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La fiesta del Libro es precisamente eso: Una celebración cultural, es decir, de la lectura, los lectores, los autores y de todos los demás agentes en la cadena editorial; pero también un evento para la promoción comercial de esa misma industria editorial. Por ello, que ... nadie se aflija por la vertiente exclusivamente mercantil de nuestra primera industria cultural, porque de ella dependen no solo un porcentaje significativo de nuestro PIB y muchos miles de empleos, sino también una buena parte de la creación literaria, la educación lectora y cultural y hasta la presencia y la influencia exterior de nuestra lengua y nuestra cultura. El libro goza de muy buena salud en España, según el último informe de los Gremios de Editores.
A saber, el sector editorial ha mantenido un ritmo progresivo de crecimiento en la última década y encima se ha convertido en el principal exportador de la Unión Europea, algo igualmente explicable por compartir con Iberoamérica una lengua común o incluso por el tirón de su demanda en Europa y en EE UU. Que la población española siga decantándose por la lectura como opción frente a la oferta audiovisual tiene consecuencias en su progreso social, económico e intelectual. De ahí que el binomio cultura-negocio sea compatible y necesario, por mucho que el Gobierno y el Ministerio hayan decidido suprimir la Dirección General de las Industrias Culturales -el órgano que diseñaba las acciones públicas de promoción y desarrollo-, para priorizar una nueva de Derechos Culturales, algo que ya estaba plenamente garantizado por la Constitución.
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