Luis Marías
Sábado, 12 de febrero 2022, 01:01
Mi hermano Fernando nunca ha dejado de sorprenderme. Las suyas han sido sorpresas de todo tipo y calibre. Las ha habido maravillosas y las ha habido trágicas; disparatadas y entrañables, rocambolescas, algunas llenas de sabiduría y cariño y otras patosas y desconcertantes. Eso sí, nunca ... aburridas. Tras una etapa de estabilidad más o menos larga, más bien menos, con mi hermano debía llegar la sorpresa.
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Sorprendió a toda mi familia cuando en 1975, con 17 años y siendo un chico tímido y apocado, gran estudiante de Santiago Apóstol, apostó por irse a Madrid… ¡Para ser director de cine! Shock familiar que a mí, 4 años menor, me pareció la aventura más grandiosa que se podía emprender. Sorpresas maravillosas eran las que traía en su maleta cuando regresaba a casa por Navidades. Llenas de discos y libros que a mí me abrieron el camino por el que seguiría toda mi vida. Lou Reed, David Bowie, Raymond Chandler, Poe, Humphrey Bogart, John Ford…
Sorprendentes e inesperados fueron sus primeros pasos en Madrid. Caóticos negocios de desastroso final que llenaron de sinsabores a mis padres. Y a mí de impotencia. ¿Dónde estaba ese brillante Fernando que todos sabíamos que era? Años de sorpresas cada vez más ásperas, como él mismo reconoce en sus libros más recientes, autobiográficos y sinceros 'La isla del padre' y 'Arde este libro'. En aquella época sus sorpresas ya no me guiaban hacia ninguna parte. Me asustaban y yo, un tanto cobarde, no quise ver lo que significaban.
Pero de nuevo Fernando nos dio la sorpresa mayúscula. Cortó de forma asombrosa y tajante con ese alien del alcohol que se le había metido en lo más dentro del alma y comenzó una carrera literaria. Sorprendente, como no podía ser de otra forma. Con una brillante novela protagonizada por un Lorca superviviente a su fusilamiento. Y luego, un premio Nadal, un Biblioteca Breve, un Nacional de Literatura Juvenil… Un renacer. Otro Fernando. Un Fernando lleno de vida y de proyectos, de ganas de hacer cosas y de vivirlas plenamente. Envidiable.
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Mi hermano ha seguido dándome toda su vida sorpresas más íntimas que no toca desvelar. Me descolocaba unas veces por su valentía, honestidad y romanticismo y otras por sus perogrulladas de mendrugo. Este sábado 5 de febrero Fernando ha muerto. De forma también inesperada. Y claro, incluso después de muerto me ha vuelto a sorprender. En estos pocos e intensos días he descubierto lo querido y admirado que de verdad era para tantísima gente. Qué suerte que te quieran así, tanto… Qué hermano me tocó en suerte.
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