En los meses centrales de 1816, aquel año en que no hubo verano por el enfriamiento del planeta a consecuencia de la erupción del volcán Tambora, Lord Byron planteó a sus amigos que cada uno escribiera una historia de terror. Allí nació 'Frankenstein' de Mary ... Shelley. Siglo y medio más tarde, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes propusieron a sus compañeros de generación, la que ha pasado a la Historia como la del 'boom' latinoamericano, que hicieran una novela sobre un dictador de sus países respectivos. Incluso llegaron a repartirse los nombres sin la menor discusión entre ellos, de tan larga que era la lista de candidatos a ser convertidos en personajes literarios.
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Había un precedente de mucho prestigio: 'El señor presidente' de Miguel Ángel Asturias, retrato nada disimulado del guatemalteco Estrada Cabrera. Con esa referencia en la cabeza de la nueva generación, los primeros títulos llegaron en 1974: 'El recurso del método' de Alejo Carpentier y 'Yo el Supremo' de Augusto Roa Bastos. La lista casi improvisada que debían ir completando entre todos quedó sin concluir, pero de esa propuesta nació un subgénero literario genuinamente latinoamericano: la novela que gira en torno a un dictador.
una vida de trabajo
«Es el único personaje mitológico que ha producido América Latina», llegó a decir Gabriel García Márquez. Ahora, la editora alemana Michi Strausfeld, una gran especialista en la literatura de ese continente, publica 'Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia' (Ed. Debate), un repaso torrencial a los autores del otro lado del Atlántico que desde hace ya seis décadas han marcado la narrativa en castellano.
Strausfeld pensaba en hacer carrera académica cuando a finales de los sesenta comenzó a preparar su tesis doctoral. El tema de la misma era la nueva narrativa latinoamericana, centrada en la figura de García Márquez, con quien se reunió en Barcelona cuando buena parte de la generación del 'boom' vivía allí, atraída por Carmen Balcells, la agente a quien tanto debe la literatura en español. Pero, una vez hubo acabado el trabajo, decidió que le resultaba más interesante convertirse en editora para llevar a Alemania la obra de todos los autores que iba conociendo.
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Y así fue. Su libro es, además, el relato de sus conversaciones con un Vargas Llosa de desbordante narrativa oral a lo largo de un viaje fluvial por el Amazonas; un Onetti a quien ya conoció tumbado en una cama de su casa de Madrid, y así estuvo durante veinte años; un Cortázar enamorado de la música, sobre todo del jazz; un Carpentier ya enfermo que apenas si podía hablar una hora antes de quedarse sin voz pero con el que intercambió numerosas cartas; un Octavio Paz que la invitó a una cena justo antes de recibir el Nobel; una Poniatowska con la que durante varios años tuvo una cita fija en la Feria de Guadalajara; un Fuentes que parecía saberlo todo y conocer a todo el mundo, y que jamás perdía su innata elegancia; y, por supuesto, un García Márquez que parecía mucho más empeñado en contarle la Historia del continente que en hablar de sus novelas. Así hasta casi completar la nómina del 'boom'.
De las conversaciones mantenidas con ellos y de sus libros, concluye que entre todos han ido escribiendo una Historia de América Latina que hasta su llegada nadie había contado. «La historia de nuestras letras nos consolaría un poco del desaliento que nos produce nuestra historia real», explicó Octavio Paz. Por eso los personajes centrales de la peripecia política y social del continente están grabados a fuego en las páginas de sus grandes novelas.
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Sobre Bolívar escriben Arturo Uslar Pietri, Álvaro Mutis y García Márquez; Carlos Fuentes lo hace sobre San Martín y el general Santa Anna, de quien Fernando del Paso dijo que era «a ratos héroe, a ratos traidor». José Gaspar Rodríguez, 'dictador eterno' de Paraguay (de 1814 a 1840, Stroessner lo superó largamente), es la figura inspiradora de 'Yo el Supremo' de Roa Bastos; el mexicano general Rosas está en 'Los recuerdos del porvenir' de Elena Garro, y Manuel Ávila tiene gran presencia en 'Arráncame la vida' de Ángeles Mastretta. Tomás Eloy Martínez dejó 'La novela de Perón' y 'Santa Evita'; Reinaldo Arenas desnudó la dictadura cubana y a Castro en 'Antes que anochezca'; y la epopeya del poblado brasileño de Canudos, que se rebeló siguiendo al cacique Antonio Conselheiro, se refleja en 'La guerra del fin del mundo' de Vargas Llosa.
El Nobel hispano-peruano embarcó a sus colegas en la aventura de un ciclo novelístico que debía titularse 'Los padres de la patria', pero nadie podrá acusarle de no haber hecho él mismo cuanto estaba en su mano por ponerlo en pie. Porque 'Conversación en la catedral' trata de la dictadura de Odría, 'La fiesta del Chivo' sobre la de Trujillo y 'Tiempos recios' acerca de la de Castillo Armas. El catálogo no termina aquí, porque es preciso añadir 'El otoño del patriarca' de García Márquez, 'El recurso del método' de Carpentier, 'Oficio de tinieblas' de Uslar Pietri, no tan referidas a casos concretos, y un puñado de títulos más, firmados por autores mucho menos conocidos en Europa.
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represalias
Un número elevado de quienes escribieron esas novelas, recuerda Michi Strausfeld, pagaron en forma de amenazas, ostracismo o exilio la osadía de retratar al poder absoluto sostenido por la fuerza de las armas. Luego, cuando las dictaduras se fueron resquebrajando; cuando Pinochet, Videla, Pérez Jiménez, Somoza y Rojas Pinilla fueron un mal recuerdo para tantos, la presión sobre los escritores llegó de otros rincones. Strausfeld analiza así el papel de las mafias, las guerrillas y el narcotráfico, que son para las jóvenes generaciones de novelistas lo que los dictadores para sus padres y abuelos.
Solo que el juego narrativo que dan personajes como Pablo Escobar y otros responsables de los cárteles de las drogas es de naturaleza muy diferente. De ninguno de ellos se podrá decir algo tan brutal como lo que cuenta Carlos Fuentes a propósito del dictador boliviano Enrique Peñaranda, que estuvo en el poder de 1940 a 1943. Según ha escrito el diplomático, ensayista y novelista mexicano, la madre de Peñaranda se lamentó en una ocasión: «De haber sabido que mi hijo iba a llegar a presidente, le hubiera enseñado a leer y escribir». Oro puro como material narrativo.
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Editora: Michi Strausfeld.
Editorial: Debate.
Páginas: 574.
Precio: 26,90 euros (ebook, 12,34).
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