
Endosar la culpa al otro
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Las 'majors' presionan a Trump para acabar con la 'excepción cultural' que protege el cine europeoEl populismo tiene en la industria del agravio su instrumento favorito, su escapatoria para endosar la culpa al otro. Lo digo por los aranceles de ... Donald Trump, pero también por ciertas culpas de la Unión Europea. De hecho, la lectura de ese amplio 'Informe Presidencial sobre las Barreras al Comercio Internacional 2025' permite comprobar la existencia de muchas falacias, pero también las de algunas razones de peso.
Esto sucede con el audiovisual europeo y, más en concreto, con el cine del Viejo Continente. Ya sabemos que en Europa rige la 'excepción cultural', un concepto que considera al cine como un instrumento de identidad cultural, algo que permite mantener cuotas de proyección, mecanismos limitativos a las plataformas digitales y subvenciones para proteger nuestro mercado de la competencia exterior. Véase, por ejemplo, que en España por cada tres días que se proyecta una película de un país que no sea de la UE hay que estrenar una película europea. Algo similar pasa con las plataformas de streaming, ya que su programación debe de ofrecer al menos un 30% de contenidos de la UE, de los cuales al menos la mitad deben de estar dobladas a una lengua oficial de España. Además, las plataformas -casi todas norteamericanas- deben de invertir obligatoriamente el 5% de sus ingresos en la producción de películas de la UE, una cantidad de la que el 40% se reserva a obras de productores independientes en cualquiera de las lenguas oficiales de España.
Seguramente la defensa de la excepción cultural merece la pena y además se dirá que en el mercado norteamericano el cine de Hollywood es preponderante. Pero, ¿qué diríamos si los norteamericanos establecieran mecanismos tan proteccionistas en su mercado contra la industria audiovisual europea o española?
Añádase a ello que con nuestro proteccionismo creciente la cuota del cine de Hollywood en Europa ha pasado del 90% en 2009 y del 85,6% en 2014 a cerca del 69% en 2024, con lo cual las 'majors' americanas también presionan a Trump en este capítulo. Mucho me temo, en fin, que sobre este tema no tenemos toda la razón.
La Audiencia de Barcelona autoriza la publicación del libro de Luisgé Martín sobre el crimen de José Bretón, pero la editorial Anagrama mantiene prudentemente la suspensión de su publicación. Curiosa situación, porque el juzgado rechaza la medida cautelar para impedir su publicación por no guardar relación con una eventual demanda por vulneración de los derechos de las víctimas, pero no aclara si la libre creación o la libre expresión prevalecen en este caso sobre los anteriores derechos.
En cambio, al mantener en suspenso el libro la editorial parece reconocer que estos últimos deberían prevalecer sobre las libertades de creación y expresión. Y, ¿qué habría pasado si en vez de una demanda que pedía cautelarmente no publicar 'El odio' se hubiera planteado otra sobre la vulneración de los derechos de las víctimas?
Y, ¿por qué no pensó antes la editorial sobre la inminente colisión de esos derechos? Misterios de la contemporaneidad.
El tiempo y su bruma de olvido habían enviado al archivo nostálgico de la memoria aquel estilo de Brian Ferry y de los Roxy Music, elegante y atemporal, dramáticamente sofisticado y tan imbuido de la cultura pop como de inspiraciones vanguardistas y literarias. Sí, pero once años después del último álbum de Ferry en solitario vuelve el aroma de antaño, ahora más arriesgado y experimental, bien narrativo y hasta recitativo. 'Loose Talks' contiene once temas que aprovechan como base sus demos o bocetos musicales albergados en los estudios desde los años 70, a los que se ha incorporado la voz sorpresiva y los recitativos de Amelia Barratt, artista visual y escritora, evocadora melancólica de paisajes existenciales con el fondo electrónico y los riffs añejos de los Roxy. No todo es Ferry, claro, pero sí está todo su sabor, su aroma.
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