Circense

La idea de ser y no ser, de simular, es esencial al teatro, donde la ficción y el engaño reinan. El tema de Plauto es tentador y en él insisten Jean Rotrou y el propio Molière, Von Kleist, Giraudoux, Sastre… Hasta un prometedor Calixto Bieito lo hizo para el Lliure y nos lo trajo hace 25 años.

Adapta y dirige la obra Juan Carlos Rubio. Están los divinos y los mortales. La sección femenina gana a manos de Rubio, que ha llevado la cosa a un carromato de circo. El vestuario deja lo molieresco y saca ropillas circenses o modelitos pícaros junto al utillaje. No es la decisión más clara porque mezcla usanzas de pista con la trama mítica, sin renuncia a cierta resonancia arcaica que habla como a la antigua y grita '¡pardiez!' y cosas así. A cambio plasma bien el embrollo, la comedia de las equivocaciones. Hay mérito del director al unir recursos gestuales, de pantomima, de canto y de música, dinámicos, en una producción de Jesús Cimarro para el anfiteatro de Mérida. Se permiten dilataciones y trances exagerados propios de aquel gran espacio a Pepón Nieto, Toni Acosta, o María Ordóñez. Y no paran un minuto Fele Martínez, Paco Tous y Daniel Muriel.