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Previsible, presumible
Opinión

Previsible, presumible

Martes, 12 de noviembre 2024

Lo previsible es siempre pronosticable, presumible. Dicho de otra manera, estaba claro de antemano que en el proceso de recambio de Vidarte al frente del ... Guggenheim no iba a saltar la sorpresa -como la de un gol inesperado del visitante en uno de aquellos partidos de fútbol transmitidos por radio desde la Condomina-, simplemente porque las bases de la selección ya incorporaban la preferencia clara por un perfil concreto, adscrito al país, determinado en su carácter ideológico y unívoco, encima decidido a la postre por un arbitraje sencillamente casero. Obviamente, la ungida con el parabién institucional y hasta con el «nihil obstat» y la aclamación obediente de los norteamericanos y de algunos privados tiene la formación académica requerida, un cierto prestigio en la gestión museística y una experiencia internacional, aunque su especialidad no sea la curatorial en el ámbito del arte moderno y contemporáneo, a pesar de que el presupuesto y la dimensión espacial y expositiva del Palais Galliera sean manifiestamente inferiores que las del Guggenheim o que el modelo de negocio de un centro adscrito a la alcaldía de París sea mucho más laxo y menos exigente en su comercialización que el de un museo bilbaíno que ha hecho de su tasa de autofinanciación y de su urdimbre de apoyo civil un emblema prestigioso. Por supuesto, sin tanto apriorismo en la selección o en la búsqueda directa el resultado hubiera sido muy distinto, al menos con un flujo mayor de candidatos potenciales, muchos de ellos internacionales. Pero, afortunadamente, la velocidad de crucero en el rodado equipo gestor del Guggenheim y la solidez curatorial y artística aportada desde dentro y desde fuera por el acuerdo con la fundación norteamericana permiten vislumbrar el futuro del museo con optimismo, lo dirija Agamenón o su porquero. Eso sí, permítanme decir para terminar que lo de servirse de una remota empresa en Berlín para «fichar» a una candidata adyacente no es sino una auténtica bilbainada.

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