Urgente Un incendio en un bloque de viviendas desata la alarma en Basauri

Quizás haya que ir pensando en jubilar esa creencia de que el rock and roll nunca morirá. Lo digo porque las cifras son elocuentes, al menos en lo que se refiere a la música más escuchada en Spotify o en otras plataformas de streaming. Resulta ... que desde el año 2014 solo 10 de las grandes bandas del rock and roll han alcanzado ocasionalmente el número 1 de los discos más escuchados en Spotify, el líder indiscutible del negocio.

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Es más, una simple mirada a las listas de los éxitos más descargados en la última década nos testimonia que los favoritos de las generaciones X, Y o Z no son precisamente los rockeros de toda la vida, sino las estrellas del rap, el hip hop, el pop y el reguetón. Se dirá, claro, que Spotify manipula las descargas o que promociona a determinados artistas en función de los acuerdos comerciales o de los royalties que paga a unos y a otros por las descargas. Pues quizás haya algo de eso, pero me temo que los algoritmos no engañan. Porque esos algoritmos se forman y se desarrollan en función de los gustos y las preferencias de los usuarios, los mismos que parecen haber abandonado su gusto por los viejos mitos del rock. Simplemente los millones de descargas y reproducciones devuelven a los usuarios su música favorita, entre la que ahora declina el rock.

Habrá, pues, que buscar otras razones que expliquen este ocaso. Por ejemplo, se dice que la popularidad del verdadero rock comenzó a decaer en la década de los 90, sobre todo por la fuerte subida del hip hop y sus variantes, por la globalización derivada de la música digital que diversificó la audiencia y trajo nuevos mestizajes compositivos o incluso por unos avances tecnológicos que banalizaron el rock y sus derivados. Añádase, también, que en la última década apenas han surgido grupos de rock que puedan competir con las grandes leyendas del género, todas ellas con una edad que les distancia de las nuevas generaciones. Entonces, ¿acabará muriendo el rock? Pues no sé si tanto, pero todo apunta a que su futuro será más minoritario o quizás tan maravillosamente marginal como lo fue en sus inicios.

Arte

Banksy y su ola veraniega

Cabras, elefantes, monos, lobos, pelícanos y lo último, también, una piraña. Pues sí, terminamos la primera quincena de agosto con el recrudecimiento por todo Londres del fenómeno Banksy, creador elusivo pero magistral en su manejo de la publicidad, lo mismo que inmensamente popular y hasta objeto de sesudas teorías sobre su verdadera intención creativa. Eso sí, divierte mucho que haya quien atribuya esta última galopada animalista a su interés por el medio natural, a su voluntad de animar a los británicos ante la carestía de la vida o incluso a su nunca confirmada intención subversiva. Naturalmente, esta nueva ola de Banksy se ha enriquecido con una posible foto suya pintando una de las obras desde una grúa, en la que solo se ve a un tipo con peto naranja y mascarilla. Más misterio y más expectación, más teorías sobre su capacidad para redefinir la publicidad y más adeptos que le consideran el verdadero artista del siglo XXI. Pues eso, un chiste o un arte compartido entre el creador y los millones de inocentes que gozan con su misterio.

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Obras incautadas

Otra sorpresa

Sigue lento y con sorpresas el proceso de investigación y restitución de los bienes incautados o expoliados en la Guerra Civil. Esta semana nos hemos enterado de que el Ministerio de Defensa alberga en sus dependencias 11 cuadros que fueron requisados por la Junta de Incautación del Tesoro Artístico, un órgano de la España republicana. Además de que el Ministerio no haya podido verificar la autoría y la propiedad original de las obras, lo sorprendente es que ahora sostiene que los cuadros son propiedad del Estado por usucapión, es decir, por posesión continuada y legal tras superarse el plazo establecido por un decreto franquista de 1963. Una broma pesada, sí, toda vez que en 2022 se negó esa usucapión en el caso de los dos cuadros devueltos a la familia Sota o de que ese argumento contradice flagrantemente el espíritu de la Ley de Memoria Democrática.

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