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Antonio Paniagua
Lunes, 9 de diciembre 2024, 18:12
En 2019, la voz de Karla Sofía Gascón estuvo un tanto apagada y dubitativa durante varios meses. Su fonética no acababa de cuajar. Durante semanas recibió clases de logopedia para que su habla concordase con su cuerpo. Pese a que se sentía mujer, en su ... lenguaje persistían ramalazos masculinos. Esta actriz y escritora llevaba dos años hormonándose para cambiar de sexo y pasó por el quirófano con el fin de someterse a una glotoplastia de Wendler, una cirugía que consiste en disminuir la longitud de las cuerdas vocales. Para ello se crea una membrana en la parte anterior de la boca con el fin de evitar las vibraciones que propagan el sonido. De esta manera, la voz suena más femenina. Los resultados no son inmediatos y exige del paciente un entrenamiento que le lleva a corregir posturas y a respirar adecuadamente.
«Creía que a los dos días iba a hablar como las señoras de los centros comerciales que anuncian los productos por megafonía mientras estás comprando, pero me quedó un poco voz de Al Pacino», contaba entonces la paciente. Karla empezó su metamorfosis muy tarde. «Durante 45 años mi cuerpo, mi voz y mi modo de ser han estado influidos a machete por la testosterona», argumentaba.
No son raros los casos de chicas transgénero que se sienten cohibidas e inseguras a la hora de expresarse. Pese a que ya lucen un cuerpo femenino e incluso se han hecho una vaginoplastia, un vozarrón o una ronquera a destiempo las sume en la angustia. El interlocutor percibe enseguida que algo no casa. Karla Sofía experimentó esa zozobra cuando, durante la presentación de un libro en México, se percató de que su cuerpo y voz eran disonantes. Si las personas del auditorio cerraban los ojos, escuchaban la voz potente de un varón salida de la garganta de una mujer.
Karla fue derivada por Elena Mora, otorrinolaringóloga del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, a un foniatra para que educara de nuevo su voz y dicción. Gracias a la intervención rebajó el timbre varonil y superó obstáculos sobrevenidos. «Al cabo de nueve meses por fin puedo cantar notas más agudas». Para alguien cuyo trabajo es la escena, una voz ingobernable es un contratiempo enorme. Durante meses, Karla se afanó en su rehabilitación vocal, tarea que la llevó a ensayar la entonación, la cadencia de las frases cuando llegan a su final y la colocación de la lengua, entre otros aspectos. «La postura influye mucho en la voz; los hombres suelen estar algo encorvados, mientras que las mujeres suelen permanecer más erguidas, lo que influye en la laringe», explicaba entonces a EL CORREO la doctora Mora.
La experiencia de Karla no es única en el colectivo de mujeres trans. Luz Ortega, de 31 años, ensaya frente al espejo y hace ejercicios para feminizar su voz. Hace un año comenzó la transición de hombre a mujer y ahora está embarcada en la reeducación de su habla. Vanessa Sánchez, logopeda de la Clínica de Rehabilitación CRL, en Madrid, y especialista en patología vocal, enseña a Luz a modular la cadencia, la melodía, el ritmo y el volumen de su dicción. La paciente sigue sus indicaciones, y tan pronto adopta un tono dulce como enojado. «La voz forma parte del tránsito y no tiene por qué ser más aguda, sino más melodiosa, una cualidad que se va adquiriendo con el aprendizaje. En la proyección de la voz influye el hecho de que te hayan criado como varón. Voy dos veces por semana al logopeda y estoy contenta con los cambios», asegura Ortega, estudiante de Psicología.
«Trabajamos mucho la entonación, el tiempo que existe entre la pronunciación de una palabra y otra, la apertura de la boca y la relajación de los músculos cercanos a la laringe», subraya Luz, quien aún no ha llevado a cabo la operación de reasignación de sexo. «Lo tengo en mente. Mi problema es que con 18 años empecé el cambio, pero interrumpí el proceso por las presiones del entorno. A los 29 años, lo retomé», dice.
