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Manu Leguineche (Arrazua, 1941-Brihuega, Guadalajara, 2014) ha sido de los contados periodistas en el mundo que podía relatar lo más destacado de la historia contemporánea a partir de sus anécdotas personales. Estuvo hospedado en el célebre hotel Palace de Saigón, nido de reporteros ... entre valientes y temerarios, durante la Guerra de Vietman. Se las vio con los guardianes de la revolución de Jomeini, que gozaban de un legendario gatillo fácil, y se paseó por Lisboa mientras los coroneles derrocaban la dictadura de Salazar.
Además de un escritor brioso y preciso, fue un fotógrafo con un olfato bien instruido, como demuestran los cientos de instantáneas que ahora conserva el Archivo Histórico de Euskadi, que ha recibido el legado de manos de la familia del periodista. Su hermano, Benigno Leguineche, recordaba el rigor con que almacenaba crónicas, cuadernos, carnés de prensa, pasaportes, fotos y también libros y material de documentación. No en vano cursó Historia en la Universidad de Valladolid, como acredita el carné correspondiente. «Hasta compró una casa para guardar todo lo que tenía», reveló Benigno.
Su hermana Rosa, también presente en el Archivo, mencionó el deseo de Leguineche de que las pertenencias de una vida de conflicto en conflicto, de la guerra de la independencia de Argelia en 1961 a la revolución sandinista en Nicaragua en 1977, reposaran en Euskadi. «Su trayectoria está hecha con tanta profesionalidad como honestidad», consideró el viceconsejero de Cultura, Joxean Muñoz.
Para el director del Archivo, Borja Aguinagalde, el valor del legado es «único». «No tenemos nada similar de un periodista de esta envergadura. Lo que más me ha llamado la atención es la riqueza de todo lo que se refiere a Asia. Sobre Indochina hay por lo menos doscientas fotos», incidió.
En una de las pantallas del centro de catalogación y escaneo, aparece Leguineche en el exterior de la casa de Teresa de Calcuta en Bombay. El Archivo recibió los documentos en junio. Poner a cada uno una identificación y guardarlos convenientemente costará seis meses. Catalogarlos, saber a qué se refieren y contextualizarlos será el trabajo hercúleo que les espera a los investigadores que quieran especializarse en su obra.
Los ejemplares de la revista de 'Mundo negro', correspondientes a 1908, aparecen atados con cuerda de pita. Más allá, en la misma mesa, reposan viejos números de 'Life', referencia del reporterismo desde los años cincuenta, la década de formación de Leguineche. Y un metro más allá, se extienden los recuerdos y libros de centros vascos de Argentina y también un pañuelo de baserritarra del centro vasco de Shanghái.
Las libretas de todos los tamaños recogen los apuntes apresurados, de letra casi ilegible, y también las crónicas con palabras y párrafos claros, listas para transmitir por teléfono, como solía ser costumbre en los enviados especiales hasta la época de la informatización. Fundador de agencias como Colpisa y Fax Press, vivió intensamente para observar, conversar, escribir y fotografiar. Su legado, inigualable en España, sigue hablando por él.
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