A Trump no le gusta la diversidad de género, la igualdad racial y de oportunidades o la inclusión. Nada nuevo en alguien que considera cualquier esfuerzo político o financiero para lograr lo anterior una «discriminación inmoral, corrosiva, perniciosa y encima con un coste que constituye ... un despilfarro». Pero quedémonos con esto último, con lo del despilfarro, porque los gustos ideológicos de Trump y el colosal presupuesto que maneja ya tienen desde hace poco un efecto sobre los programas y subvenciones que tenían como objetivo alcanzar esa igualdad racial y de género o una efectiva diversidad y una real inclusión social.

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Un objetivo seguido también en todo Occidente, con especial visibilidad en el mundo de los museos norteamericanos y europeos, la mayoría de ellos comprometidos con transformarse en instituciones respetuosas con la diversidad, atentos a las perspectivas de género e involucrados en dar voz en sus muestras a las mujeres, a las personas transgénero y a los artistas que no sean blancos y occidentales.

Pues sí, pero de momento esta tendencia casi siempre positiva, aunque a veces radical y limitadora, se va a ver cuestionada en su desarrollo. Porque de un lado Trump ya ha ordenado el cese inmediato de cualquier programa y subvención destinada al objetivo anterior en cualquier museo federal; mientras que de otro la medida acabará teniendo influencia en algunos museos americanos y europeos. No tanto por la reducción de fondos federales que no afectará mucho a los museos americanos de financiación privada o a los europeos, como por el efecto desincentivador que tendrá en la producción y en el comisariado de muestras a ambos lados del Atlántico.

¿Pasaremos por culpa de Trump de una vigente filosofía museística y expositiva a otra completamente diferente? Quizás no sea para tanto, pero es seguro que algo va a cambiar.

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