Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
t. abajo | i. esteban | i. urrutia | j. olarte | o. belategui
Domingo, 10 de mayo 2020, 00:10
Pasan las semanas y seguimos en el bucle de un confinamiento relajado por las medidas de la desescalada, pero con el horizonte de la ansiada normalidad todavía muy lejano. A estos seis artistas de diferentes disciplinas les ocurre lo mismo. Su creatividad no ha ... cesado durante la pandemia e incluso han aprovechado laboralmente estos días extraños. Sin embargo, el futuro, de momento, solo conlleva incertidumbre.
Además de su faceta creativa, que desarrolla sobre todo en la fotografía, Elssie Ansareo (México DF, 1979) mantiene una intensa actividad como agente cultural y educadora artística. Colabora con Anesvad, trabaja en el programa 'Aprendiendo a través del arte' del Guggenheim, destinado a escolares, en las visitas guiadas a la exposición de Cristina García Rodero en la Sala Rekalde y tenía una actividad en Azkuna Zentroa.
«Con el Guggenheim he hecho cuatro tutoriales para su programa en la red, se agradece que llamen estas circunstancias, y también he colaborado en la fiesta del Dos de Mayo de Bilbao La Vieja, pero este año a través de la pantallita. Todo volverá», comenta
Para la artista, «la nueva normalidad no tiene nada de normal. Nada lo es». La primera vez que salió al «mundo» sintió miedo y se volvió «de la misma». La primera vez que volvió a subirse a la bici, hace unos días, pensó por un momento que se le había olvidado.
Ansareo está en la fase de creación en la que hay que darle vueltas al concepto y clarificarlo. «Ahora estoy en la idea de las primeras veces, de la primera vez que haces algo, y me he convertido en mi propia rata de laboratorio. El contexto llama a ese tipo de cuestiones».
Durante el confinamiento tiende a hacer muchas cosas, pero en periodos muy cortos. «Leo, voy al ordenador, tomo un café, vuelvo al ordenador, a leer…». También es la primera vez que se nota en ese estado, aunque sabe por lo que le cuentan que «hay mucha gente en esa situación».
Tiene a su familia en México, y eso le inquieta y lo seguirá haciendo hasta que llegue la normalidad normal.
Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) vive en Hannover, capital de la Baja Sajonia, que en Alemania va por delante en el proceso de desescalada respecto a otros estados federados. Está a punto de salir de casa para ir a su librería de costumbre en la ciudad germana. «Sólo permiten entrar a un número de personas, hay que poner el dinero en una bandeja para que te cobren y otras medidas, pero aquí el confinamiento no ha sido tan estricto como en España».
Es una circunstancia extraña en su vida, pero no en la historia. «Haber leído te permite saber que las epidemias y las pandemias son recurrentes. Pero hemos olvidado que somos seres naturales y por tanto nos enfrentamos a enfermedades como el coronavirus por la bonanza sanitaria de las últimas décadas. Si te tienen que operar te operan, y si tienes un accidente te curan».
Las restricciones de la vida social le afectan muy poco. «Salgo con mi familia o viajo por los compromisos de presentaciones de libros, festivales, conferencias, etc... En 2019 he estado cinco o seis veces en Italia y ha habido veces que he empalmado una cosa con otra, lo que no es bueno para un escritor. Tienes que imponerte tu propio confinamiento porque es muy difícil escribir una novela a rachas. Necesitas constancia, continuidad para mantener un mismo ritmo, para no tener que volver a leer una y otra vez lo que has escrito», explica el escritor donostiarra, autor de una extensa obra que va de 'Fuegos con limón' a 'Patria'.
Que se hayan cancelado varias citas en diversos países le ha permitido concentrarse en la novela que lleva escribiendo desde 2018. «Cuando la vida me maltrata, me entra la rabia, que me induce a escribir», resume Aramburu, que está pasando por un buen momento creativo también por la situación que se está viviendo».
Ramón Barea estaba acabando el rodaje de 'Voces', «mi primera película de terror», cuando el miedo se hizo real para todos. En su agenda tenía otros dos rodajes y la gira de 'Shock', desde el Festival Internacional de Bogotá hasta el Arriaga. Todas las fechas se han borrado, aunque «la gran pérdida es Pabellón 6, es lo que más me duele. Yo no recibo nada más que amores, pero para bastante gente es una fuente de ingresos, aunque sea modesta, y se ha detenido».
La sala de Zorrozaurre quiere dar un paso al frente y levantar el telón cuanto antes. «Hay que mover las sillas y separarlas, remodelarla para que tenga menos entradas... Estamos dispuestos a asumir parte del déficit solo por dinamizar, pero necesitamos ayuda», dice. Las medidas de higiene y desinfección «cuestan dinero». En su «bajón activo», mantiene ensayos y encuentros virtuales. Con Andrés Lima, el último Premio Nacional de Teatro, habló de una salida para este periodo de transición. «Nos han quitado las salas, pero no el teatro. Podemos llevarlo a la calle, a las plazas, a los jardines, espacios abiertos donde el peligro sea menor y quepa más gente».
Es un camino de vuelta a los orígenes. En Cómicos de la Legua y Karraka actuaban en la calle, «no solo por vocación. En aquel momento, la calle y las iglesias de los curas rojos eran el único espacio donde podías hacer cosas en los barrios». Él vio 'Otelo' en la escalinata del Ayuntamiento de Bilbao cuando era adolescente, «aquello me llegó al alma». Cree que el teatro debe «tomar la calle también en sentido metafórico para evitar caer en el 'decíamos ayer', que todo esto se olvide enseguida. Es un espacio de reflexión y tiene la función de recordar que se han hecho muchas cosas mal y ver cómo se rectifica».
