Por lo que se ve la última galopada de autoafirmación en la contemporaneidad tecnológica no es otra que la de salir o permanecer, la de ... estar o no estar en Twitter, antigua denominación de X, hasta hace nada un espacio virtuoso para el escaparate referencial o relacional y ahora, de la noche a la mañana, un engendro ominoso del poder algorítmico, un instrumento favorito de la extrema derecha para la propagación del odio o incluso un canal necesario y principal para la desinformación y las teorías conspirativas.

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Pues sí, con Musk convertido en apéndice accesorio de Trump y sobre todo en hacedor y troll supremo de X, ser o parecer un secuaz suyo con cuenta en el sitial del capitalismo triunfante es como despertarse en un progresismo sin progreso o como negar una obligada insurgencia después de haber pertenecido plácidamente a una oprobiosa dictadura algorítmica. Por eso hay que salir rápidamente de X, haciendo ruido y aspavientos progresistas, publicitando con ello el disenso frente al control y la toxicidad ideológica, aunque duela perder la audiencia y la repercusión lograda gracias a una larga vecindad relacional con muchos contenidos extremos. Pero como los tuiteros confesos y progresistas no quieren renunciar a su bien ganado espacio instantáneo de expresión y autoafirmación, tienen que migrar y buscar otra plataforma para seguir asentando su protagonismo en la tecnología de esta democracia deliberativa. ¿A dónde irán? ¿A Bluesky o a Threads? ¿Del capitalismo tecnológico de Musk al de Zuckerberg? ¿De de un poder algorítmico a otro que pasado mañana también puede ser cuestionado?

Pues lo quieran, pero por favor que no nos lo publiciten, que no nos lo justifiquen y que no nos aburran con sus tormentos progresistas.

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