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Para el bilbaíno Jon Blanco, de 23 años, el primer día de clase en BAI (Bizkaiko Antzerki Ikastegia), el Centro de Formación de Artes Escénicas de Bizkaia, fue «como un tortazo. Tenía esa idea estereotipada de ser actor de Hollywood... y aquí te das cuenta de que la profesión es otra cosa». Aprenden todas las facetas del oficio, incluyendo las que no se ven, y hacen un trabajo «muy de carpintería teatral». Frente a los «sueños distorsionados», construyen bases sólidas para su vocación. «En casi todas las compañías vascas hay actores de la BAI», afirma su director, Fernando Montoya, al que no le gusta dar nombres propios «para no usarlos». La escuela abrió sus puertas en 1996, así que tiene la misma edad que Jon.
Ahora él está en el último curso, inmerso en los ensayos de la obra que representan el sábado en el Teatro Barakaldo. Se trata de una doble función, dos piezas de teatro breve que están «en las antípodas» para que puedan demostrar todo lo que han aprendido. La primera es 'Pic-Nic' de Fernando Arrabal, un clásico del teatro del absurdo. El escenario es un campo de batalla con un teléfono rojo. «Dicen que el famoso monólogo de Gila se inspiró en el principio de esta obra». Del sinsentido de la guerra pasan a las trampas del amor romántico con 'Isla de sirenas', escrita por el propio Montoya.
Las dos obras hablan lenguajes muy distintos. En una se acercan a la caricatura y en la otra narran un caso de maltrato con tintes oníricos. «Tenemos que trabajar cosas que nos cuesten. Planteamos retos a los actores y van generando armas de resolución del personaje». Sonia Reoyo luce un áspero bigote para interpretar al padre del soldado de 'Pic-Nic'. Luego se convertirá en una sirena «que sabe más que los demás y avisa del peligro» a la mujer que lo apuesta todo por amor. Ella tiene 48 años y lleva tiempo en los escenarios, porque ha sido bailarina. En la escuela ha descubierto «el mundo de la dirección» y ha aprendido a «ser humilde, a trabajar mucho y a no dar nada por hecho. Hay gente que quiere ser Penélope Cruz de la noche a la mañana».
En BAI imparten una enseñanza integral. No aspiran a formar intérpretes, sino «creadores» que manejen los distintos resortes del espectáculo. Los alumnos organizan con los profesores el festival internacional ACT, que se celebra a finales de mayo en Barakaldo y Bilbao. Aroa Blanco, de 35 años y vecina de Abadiño, que viste el uniforme de Zapo con la «inocencia» de un soldado «que no sabe por qué está en guerra», ya ha hecho teatro de calle con Hortzmuga y Markeliñe. También le interesa «el lado técnico» de la profesión. «Hay un campo muy amplio y, dependiendo del momento vital en que te encuentres, puedes optar por una u otra disciplina. No es nada fácil, hay que trabajar un montón de horas y no ganas mucho, pero se puede sobrevivir», cuenta ilusionada.
Para Garbiñe Aranbarri, de 44 años, esta era su asignatura pendiente. A los 18 ya dijo en su casa de Ondarroa que quería dedicarse al teatro, pero parecía una profesión «poco productiva» y se hizo traductora. En la escuela ha encontrado «un espacio de creatividad como muy pocos» y el deseo de aprender «hasta el infinito». El director está «orgulloso» de cómo van los ensayos y no tiene dudas de que superarán el reto del sábado.
A partir de ahí, se abren distintos caminos. «En algunas promociones la mitad de los alumnos se han ido a Madrid». Otros buscan oportunidades en Barcelona, Amsterdam, Londres... o aquí al lado. En 1996 solo existía en Bizkaia esta escuela «y la de Getxo». En estos años se ha implantado una titulación oficial, la de Dantzerti, y se han abierto espacios escénicos de mediano y pequeño formato. «Hay un poco más de industria, pero todavía se necesita mucho apoyo económico y político».
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