Nada dura, todo cambia

Porque nos guste o no, hoy la relevancia de la cultura se dictamina y se difunde en TikTok, Facebook, Instagram o YouTube. Véase que TikTok ha acumulado en los últimos cuatro años más de mil millones de usuarios en todo el mundo, de los cuales 170 millones corresponden a América del Norte, precisamente donde se capitaliza buena parte de la creación musical y cinematográfica.

Además, TikTok se nutre de una enorme oferta y demanda manejada por una audiencia receptiva a interactuar con subculturas que se han convertido en tendencias culturales y estéticas. De hecho, el 70% de sus usuarios considera que esa red tiene el poder de influir en la creación y en el consumo cultural, algo también aprovechado por la industria -la de la música, la del cine o la editorial- en sus propias estrategias de comercialización. En otras palabras, ya no es solo que TikTok sea un semillero de expresión creativa intergeneracional o un instrumento de confianza para sus usuarios, sino también el que mejor vincula el manejo de los algoritmos con los intereses de quien lo utiliza o el más útil para propagar los contenidos de tendencias culturales.

Por supuesto, no se piense que todo lo anterior es solo válido para la Generación Z -la misma que también usa las redes como fuente principal de información y consulta-, porque los datos reflejan que en el caso de TikTok el promedio de su audiencia tiene más de 30 años. Pero, afirmado lo anterior, lo pertinente es preguntarnos si este estado de cosas es inmutable, perdurable. Por supuesto que no, ya que en esta vertiginosa modernidad nada dura y todo cambia, ya sea la tecnología, la regulación o la propia sociología del consumo.

En 1969 la mafia siciliana cortó de su bastidor y robó un lienzo de Caravaggio, 'La Natividad', que estaba en el oratorio de San Lorenzo, en Palermo, y del que no se ha vuelto a saber nada desde entonces. Por supuesto, no es que el mundo del hampa expresara con este robo una especial sensibilidad coleccionista, sino que con toda seguridad la obra habrá servido de aval en operaciones multimillonarias del tráfico de drogas. Esta tesis parece corroborada a través de la muestra abierta hasta enero en el Palacio Real de Milán, donde se incluyen más de 80 obras incautadas a la mafia siciliana o a la N'drangheta calabresa. El catálogo incluye piezas de Dalí, Warhol, Christo, de Chirico, Fontana o Rauschenberg. El epígrafe que las agrupa, 'SalvArti', alude al hecho de que, a diferencia de otros bienes confiscados como automóviles o propiedades inmobiliarias, estas obras de arte pasarán a los museos nacionales italianos y no serán subastadas. Ya se ve que el mundo del hampa tiene aviesas intenciones, pero al menos sabe muy bien lo que roba.

Con el ministro Urtasun lo previsible es siempre infalible. Resulta que ahora, en su Plan de Igualdad, no solo figura la pretensión de crear unos cursos sobre igualdad de género para directivos, personal de los servicios centrales y personal de los organismos adscritos al Ministerio, sino también la exigencia de que en los espacios del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música se establezca una cuota del 40% para el repertorio femenino. Por supuesto, nadie sabe en qué consistirá el temario de los cursos de igualdad de género o quiénes serán los doctos pedagogos que adoctrinen en la materia. Y tampoco se conocen los criterios para imponer a machamartillo en la música, el teatro y la danza esa cuota femenina del 40%, aunque se intuye que la calidad y el talento no serán esenciales. Digo que se intuye, sí, porque con Urtasun lo previsible es siempre infalible.