Bueno, digamos que en este verano el cine va regular o más bien desigual. Lo de regular va por la caída en la taquilla global en relación con el verano anterior y lo de desigual, sí, porque en Europa la cosa está mejor que en ... Norteamérica y Asia. Mejorar el año precedente era tarea difícil, porque la recaudación global lograda por 'Barbie' y 'Oppenheimer' fue un fenómeno de casi imposible repetición. Pero da que pensar que en los Estados Unidos, en la meca del negocio y de la industria audiovisual, los resultados estén siendo mediocres y la taquilla sea más de un 20% inferior a la del año pasado. ¿Qué está pasando? Pues son varias las causas. La primera es el impacto derivado de la pasada huelga de actores y guionistas. Con los retrasos en algunas producciones y sin el desfile habitual de grandes estrenos veraniegos, la recaudación se ha resentido notablemente. Además, muchos estrenos de Hollywood en esta temporada estival no han logrado cumplir con las expectativas, todo lo cual ha favorecido el consumo de cine a través del 'streaming'. Añádase a lo anterior, igualmente, que un mercado tan importante como el de China todavía no ha recuperado la taquilla pre-pandémica. Afortunadamente las buenas noticias vienen de Europa, donde el aumento de las inversiones en producción y la amplia oferta de películas nacionales han logrado recuperar la taquilla anterior al covid. Véase el ejemplo de Francia, uno de los mercados europeos más importantes, donde en julio se vendieron 18,7 millones de entradas, una cifra no alcanzada desde el año 2011. Menos exitoso es el caso de España, ya que las caídas de los estrenos hollywoodenses solo se han compensado con las taquillas logradas por las películas de Santiago Segura y Joaquín Mazón. En todo caso, recuérdese que la taquilla global europea es siempre mucho más pequeña que la estadounidense. ¿Es entonces esta crisis veraniega del cine el anticipo de una catástrofe de mayor calado? Pues quizás no tanto. Pero es un serio aviso, aunque con los estrenos de Hollywood en otoño y en 2025 las aguas deberían volver a su cauce.
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Festivales
Tiene razón la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) cuando denuncia algunas malas prácticas que afectan a varios de los grandes festivales musicales. Por ejemplo, la OCU se refiere a prohibir la entrada de comida o bebida en los recintos, al pago si se sale de los anteriores y se quiere volver a entrar, a la obligatoriedad de abono por los vasos reutilizables o, lo que es peor, al cobro de comisiones y al plazo para recuperar el saldo no utilizado en las pulseras 'cashless', el sistema que impide además el uso de dinero en efectivo. Bueno, se entiende la importancia de los festivales para la industria musical y para el sector público municipal y autonómico. También la eclosión de este tipo de eventos, cerca ya de 850 en toda España, lo mismo que su modelo de negocio. Sí, pero el apoyo institucional a los festivales y la dispersión normativa de las diferentes autonomías no pueden implicar una carta blanca para justificar los abusos. Pues eso, armonicen la normativa e impidan unos desmanes que desprestigian un negocio creciente.
Música
Que sí, que sí, que la música es en las elecciones norteamericanas como la taquigrafía sonora que conecta a los votantes con los candidatos. Y sus mensajes, ya que no es lo mismo una canción rítmica que otra con mensaje sobre derechos civiles o la interpretada por algún icono feminista. Otra cosa es que a los candidatos les guste bailar en los mítines, como a Trump el clásico de Village People 'Macho Man', ritmo para el frenesí de la testosterona presidencial. Los candidatos conceden una notable importancia al apoyo de los famosos del pop o el rock. Y, ¿quién es la estrella más solicitada? Por supuesto Taylor Swift, a quien no le ha hecho falta un apoyo explícito a Kamala Harris. En redes sociales ya ha surgido el movimiento 'Swifties for Kamala', secundado en pocas horas por 170.000 'followers'. Casi nada.
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