con la tuya». Lo sabe bien Jeff Koons, el artista neo-pop de multimillonarias esculturas, cuya apropiación de la imaginería cotidiana ha transformado en arte de muchos ceros el universo ingenuo del consumo masivo. Algo logrado con mucha inteligencia, con la perfección técnica de los materiales o incluso con una omnipresencia comercial que asegura su vigencia. Véase su último acierto al lograr un sublime cameo de su obra en la nueva entrega de Spider-Man, 'Cruzando el Multiverso', un recurso de la estética cinematográfica, pero también un protagonismo estelar en el Guggenheim de Nueva York para su 'perro globo', uno de los cuales se remató en subasta en 58,4 millones de dólares. Koons se sale con la suya y el comercio o el dinero son la mejor clave de su arte.