Futuro desde el presente

Dicho de otra manera, es como si nos colocaran en la cara una gran pantalla Imax a través de la cual se puede ver a Indiana Jones corriendo por el mismo salón de nuestra casa o incluso un partido de futbol como si estuviéramos en el propio terreno de juego, entre la defensa o la delantera, al mismo tiempo que se consultan las estadísticas del encuentro. Naturalmente, la sensación de inmersión aísla y contradice esa socialización tan deseada por muchos en las películas caseras o en las retransmisiones deportivas, aunque también está a tono con el creciente individualismo contemporáneo. Las nuevas gafas virtuales de Apple no se generalizarán de la noche a la mañana -su precio cercano a los 3.500 dólares es una barrera considerable-, pero lo mismo que con otros gadgets tecnológicos su desarrollo y abaratamiento podrían universalizarlas.

Cuestión importante en ello es el efecto sobre la industria de contenidos audiovisuales y sobre los otros soportes de visionado, como las televisiones. Bueno, que en la presentación de las nuevas gafas de Apple estuviera y participara el máximo ejecutivo de Disney dice mucho del gran negocio que todo esto presupone para la industria del cine y del entretenimiento, ya que la tecnología multiplica su valor económico con los contenidos y la utilidad social.

Otra cosa es el impacto sobre las televisiones convencionales, algo que podría emular el perjuicio que ocasionó el iPhone sobre las cámaras de fotos digitales. ¿Será así el escenario de buena parte de nuestro ocio? Difícil afirmarlo categóricamente, aunque ya sabemos que el futuro se crea muchas veces desde el presente.

Puede ser que la mano dura sea una respuesta autocrática frente al 'ecoactivismo del Loctite', es decir, frente a los agresores de los museos que se pegan a los cuadros. Quizás, pero el buenismo está dando alas y publicidad a los activistas. Esta misma semana otros dos ecologistas radicales se pegaron a un cuadro de Monet en Estocolmo y mancharon su cristal con pintura roja. ¿Qué hacer ante esta moda? ¿Mano dura o tolerancia? La respuesta la ha dado la Iglesia, campeona en la teoría del perdón. Un tribunal de la Ciudad del Vaticano ha condenado con 9 meses de cárcel, 1.500 euros de multa y una indemnización de 28.148 euros a tres ecologistas que se pegaron en 2022 a una escultura de Lacoonte. Mano dura, eso sí, con la bendición apostólica de Su Santidad.

Esta semana la cultura vasca perdió a Guadalupe Echevarría, la inolvidable Guadita, vanguardista 'avant la lettre', feminista auto-determinada sin aspavientos, transfronteriza y multicultural, irredenta y hasta tronante, pero de una inmensa generosidad humana. Guadita estuvo en muchas cosas, en muchas aventuras, todas ellas impulsadas por su curiosidad vital y sus inquietudes visionarias, las mismas que el tiempo acabó por validar. Por ejemplo, puso con mucha anticipación el ojo en Nam June Paik, el padre del videoarte, lo mismo que escribió sobre Rosario Weiss, la hija de la amante de Goya, mucho antes de aquella monográfica en la Biblioteca Nacional. Hace dos meses le pregunté por Guadita a Thierry Fouquet, amigo suyo y antiguo director de la Ópera de Burdeos. Nada se sabía de ella, con lo cual recordamos aquella toma en 2005 para un documental televisivo sobre Luis Mariano, en la que una enlutada Guadita se apoyaba en el Pont de Pierre del Garona y afirmaba con autoridad: «Burdeos es la ciudad de las cuatro emes: Montaigne, Montesquieu, Mauriac y Mariano». Genial, sí.