Urgente Grandes retenciones en Rontegi, La Avanzada y el Txorierri por un accidente entre dos vehículos

Sting tiene la fórmula perfecta, inagotable, para perdurar e inmortalizarse en un pop de contemporaneidad multiforme. Con una peculiar pócima musical y existencial, refinada en el alambique de la inteligencia comercial y emocional, no solo ha logrado exportar a la posmodernidad aquella frescura de los ... Police que acabó hace 45 años con el punk en beneficio del rock, sino que además ha alumbrado un asombroso 'easy listening' de pop, rock, reggae, jazz y música global, tan reconocible por cualquier audiencia como lo fueron las melodías de Ray Coniff en los 60. En una de las canciones de aquel disco publicado en 2016, '57th & 9th', Sting invocaba la desaparición física de las estrellas del rock, pero también certificaba el mito y la inmortalidad de algunos mortales.

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Justo lo que podía aplicarse a su propia vigencia, en cuyo mortero se mezcla leyenda, calidad, sabiduría, activismo social e hinduismo, todo lo cual explica los grammys, los millones de discos, la celebridad, la villa toscana, los viñedos biodinámicos y hasta esa presencia escénica tan extensa como la de su tour casi cuatrienal, 'My songs', prueba irrefutable de vida y perduración. Cierto que la relevancia a los 71 años en el 'showbizz' ya solo se logra con la adaptación de la voz a un tono más cuidado, con una presencia escénica menos abrumadora -de ahí el protagonismo emotivo de su hijo Joe Sumner- y con el abrigo incomparable de unos excelentes músicos. Pero es lo mismo, porque basta la percusión rítmica de Zach Jones presagiando cualquiera de sus muchos hits, la mezcla de cuatro conocidas melodías que se alargan con la libertad formal del jazz o la voz aguda y suave de Sting, tocando el bajo o la guitarra acústica, para que el milagro de la inmortalidad en el rock se vuelva a renovar.

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