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Criticar al crítico
Angélica Liddell ·
En este oficio declinante lo importante es la libertad de opinar y el estímulo para evitar el adocenamiento del espectadorSecciones
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Angélica Liddell ·
En este oficio declinante lo importante es la libertad de opinar y el estímulo para evitar el adocenamiento del espectadorEn Hollywood se decía con sorna que un crítico de cine tenía la ventaja de poder ser al mismo tiempo el juez y el asesino de una película de misterio. Razón de más, entonces, para que aceptemos que el director o el intérprete de una ... obra de cine o teatro pueda a su vez criticar o replicar los dicterios que le ha dedicado un crítico. Es lo que ha hecho esta semana la genial y provocadora Angélica Liddell, en cuya última obra estrenada en el arranque del prestigioso Festival de Aviñón no solo ha recitado en voz alta fragmentos de algunas críticas que no le fueron favorables, sino que además ha desatado la furia de los críticos insultando a algunos de ellos o incluso levantándose la falda y enseñándoles burlonamente el culo.
Seguramente la crítica de cine y teatro es hoy un oficio declinante, asediado por intrusos indocumentados o incluso estrangulado por opinantes sobrevenidos al fulgor de las redes sociales. Pero hay todavía críticos serios, profesionales y experimentados, cuyas opiniones son, lo mismo que las emitidas por simples 'haters' o 'fanboys' de los famosos en las redes sociales, secreciones de una libertad de expresión que debe ser preservada a toda costa. Por la misma razón, la libertad de crítica tampoco puede negar o restringir la libertad de expresión de la que goza un autor, un director o un intérprete de cine o teatro que se haya sentido agraviado por el análisis o la evaluación de un crítico. Y mucho menos, claro, si tenemos en cuenta que el mejor teatro es el que disecciona la sociedad, sobre todo con una sátira de la que no se libra nadie, ni el crítico ni el criticado.
Por supuesto, la crítica de unos y de otros es subjetiva y tiene formas, unas veces con el estilo de una barra de bar y otras con peso argumental y altura literaria. Pero dejando aparte las provocaciones que solo buscan publicidad o las injurias y calumnias que luego se ventilan en los tribunales, lo verdaderamente importante de las críticas es tanto la libertad de opinar como el estímulo para evitar la estupidez y el adocenamiento del espectador.
Museos nacionales
No parece que entre las prioridades más urgentes del ministro Urtasun esté el funcionamiento estable y normal de algunos museos nacionales. Lo digo porque varios de esos centros siguen acumulando cierres intempestivos y no del todo explicados en épocas de alta demanda. El Museo Arqueológico Nacional anunció de forma sorpresiva que iba a estar cerrado el sábado 29 de junio, alegando «razones técnicas». Ese mismo día también permanecía cerrada la cuarta planta del Museo Nacional de las Artes Decorativas, en la que se exponía una instalación de David Trullo incluida en la sección oficial de PhotoEspaña. En este caso los vigilantes informaban a los desprevenidos visitantes de que el calor acumulado en esa planta recomendaba su cierre desde finales de junio a septiembre. Pues no sé si será por la falta de vigilantes, de un sistema de climatización o de unos botijos, pero estos cierres intermitentes dan una imagen de los museos nacionales y de nuestra política cultural verdaderamente tercermundista.
Grandes exposiciones
Las estrellas del rock seducen, lo mismo que atraen miles de visitantes a los grandes museos, otrora templos más exclusivos. Todo concuerda en esta posmodernidad: idolatría, marketing y negocio. En efecto, si la muestra de David Bowie le consagró como icono de la modernidad y encima generó en todo el mundo más de dos millones de visitantes, entonces no hay razón para criticar la exposición que el Victoria & Albert de Londres le va a dedicar a Taylor Swift desde finales de mes, incluyendo vestuario, letras de sus canciones, videoclips, instrumentos y premios.
La fama de Taylor Swift no solo es incontestable, sino que además es deseable e imitable para muchos en términos antropológicos, algo que explica su poderosa atracción. El éxito del museo está garantizado. También el negocio, porque Taylor Swift ofrece en agosto dos conciertos en Londres. Pues eso: idolatría, marketing y negocio.
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