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borja olaizola
Lunes, 25 de mayo 2020, 13:33
La recientemente fallecida Selma Huxley (1927-2020) iluminó una importante parcela de la historia marítima europea con el descubrimiento en los 70 de los asentamientos balleneros vascos en Terranova durante el siglo XVI. El también historiador Michael Barkham, uno de sus hijos, repasa la trayectoria ... de una mujer que se quedó viuda con 37 años y 4 críos pero jamás renunció a sus aspiraciones como investigadora.
Selma, evoca su hijo, nació en Londres y se crió en un hogar poco común: «Su padre era Michael Huxley, primo del escritor Aldous Huxley y del biólogo Julian Huxley, que luego sería el primer director de la Unesco. Vivía rodeada de intelectuales, científicos y aventureros porque su padre, además de diplomático, había fundado 'Geographical Magazine'». La II Guerra Mundial los trastocó todo.
Su padre fue trasladado a la embajada de Washington. «Con solo 13 años tuvo que cruzar con su familia el Atlántico en un convoy amenazado por los submarinos alemanes». Al acabar la contienda se traslada a París, donde el primo de su padre acababa de ser nombrado primer director general de la Unesco. De vuelta a Reino Unido, entra a trabajar en la Real Sociedad Geográfica. Y al año siguiente marcha a Canadá. «Se afincó en Montreal con los parientes de su madre, cuyo abuelo había sido primer ministro de Quebec, y entró a trabajar en el Instituto Ártico de Norteamérica». Frente a la sede de su nuevo empleo estaba la Facultad de Arquitectura, donde estudiaba un arquitecto británico que luego sería su marido: Brian Barkham.
Fue allí donde surgió el embrión de la relación que Selma establecería años más tarde con Euskadi. El arquitecto resultó ser un entusiasta del País Vasco. «En 1950 había viajado a España en moto con un amigo con la intención de llegar a Andalucía para estudiar su arquitectura, pero tuvieron un accidente y terminaron en Alegi, donde les acogió Pío de Montoya, un sacerdote que les abrió las puertas de la cultura vasca».
«En 1956 mi padre trajo por primera vez a mi madre al País Vasco. Visitaron Pasaia, donde entonces operaban los bacaladeros de la empresa Pysbe que viajaban hasta Terranova. Y Pío de Montoya les comentó que en el pasado los arrantzales solían desplazarse hasta Canadá en busca de capturas». En 1964 ocurre lo inesperado: un cáncer acaba con la vida de Brian Barkham. Se queda viuda con 37 años y cuatro hijos.
Encuentra trabajo en un departamento cultural del Gobierno de Canadá y vuelve a toparse con la conexión vasco-canadiense investigando sobre Louisbourg, una fortaleza del XVIII en la costa atlántica. «Descubrió que Champlain, el fundador de Quebec en 1608, ya hablaba en sus textos de balleneros vascos». La idea de emprender una investigación 'in situ' se abre camino en su cabeza y viaja a México para aprender español. Durante los tres años que permaneció con sus hijos en el país azteca sobrevivió dando clases de inglés. En 1972 se embarcan en un carguero con rumbo a Euskadi. Se instalan en el Puerto Viejo de Algorta y ella empieza a frecuentar los archivos de Bilbao mientras asiste a cursos de Paleografía en Deusto.
«Alguien le aconsejó que consultase los archivos de Burgos y allí descubrió miles de pólizas de seguros marítimos que cubrían navegaciones del siglo XVI, entre ellas muchas que se referían a las expediciones vascas a Terranova». Era el primer indicio de que su intuición no la había engañado. «El siguiente paso era hallar los documentos sobre la organización de las expediciones. Fue entonces cuando oyó hablar del archivo de Protocolos de Gipuzkoa en Oñati».
Selma viajó a la localidad guipuzcoana en 1973. «Le preguntó al sacerdote que estaba al frente a ver si tenía algún documento del siglo XVI y le condujo hasta unas aulas que estaban a rebosar». No tardó en descubrir que el archivo era una mina y decidió afincarse con sus hijos en Oñati.
Allí desarrolló gran parte de su labor. Encontró miles de manuscritos sobre barcos, tripulaciones, rutas, temporadas de pesca, naufragios y hasta testamentos. Una documentación que probaba que los vascos, además de pescar bacalao, habían puesto en marcha en el siglo XVI en Terranova la primera industria ballenera. «Eran factorías que ocupaban a dos millares de hombres y que capturaban unas 400 ballenas anuales. Aquella pesquería tuvo una escala industrial y abasteció de aceite de ballena, que era el combustible de la época, a toda Europa».
En 1972
Revelación
El contraste de la documentación de los archivos con mapas de la época le permitió situar los asentamientos balleneros en América, radicados en la costa sur de Labrador y el Quebec contiguo. En 1977 organizó una expedición. «Descubrimos en puertos como Red Bay los primeros indicios que avalaban las investigaciones de mi madre: restos de los hornos para fundir la grasa, puntas de arpones y otros elementos». Animada por el resultado, consiguió que el Gobierno de Canadá pusiese en marcha una expedición para localizar restos de naves balleneras.
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