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teresa abajo
Miércoles, 14 de marzo 2018, 00:31
«¿Por qué el espíritu ancestral de los vascos, surcadores de mares y continentes, después de tantos siglos sin dejarse notar en las personas de mi sangre, tuvo que reaparecer en una niña destinada a la vida tranquila y monótona de provincias?». Así se presentaba ... en sus memorias Marga D'Andurain (1893-1948), que rompió todas las convenciones de su época y de la familia católica y burguesa de Bayona a la que pertenecía. Llegó a convertirse al islam y casarse con un beduino para conseguir ser la primera mujer occidental en entrar en La Meca, un empeño que casi le cuesta la vida. «Era rebelde, apasionada, adelantada a su tiempo. Sobre todo fue una mujer libre que encontró en la aventura su razón de existir», dice Cristina Morató, que ha llegado a conocerla en profundidad pese a su halo de misterio.
La escritora, periodista y fotógrafa barcelonesa impartirá hoy una conferencia en Bilbao (Sala Ondare del Archivo Histórico Foral, 19.00 horas) sobre Marga D'Andurain dentro del ciclo 'Clásicas y Modernas', dedicado a las pioneras del siglo XX. Para escribir su biografía, 'Cautiva en Arabia', investigó durante casi tres años y siguió sus pasos desde Bayona hasta Siria. Oyó hablar de ella por primera vez en el hotel Zenobia de Palmira, que fue de su propiedad a principios de los años 30. Fue ella quien le puso ese nombre en honor a la última reina de Palmira, que desafió al Imperio romano, con cuya rebeldía se identificaba.
En realidad Marga no era condesa, pero llevaba el falso título con tanta distinción que nadie lo discutía. Se instaló con su marido Pierre en un hotel abandonado en pleno desierto, a un paso del tempo de Baal Shamin que ha sido destruido por el Daesh en la guerra de Siria, y lo convirtió en un alojamiento exótico y acogedor con huéspedes como Alfonso XIII y Agatha Christie. Disfrutaba del lujo y de la vida mundana pero le atraía la libertad que se respiraba en las tiendas de los beduinos, que la agasajaban y la invitaban a sus cacerías de gacelas. Siempre buscaba más.
«Me horrorizan los países fríos y brumosos. Necesito el calor del sol», decía. En los años 20 lo encontró en El Cairo, que era un hervidero de informadores y agentes dobles. Espió para los británicos usando como tapadera un salón de belleza. Culta y refinada, «se movía como pez en el agua entre las esposas de los oficiales franceses y miembros de la realeza egipcia», explica la autora, que encontró un apoyo decisivo para escribir la biografía al localizar a su hijo menor y más querido. Jacques D’Andourain, que fue un héroe de la Resistencia francesa, la recibió en la residencia de ancianos donde vivía. «Tenía una memoria extraordinaria» y le permitió acceder a los diarios de su madre y a las fotografías de su álbum familiar.
Con todo ello pudo reconstruir la azarosa vida de la mujer a la que llamaron 'Reina del desierto' y 'La Mata Hari vasca'. No consiguió entrar en La Meca, pero se hizo famosa al publicar en la prensa francesa su odisea en Arabia, donde «estuvo recluida en un harén y encarcelada en la terrible prisión de Yidda». Ni siquiera esa dura experiencia acabó con su fascinación por Oriente Próximo. Protagonizó muchos titulares aunque después cayó en el olvido, quizá porque «se vio envuelta en asuntos muy turbios». Traficó con opio en el París ocupado por los nazis y fue acusada dos veces de asesinato, el lado oscuro de una vida que da para varias novelas.
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