Si los actores y actrices, los escritores, los fotógrafos, los artistas visuales o los guionistas se sienten ahora amenazados por la Inteligencia Artificial (IA), ¿cómo no van a sentir lo mismo esos influencers de las redes sociales que se han convertido sin demasiada ciencia en infalibles prescriptores del deporte, la nutrición, la moda, los viajes, la belleza y la vida?

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Pues sí, lo digo porque la aparición progresiva en Instagram o en TikTok de influencers virtuales que han sido creados con herramientas de la IA está empezando a canibalizar el mercado de los prescriptores humanos, hasta ahora chicas y chicos muy monos seguidos por millones y que tarifan a más de 1.000 euros por un simple post. Pensando en el tema con cierta perspectiva, la verdad es que si la falsa naturalidad, la banalidad y la artificialidad reinan en los posts de Maria Pombo, Dulceida, Kortajarena o Pelayo Díaz, qué más nos da que un replicante virtual llamado Lil Miquela, Kuki o Aitana López -por cierto, una chica muy guapa y de pelo rojizo- nos enseñe con el mismo falso preciosismo su viaje a Qatar, la lencería comprada en Dubai o la fiesta de su cumpleaños.

Pero, ¿serán estos artificios tecnológicos los heraldos de un final disruptivo para los encumbrados influencers? Pues no se sabe, aunque de un lado los estudios más recientes reflejan que solo un 3% de los consumidores se deja influir ya por esos famosos de las redes sociales, mientras que por otro algunas marcas como H&M se han dado cuenta de que los influencers virtuales llegan diez veces más a su público objetivo, son un 91% más baratos que sus rivales humanos y encima son menos divos, más manejables y bastante más fieles a la marca que los de carne y hueso.

Bueno, no se asusten, seguro que el respetable querrá seguir por un tiempo enganchado al devenir genético y existencial de la Pombo o de la Ferragni, pero concédase cuando menos que a los engendros de la IA les aguarda un buen mañana, lo mismo que a los actuales influencers una devaluación sustancial en sus honorarios.

Globos de Oro: a pesar de todo

Cine

Globos de Oro: a pesar de todo

Que los Globos de Oro están desprestigiados, que su audiencia ha caído, que su influencia sobre los Oscar es nula… Lo que quieran, pero el interés ante la primera gran cita de la temporada de premios sigue a pesar de todo. Será, pues, que los Globos de Oro son el vestigio resiliente del viejo Hollywood, que sus categorías permiten la inclusión del cine comercial, de los musicales y de las series de televisión o simplemente que la primera alfombra roja del año es de nuevo la ocasión propicia para los 'voyeurs' del estrellato y la estética del glamour. Cualquier cosa, lo mismo que la curiosidad por saber si 'Oppenheimer' ganará a 'Los asesinos de la luna llena', Cillian Murphy a Bradley Cooper, Annete Bening a Sandra Huller, la película de Bayona a 'Anatomía de una caída' o si se reconocerá a 'Barbie' por su hazaña en la taquilla. Pues eso, que esta madrugada vuelve el cine y su espectáculo.

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Música

Taylor Swift: dimensión económica

Taylor Swift se ha convertido en el mejor epítome de la industria musical global. Digo industria, sí, porque más allá de su valor creativo, de sus Grammy y Emmy, de los millones de descargas en Spotify o de los discos físicos y las entradas de sus conciertos en vivo o en las salas de cine, se ha convertido en un fenómeno digno de estudio con extraordinarios resultados económicos directos e indirectos. La Reserva Federal norteamericana ha reconocido el impacto producido por su actual gira en ciudades como Chicago y Minneapolis, en las que se ha alcanzado un record de ocupación hotelera coincidiendo con sus conciertos. Varias universidades norteamericanas, incluyendo Harvard, han analizado el fenómeno 'Swift', quizás la mejor combinación entre una notable capacidad expresiva, letras sensibles y próximas y marketing de megaestrella. Música y cultura, por supuesto, pero lo de Swift tiene una increíble dimensión económica e industrial.

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