El secreto del éxito estriba en que se logre una consonancia entre el sentimiento de identidad y la voz. Karla no querría volver a pasar por la experiencia desagradable de ser confundida con un hombre cuando habla con un desconocido al otro lado del hilo telefónico. «Me ha costado lidiar con burlas y comentarios ofensivos. El proceso está resultando más largo de lo que yo creía, pero ya empiezo a sentirme a gusto con mi nueva voz. Cuando escucho grabaciones de antes, ya no me reconozco», arguye la actriz.
Si se ha animado a pasar por la cirugía ha sido porque estaba hastiada de actuar y fingir una entonación que le resultaba extraña. Al fin y al cabo, nada habla mejor de cómo somos y sentimos que nuestra voz. El cambio de sexo está asociado a lo más visible y estético, a reajustes hormonales y quirúrgicos que se traducen en el crecimiento de pechos o mudanzas genitales. El gran error era, hasta hace relativamente poco tiempo, olvidar un elemento tan significativo para la identidad personal como la voz. «Muchas mujeres transexuales dicen que a veces el único elemento que delata su sexo biológico es la voz», apunta la doctora Mora. Afinar con la prosodia y saber manejar los mecanismos implicados en el habla es el eslabón final de todo un proceso de transición.
Una mujer transexual con mandíbula prominente, estatura alta y cuello largo topará a priori con más dificultades para feminizar su voz. Cuanto mayor sea la laringe, más resonancia habrá y más grave será la voz. Por eso hacer una evaluación previa en aras a detectar patologías y explorar la morfología de la laringe es algo crucial. El tener una nuez destacada es una cuestión puramente estética que no influye en el aparato fonador, aunque también es susceptible de corregirse mediante una intervención quirúrgica.
Los hombres transexuales no lo tienen tan difícil a la hora de moldear su voz, dado que el tratamiento hormonal a base de administración de testosterona hace más grave el tono vocal.
Como cualquier sonido, la voz humana se rige por frecuencias. El promedio de las voces masculinas se cifra en 106 hercios, mientras que para la femenina el rango es de 193. Lo que realmente distingue una voz masculina de una mujer son características como la melodía, la sonoridad, la resonancia o el ritmo. En la terapia, se abordan tanto aspectos musculares involucrados en el aparato de fonación como otros referidos a la expresión o el lenguaje no verbal. Quizá lo más difícil de todo el proceso es feminizar actos reflejos, como reaccionar ante un susto, estornudar, toser o bostezar.
«Cada cual adquiere los modales a su manera. Yo no he sido nunca amanerada, de modo que todavía me quedan actitudes por corregir. No obstante, no me interesa demasiado que los demás me acepten. Me da un poco igual cuando me dicen 'da los pasos más cortos o gesticula de esta manera u otra'», aseguraba Karla en 2019. La actriz notaba una discordancia entre su tonalidad vocal y sus hechuras de mujer, aunque tampoco le disgustaba demasiado la voz de su «etapa anterior». «Era redonda y de doblaje; personalmente me gustaba mucho pero no encajaba», sostiene.
Carla Antonelli, diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid y transexual, no sintió nunca la necesidad de acudir a un logopeda porque ella misma disciplinó su voz de modo autodidacta. Tampoco le traumatiza tener un timbre grave y una leve ronquera, cada vez más acentuada por el consumo de tabaco. Siempre se ha sentido a gusto con su voz y no ha sufrido contratiempos desagradables. «Al contrario, cuando me llamaban por teléfono a casa me confundían con mi hermana o mi madre. Sí creo que hay que mantener la precaución con las operaciones de acortamiento de las cuerdas vocales porque no siempre salen bien. Yo al menos tengo una amiga que tuvo problemas», alega Antonelli.
La glotoplastia de Wendler es una operación sencilla y que, al hacerse por vía endoscópica a través de la boca, no deja cicatrices externas. Pasadas unas dos semanas de reposo, la paciente debe acudir a un logopeda para rehabilitar la voz. «Es una cirugía ambulatoria, el paciente viene y se va a su casa el mismo día, no requiere ingreso», aduce Mora. «Es importante cuidar el aspecto físico, pues predispone a escuchar una voz femenina».
En lo que atañe a la entonación, el discurso de un hombre se mueve en un rango de unas tres notas, mientras que el de una mujer recorre toda una octava. No en balde, la voz de una mujer suena más cantarina.
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