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mónica arrizabalaga
Lunes, 28 de noviembre 2022, 14:44
La tinta desvaída hacía difícil precisar si ese antiguo pergamino estaba datado en el 26 de diciembre del año 943 o del 947. En todo caso, se tenía por el documento más antiguo conservado en el Archivo Histórico de la Nobleza (AHNOB) e incluso se ... llegó a pensar que podía ser excepcional, pues apenas han llegado a nuestros días escritos del siglo X castellanos. Se creyó que tal vez era el único original superviviente de los que se copiaron en el 1086 en el Becerro Gótico de Cardeña, uno de los cartularios hispánicos más importantes.
Nada más lejos. Una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de Burgos ha revelado que este escrito por el que el conde de Castilla Asur Fernández y su esposa Gontroda otorgaban una generosa donación al monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) es una falsificación medieval. «Es un documento hecho en el siglo XII, intentando que pasara por uno del s.X», asegura Julio Escalona, investigador del Instituto de Historia del CSIC.
Los monjes de Cardeña se basaron en una donación auténtica de los condes castellanos, hoy perdida, y la copiaron, sumando en ella una cláusula que asignaba al monasterio la propiedad de Santa María de Cuevas de Provanco, en Segovia, una iglesia ya desaparecida que en 1175 era objeto de disputa con los concejos de Peñafiel y Castrillo de Duero. Los escribanos medievales confeccionaron con tanto cuidado esta falsificación que no solo ganaron el pleito al presentar este documento y a dos monjes que juraron que era auténtico, también lograron que fuera tenido por genuino hasta ahora.
«A primera vista no es un documento que resulte sospechoso», explica Sonia Serna, la historiadora experta en paleografía de la Universidad de Burgos que ha desvelado el engaño. Nada en la letra visigótica redonda empleada, típica del siglo X, ni en el resto de los caracteres intrínsecos del documento (la forma en que está escrito, firmado o sellado) había hecho recelar a los profesionales del Archivo Histórico Nacional y posteriormente del Archivo Histórico de la Nobleza que catalogaron y digitalizaron los fondos de los duques de Osuna, entre los que se encuentra.
Sin embargo, Serna descubrió en su análisis una serie de anomalías que delataban a un escriba del siglo XII acostumbrado a escribir con letra carolina, no con visigótica. «A un escriba del siglo X no se le hubiera pasado por la cabeza emplear una abreviatura de nuestro como 'NRO' del sistema carolino; habría usado el visigótico 'NSO'», detalla la paleógrafa.
Tampoco era habitual que empleara la modalidad visigótica cursiva, que mezclara diferentes signos abreviativos para la misma palabra o que usara sin criterio algunos signos como la 'i baja' en ocasiones o la 'e caudada' para el diptongo 'ae'. «Hay errores que nunca hubiera cometido un monje cualificado que dominaba su oficio en un documento de cierta importancia», comenta Serna. Se trataba, sin duda, de un escriba que dos siglos después se esforzó por adoptar un tipo de letra al que no estaba acostumbrado.
Otro detalle formal del documento llamó la atención de los investigadores. En su estudio han comprobado que el pergamino estaba pautado con doble línea guía, pero la letra no encaja entre ambas. El escribano solo escribió sobre la pauta inferior. «Es infrecuente. El pergamino estaba pensado para otro documento y cuando se tuvo que hacer éste recurrieron a él», sospecha la experta de la Universidad de Burgos.
Julio Escalona comparó este documento, que lleva la signatura 'Osuna, CP.37, D.9', con el Becerro Gótico de Cardeña, que se conserva en el Archivo y Biblioteca Zabálburu de Madrid. En este gran libro de pergamino que recopila las escrituras del monasterio se copió el documento original que sirvió de base para esta 'fake news' del siglo XII. Y nada decía sobre la iglesia de Santa María de Cuevas.
«Esta cláusula brilla por su ausencia en la versión del cartulario», relata el historiador del CSIC, que ha logrado descubrir «todo el proceso de cómo se manipula el pasado y los mecanismos con los que se construye una verdad creíble, capaz de triunfar».
«De muchos documentos se sabe que son falsificaciones, pero no cuándo se realizaron ni con qué motivo, pero de éste hemos podido recuperar toda su historia», añade.
Los investigadores han descubierto que el monasterio presentó este documento por primera vez en un juicio en 1175, como prueba de sus derechos, pero no fue la última vez que se llevó ante los tribunales. La investigación, que será publicada próximamente en el Anuario de Estudios Medievales, ha seguido la pista del pergamino hasta su llegada al Archivo Histórico de la Nobleza y ha comprobado que fue reutilizado en el siglo XIII, cuando de nuevo se reprodujo el conflicto por la iglesia de Santa María de Cuevas.
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