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Pedro Olea (Bilbao, 1938) necesita poca presentación. Uno de los directores más brillantes del cine español del último medio siglo, fue discípulo de Luis García Berlanga y de Carlos Saura, y a lo largo de su extensa filmografía ha tenido a sus órdenes, entre otros, ... a Alfredo Landa, Concha Velasco, Paco Rabal, Geraldine Chaplin y José Luis López Vázquez, «un milagro de actor», en palabras de Olea.
– Sorprende que siendo usted pionero del género fantástico en España el FANT no le hubiera homenajeado hasta ahora.
– Más vale tarde que nunca. Es verdad que cuando empezó este festival hace 30 años yo estaba haciendo otro tipo de cine como 'El maestro de esgrima' o películas de Antonio Gala rodadas en África. Así que no tenían por qué conocerme. Pero luego con los años la gente preguntaba, hasta que ha salido este homenaje. Y yo encantado de ser premiado en casa.
– Pero usted no es un cineasta retirado. Sigue en activo.
– Espero estar en activo siempre, mientras tenga posibilidad de hacer un documental o un corto. Lo que no quiero que me pase es como a Carlos Saura, que hasta los 90 años se pasaba todo el día rodando por ahí, y eso es agotador. Yo adoraba a Saura, que fue quien me enseñó a planificar los rodajes. He tenido dos maestros, uno era Saura y el otro Berlanga.
– Pues vaya dos grandes maestros. Palabras mayores.
– Fueron profesores muy distintos. Con Saura era una maravilla para aprender, te ponía un ejercicio que tenía, que era una pareja en un parque que empieza a meterse mano y de repente llega un policía y les echa la bronca. Así aprendíamos a planificar: un primer plano de un beso, una mirada, un 'travelling' con el policía que viene… Berlanga era distinto, nos llevaba a un bar y hablábamos de cine, era un desmadre.
– A sus 85 años, ¿tiene algún proyecto entre manos?
– No hablo de proyectos. Pero tengo un documental y tal vez la vuelta al teatro. Porque son cosas que no me van a estropear la salud. Yo no quiero estar hasta el fin de mis días rodando y rodando, porque los rodajes son muy difíciles. Parece que es muy sencillo, pero es muy difícil. Tienes que estar diez horas diarias o 12 todos los días e incluso los sábados, y luego sacar tiempo para ir al montaje.
– Pero esto no supone el final de su carrera.
– No, yo sigo, he hecho el documental sobre los Ballets Olaeta que dura hora y pico y funcionó muy bien, y al mismo tiempo están resucitando mis películas antiguas en Estados Unidos y en Gran Bretaña. Las sacan en ediciones cojonudas que incluyen incluso mis ejercicios de la escuela de cine. Para el mercado de Estados Unidos va a salir una edición en Blu-ray doble con 'La casa sin fronteras' y 'No es bueno que el hombre esté solo' con una entrevista muy larga con subtítulos en inglés, y luego va a salir ya otro programa doble para Gran Bretaña con 'Akelarre' y 'La leyenda del cura de Bargota'. Vamos, que sigo cuidando mi trabajo fuera, claro. Y sigo preparando cosas sencillas dentro, y viviendo.
– Echando la vista atrás, la lista de actores de cine español con los que usted ha trabajado daría envidia a cualquier cineasta. ¿Con quiénes ha tenido más conexión o buen hacer?
– En lo profesional y personal con López Vázquez y con Concha Velasco. También con Ana Belén, con Paco Rabal y con Alfredo Landa. Son lo que me salen ahora, pero hay más. Y lo digo porque no solamente les sabía sacar lo que quería sacarles, sino que encima lo hacíamos jugando a cine. Esta es una profesión muy difícil y muy jodida, así que si no la haces con sentido del humor más vale que te dediques a otra cosa.
– ¿Y alguna decepción?
– Pues con Óscar Ladoire me cabreé porque no quería que le pegara un tiro falso. Y yo, 'pero si es de mentira'. Y se puso muy pijo, muy gilipollas y no quise trabajar con él nunca más. Hay que saber lo que es el cine y saber que es un trabajo, pero que tiene mucho de experiencia y de aventura y que este tipo de trabajos, aunque sean duros, necesitan sentido del humor. Y yo he llegado donde he llegado y creo que no he perdido el sentido del humor.
– ¿Cómo ve las dinámicas actuales en el cine?
– Pues muy diferentes, ahora se hace cine casi con el móvil. Pero a mí me gusta el cine grande, estoy acostumbrado al cine grande. Estos días he visto en el festival en pantalla grande mis películas y me han fascinado, me he quedado en los pases hasta el final. Soy capaz de defender a capa y espada cualquiera de mis películas aunque algunas me gusten más y otras menos. Son como hijos, he puesto mucho de mi vida en ellas.
– Bilbao vive ahora un auge de rodajes. ¿Es una ciudad cinematográfica o simplemente se ha convertido en una ciudad más de postal?
– Pues las dos cosas. A mí me parece muy bien que los rodajes se abaraten y que la gente pueda rodar en una ciudad moderna y muy variada como es Bilbao, donde yo he rodado cinco o seis películas. Quien lo vea así, bien, y quien lo vea simplemente para sacar dinero y por hacerlo como una postal, pues también.
– Siendo usted de las Siete Calles, ¿constata una pérdida de identidad o de autenticidad en los últimos años?
– No me gusta casi nada lo que estoy viendo y creo que va a haber que frenar el turismo. Como no se frene, en Bilbao va a pasar lo que está pasando en Barcelona o en Venecia. En el Casco Viejo están cambiando los bares y restaurantes, los traspasan y cambian absolutalmente todo. Ese aroma 'sietecallero' desaparece y todo es más caro. Además, el pequeño comercio ha desaparecido casi y solo hay tiendas para turistas. Los grupos de turistas empiezan a molestar un poco también. Entiendo que el turismo es necesario pero, como no no pongan frenos, yo voy a ser de los primeros que va a empezar a protestar.
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