Censura, esa vieja dama
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Los ataques contra la libertad artística vienen de derecha e izquierda, de norte y surSiempre indigna, la vieja dama de la censura continúa implacable en todas partes. Lo acabamos de ver otra vez en Turquía, donde se ha prohibido la película 'Queer', de Luca Guadagnino, en la que Daniel Craig asume el papel de un homosexual toxicómano y que ... se estrena en España el 1 de enero. Será cuestión de no turbar la sensibilidad del respetable o de no alterar el orden público, tal y como reza la explicación de los censores turcos. Pero la censura no es privativa, ni mucho menos, de los países en los que la libertad de expresión es inexistente o endeble.
Véase que en España Vox llegó hasta pedir la retirada de una obra de Lope de Vega, simplemente porque en la escenografía aparecían un falo y una vulva de gran formato. Nada que envidiar a lo que acontece en Alemania, Francia y Países Bajos, donde algunos partidos presionan para que se recorten radicalmente las subvenciones a manifestaciones culturales que no sean «tradicionales» y «nacionales».
No extraña, pues, ese manifiesto contra los atentados a la libertad artística, que ha sido suscrito estas últimas semanas por los responsables de 200 teatros europeos, en el que se alerta del riesgo que amenaza la existencia, la cooperación y la diversidad de la cultura europea, además de reclamar la condena contra los ataques, prohibiciones, despidos y recortes en los distintos países de la UE, especialmente los protagonizados por partidos conservadores y nacionalistas.
Pero que no saquen pecho los políticos de izquierdas, porque el empuje y la tentación censora también pueden venir de sus filas, adoptando modalidades mucho más sutiles que las de un choque entre el arte y la moral. Me refiero esencialmente a la autocensura derivada de no aceptar lo que se considera políticamente correcto, al miedo ante un posible señalamiento político o una posible cancelación, al ostracismo creativo por no pertenecer al círculo de poder de la cultura pública o incluso al dirigismo con nombramientos de afines ideológicos en las instituciones públicas.
La vieja dama de la censura sigue rampante, insisto, en la derecha, en la izquierda, en el sur y también en el norte.
The Beatles
La fama no siempre es perecedera, sobre todo cuando se convierte en una marca de valor financiero creciente. Lo digo por los Beatles, a la postre un producto con indudable reconocimiento de marca, de música inmutable, tanto en la industria discográfica, la radio y el cine, como en el interés social por una imagen icónica asociada a cierto cambio cultural en los años 60. Un éxito permanente, en definitiva, que trasciende fronteras culturales, generaciones y hasta el imperio actual de las redes sociales. Pero, obviamente, la marca y el negocio necesitan del alimento constante para mantenerse en el ojo público, estirando los diez años de colaboración del grupo, los doce álbumes originales y las doscientas canciones, casi todas escritas por el dúo Lennon-McCartney. Por eso mismo no extraña ahora el anuncio de los cuatro biopics dedicados a los Beatles, que serán dirigidos a partir del próximo año por Sam Mendes, de los que ya empiezan a conocerse los intérpretes. Ya sea en libros, en una funda de móvil, en una grabación inédita o en el cine, la marca y el negocio continúan haciendo caja.
Moda
El debate sobre la atribución de ciertas piezas de la alta costura resulta fascinante. ¿Es el vestido de la reina Letizia en el retrato de Leibovitz una creación indubitada de Balenciaga? En el archivo de la Fundación Montpalau figura como «probablemente realizado en el taller de Balenciaga de Barcelona», en 1948. Es decir, una posibilidad pero no una certeza. Algo lógico, porque el vestido no conserva la etiqueta ni la usual numeración. Además, hay otras tres cuestiones. Una, que la línea sirena de Balenciaga es posterior. Otra, que el fruncido no es el habitual en él. Y la última, que la forma y el tipo de fruncido fue seña de identidad de Marcel Rochas. El vestido estuvo en una muestra del museo de Getaria en 2013, comisariada por el responsable de la Fundación Montpalau. Eso sí, no hay duda de su calidad y belleza, sea de Balenciaga o de Rochas.
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