Quizá por confesarse «casera y hasta ermitaña», Izaro Andrés hace un «balance positivo» de un confinamiento que primero encajó como «un golpe emocional, porque tuve que suspender una gira» y luego sobrellevó «haciendo un poco de deporte, labores de casa, estando a mi bola o dedicándome a la cocina y a comer bien». Al principio desconectó de la música y las redes sociales, pero, a la postre, el retiro forzoso le ha resultado fructífero. «Cuando me propusieron estrenar en ETB las canciones que en noviembre grabé con la Orquesta Sinfónica de Euskadi y tocar en la Sala BBK me desintoxiqué de un tiempo ausente en el que pensé que podía perder el lugar que tenía en la música. Y empecé a hacer canciones, a tener otra vez ganas de cantar y tocar. De alguna manera he aprovechado para reinventarme un poco», comenta en referencia a su nuevo sencillo 'Tiempo ausente'.
«Quiero besaros las almas en los teatros/ Improvisar un par de chistes malos/ Ponerme nerviosa, daros todos mis males/ Y recibir amor, cordura y paz a mares», confiesa en la canción, compuesta en cuarentena y grabada «cada uno en su casa» con Iker Lauroba (voz y guitarra) y Garazi Esnaola (teclados), con quienes la presentó el viernes en un recital en la azotea del Victoria Eugenia.
Tras verse obligada a posponer la gira de su primer disco 'Limones en invierno', Izaro afronta con optimismo la desescalada, «aunque igual es que el sol me ha hecho ver una luz al final», bromea. Sus planes más inmediatos tienen que ver con lo afectivo y los pequeños placeres cotidianos. «Quiero ver a mis padres y mi hermana, salir a tomar algo con mi cuadrilla o tomarme un helado en La Concha», confiesa la cantautora que, «si todo va bien», confía en celebrar en octubre sus conciertos aplazados.
Tuvo la suerte de que le pillara el estado de alarma en su casa de Las Rozas, a unos 19 kilómetros de Madrid. «Estábamos juntos mi mujer, mi hijo y yo», recuerda con alivio el chelista Josetxu Obregón (Bilbao, 1979), fundador de La Ritirata, una de las agrupaciones con enfoque historicista más reputadas del mundo. Tocan instrumentos de época y tienen un repertorio que abarca del Barroco al primer Romanticismo. Llevan doce años en la brecha y son habituales en auditorios de Alemania, Italia, Hungría, Israel, Argelia, Japón, México... Vivían en una permanente vorágine. Hasta que en marzo todo se paró en seco.
«Por suerte, este verano la Quincena Donostiarra y el Festival Internacional de Santander van a adaptar la programación y muy probablemente tengamos cabida». La Ritirata oscila entre tres y ocho instrumentistas, unas dimensiones ideales a la hora de ajustarse a las medidas de prevención del coronavirus. «Podemos distanciarnos lo que haga falta. Más tardarán en llegar los conciertos con artistas como Shakira...», admite el chelista bilbaíno, que en estos días de confinamiento ha aprovechado para reescuchar los temas de Queen, Radiohead y Morgan, «una banda de rock madrileña muy interesante».
Tiene debilidad por la música antigua pero no vive en el pasado. Hace tiempo que saca provecho de las redes sociales y valora los conciertos en 'streaming' «como una opción válida, sobre todo mientras la gente tenga miedo al contagio». Tanto él como su mujer, Tamar Lalo, que toca la flauta en La Ritirata, miran hacia el futuro con ganas. El viernes estará disponible en Spotify el nuevo disco del grupo, 'Antonio Caldara and the cello' (sello Glossa), que grabaron en octubre, y el 1 de junio se pondrá a la venta el CD en formato físico. En la grabación deslumbra un Sebastian Klotz de 1740. Es el chelo de Josetxu Obregón. Un instrumento que ha vivido mucho. Su sonido lo dice todo.
La barba de náufrago que luce Gorka Otxoa tiene una explicación. Rodaba 'Paraíso', una serie de Movistar ambientada en los 90, cuando se decretó el estado de alarma. «Ahora no puedo afeitármela para no alterar el rácord. Mi agenda se ha convertido en un 'Tetris': no sé si puedo aceptar una película en verano porque desconozco si estaré rodando la serie», lamenta. Con todo, el actor donostiarra se considera afortunado al poder grabar desde su casa de Madrid 'Diarios de la cuarentena'. «Me ha tocado la pequeña lotería de poder trabajar y estar entretenido. También de ingresar algo. Soy el 0,0001 del gremio», ironiza. Rodando solo en su casa la serie de TVE ha sacado «al pequeño director que todos los actores tenemos dentro». Le ha tocado hacer de todo: colocar la cámara, elegir los fondos, el vestuario… «Ha sido un aprendizaje muy divertido».
Otxoa ve lejano regresar a los platós y, sobre todo, a los escenarios teatrales. «Con un tercio del aforo no vamos a ningún lado, eso es insostenible para teatros públicos y privados», lamenta. Es consciente de que hay que asumir «los cambios radicales que van a venir en el día a día». «Sé que están cambiando en los guiones los besos y los abrazos, cualquier acercamiento físico, y eligiendo otras localizaciones. Se va a rodar mucho menos. Para las series de plató, diarias y con un pequeño equipo, será más fácil adaptarse. Pero grandes producciones lo tienen complicado».
Cuando habla con compañeros el panorama pinta desolador. «Hay gente muy angustiada. Unos pocos tienen colchón para aguantar, pero la gran mayoría no pueden estar meses sin currar. Algunos buscarán otro trabajo porque hay que pagar el alquiler y la compra del súper, que ha subido mucho».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.