El último corto de Borja Crespo compite en Japón

Toda la trama gira en torno a un fenómeno de relativo arraigo en Japón. Hikikomori es un término que hace referencia a la reclusión del individuo que voluntariamente se encierra en casa, rodeado de sus fetiches y demás parafernalia tecnológica que le permite satisfacer sus aficiones (videojuegos y actividades en las plataformas online). El único contacto con el mundo exterior se hace por medio del móvil o internet. En el caso de la cinta de Crespo, la protagonista (Nara) es una 'influencer' adicta a la cultura moderna japonesa, que no puede vivir sin el manga, el anime y la música K-pop. En principio, le basta la compañía de sus muñecos, juguetes y cómics para sentirse arropada emocionalmente.

En la ambientación, que bascula entre la comedia y el drama, tienen un papel fundamental tanto la ropa como el maquillaje y la peluquería. Nerea Torrijos (merecedora de un Goya por 'Akelarre' por el vestuario) y Arritxu Eizmendi no escatiman colores ni tejidos para recrear el mundo de fábula y ensueño de Nara. El objetivo es mostrar con todo lujo de detalles el contraste entre la rabiosa modernidad de la chica y una familia que no acaba de entender su deriva. Los toques de cine social enriquecen el argumento y le dan todavía más suspense. El despliegue visual es intenso y muy estimulante, con dirección artística de Urko Aguirre.

El último corto de Borja Crespo ha recibido el respaldo de Sayaka Producciones ('No me gusta conducir', 'Cinco lobitos'), en colaboración con Katz ('Cuerdas'), y el patrocinio es de Basque Audiovisual. El cineasta bilbaíno tiene una dilatada experiencia como director, productor, escritor, ilustrador e historietista, además de gestor cultural. Ha dirigido más de 40 videoclips con artistas como Fangoria, Carlos Jean y Estopa, además de spots, cortometrajes ('Snuff 2000'), series y programas de televisión.