Traer lo mejor que se hace en el mundo en cuanto a documental y corto y al mismo tiempo apoyar a los creadores de aquí es el objetivo de Zinebi, y así lo recordó ayer la directora, Vanesa Fernández Guerra, durante la presentación ... del documental que se estrena esta tarde en la sala BBK y que se enmarca en la sección Bertako Begiradak. Lo curioso de esta película de algo más de 60 minutos es que le da la vuelta a esa idea del festival y conecta lo local con el mundo; trata lo de aquí y lo pone en relación con lo de allá.
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Porque 'Ez, eskerrik asko!', dirigida por Bertha Gaztelumendi, recuerda el movimiento antinuclear vasco que en los años setenta y ochenta se opuso a que se construyeran unas cuantas centrales en Euskadi, la mayoría en la misma costa. Contra aquella idea tejida a medias entre el Gobierno cenral y la industria eléctrica se movilizaron miles de personas, y como ellas fueron muchas las que se opusieron en distintos puntos de Europa y del mundo.
El sol sonriente que una mujer danesa diseñó como logo de esa lucha internacional contra un tipo de energía que en la mente de muchos recreaba la imagen de los hongos de Hiroshima y Nagasaki -y sus cientos de miles de víctimas- decía, recuerda Gaztelumendi, que las cosas se pueden cambiar. Ahora que «parece que lo que está presente es la idea del 'esto es lo que hay', es una lección interesante».
La intención del guionista Sabino Ormazabal y de la propia directora era transmitir eso, mostrar de una forma pedagógica el movimiento social nacido entonces, pero también reivindicar la memoria y el legado de una sola persona. Es a través de la historia de la donostiarra Gladys del Estal, una joven ecologista que fue asesinada de un tiro por la Policía durante una concentración en Tudela -allí cerca se proyectaba otra central-, como se articula el documental. 'Ez, eskerrik asko!' es un homenaje y una reivindicación de su estatus de víctima.
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Eje narrativo. Cuentade la historia Gladys del Estal, asesinada de un tiro por la Policía durante una concentración.
Pregunta. Hasta qué punto la violencia de ETA fue determinante para que Lemoiz no se abriera
Del barrio de Egia en la dictadura al abandono de Lemoiz, que fue la única planta nuclear que se empezó a construir en Euskadi de las programadas, pasan varios años y muchas cosas: la toma de conciencia ecológica y a la vez la de que la unión hace la fuerza, la multiplicación de las asociaciones de vecinos que se pusieron al frente de la lucha, la organización a distintos niveles territoriales e incluso la comunicación con entidades del extranjero en una época en la que no era nada fácil y, al final, la irrupción de ETA utilizando como argumento la lucha antinuclear, que siempre fue pacífica.
Las 33 personas cuyos testimonios se escuchan en 'Ez, eskerrik asko!' hablan de la implicación de Gladys y la suya propia, y de cómo traían chapas escondidas en las maletas desde Francia, por ejemplo. Y terminan haciéndose una pregunta: hasta qué punto la violencia de ETA pudo ser determinante para que Lemoiz no se abriera. Es decir, si un movimiento pacífico, que no usaba la violencia, hubiera obtenido el mismo resultado o no. La violencia y la ecología están muy ligadas, aunque suele ser al revés, recalcan los artífices del documental: se cuentan por miles los líderes ecologistas asesinados en estos 40 años trascurridos desde la muerte de Gladys.
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