Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

Las malas prácticas en los museos y en las instituciones culturales públicas siguen al alza, lo mismo que la presurosa exteriorización de la militancia política de algunos de sus responsables. Estas últimas semanas hemos conocido tanto el nombramiento por libre designación y sin convocatoria abierta ... o concurso del principal responsable del Palacio Euskalduna y del nuevo director del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao (Zinebi), como también la inclusión como candidato en la lista de Sumar a las elecciones europeas del director del Thyssen, Guillermo Solana.

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En principio se podría esgrimir la lógica política e institucional al nombrar solo profesionales de confianza o de sintonía política con el poder público de turno, como también lo irreprochable del ejercicio del derecho constitucional a expresar libremente afinidades ideológicas o políticas, sea cual sea el desempeño profesional del designado. Pero el problema es, en el primer caso, que esa preferencia por la designación directa excluye la concurrencia y la oportunidad de contar con otros candidatos de mejor experiencia, capacidad, calificación, conocimientos y habilidades, además de ofrecer un resquicio a la injusticia y al partidismo.

Mal asunto, por lo tanto, que estos nombramientos no se rijan por el Código de Buenas Prácticas que puso en marcha el ministro Cesar Antonio Molina, confiando la selección a un concurso de méritos decidido por un jurado constituido por profesionales de toda solvencia. Tema distinto es el de la sorpresiva candidatura electoral del director del Thyssen -verdaderamente simbólica, puesto que no figura en posiciones de ser elegido parlamentario europeo-, algo tan lícito como escasamente indicado para la autonomía y la estabilidad de la gestión en el museo. Porque si el director se somete con disciplina jerárquica y partidista a la radicalidad ideológica de su ministro y conmilitón, entonces pierde la autonomía del museo y encima se justifica la interrupción de su gestión por cualquier cambio político.

Elecciones EE UU

Reparto de apoyos

Robert de Niro ha dicho que Donald Trump es «un payaso» y Jon Voight, el padre de Angelina Jolie, que Joe Biden es el culpable de dividir al país y de sumergir a sus ciudadanos en una «guerra civil». Pues sí, ya se sabe que la polarización es el síntoma manifiesto de un país dividido y el fenómeno habitual en cualquiera de las elecciones presidenciales de EE UU. Nada inhabitual, por supuesto, y nada que no sea ajeno al cine y al 'showbizz', donde siempre surgen partidarios y oponentes de cada candidato.

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Hollywood ha sido sempiternamente un bastión demócrata, con lo cual está siendo frecuente no solo el apoyo de muchos famosos a Joe Biden, sino también la participación en galas y reuniones para financiar su campaña. En su bando se encuentran personajes tan diversos como Tom Hanks, Lady Gaga, Beyoncé, Ellen De Generes o Bruce Springsteen. Por el contrario, Kanye West, Dennis Quaid y James Woods apoyan a Trump. Por supuesto, queda por saber lo más importante: si Taylor Swift volverá a apoyar a Biden y si Clint Eastwood hará lo propio con Trump.

Moda

Cambio y progreso

El cambio es lo único permanente. La moda también cambia, vertiginosamente, por mucho que Gabrielle Chanel añadiera que el estilo permanece. Cambian o se reinterpretan hasta la camelias, el tweed y las cadenas de Chanel, lo mismo que cambia su demanda o su dirección creativa. Dior ha tenido ocho directores artísticos y Chanel solo dos, tras la desaparición de Cocó: Lagerfeld y Virgine Viard, cuya marcha se ha anunciado esta semana. La eternidad de Lagerfeld fue un milagro, un prodigio de 38 años estirado por la versatilidad ante las tendencias, la progresión de los ingresos y la notoriedad del espectáculo. Viard no ha resistido la comparación con Lagerfeld. Los cambios en la moda derivan del mercado y los ingresos. Los talentos entran y salen rápido. La rotación es buena para el negocio y las tendencias. Sin cambio no hay progreso, sin cambio no hay moda.

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