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Apichatpong Weerasethakul (Bangkok, 1970) creció en un pequeño pueblo de Tailandia en el que no había mucho que hacer. «Era un niño introvertido –todavía lo soy– y el cine constituía mi única vía de escape», relata. «Áun lo es y me sirve para comunicarme con ... el mundo, con mis actores, con mis técnicos, hasta con abogados», bromea. La Palma de Oro en Cannes por 'Uncle Boonme recuerda sus vidas pasadas' (2010) certifica el prestigio de este realizador adorado por los cinéfilos, en cuyas obras conviven fantasmas y seres vivos, leyendas y fábulas, y el recuerdo de las series y películas que veía de pequeño.
Weerasethakul recogerá el viernes en la clausura de Zinebi el segundo Mikeldi de Honor de esta edición (el primero fue para el argentinoMariano Llinás). El acto incluirá la proyección de su último corto, 'Blue', y de la película colectiva '10 years Thailand', con algunos de los nombres más reconocidos de la cinematografía tailandesa. El festival bilbaíno ha programado una retrospectiva de una filmografía que en España solo ha conocido la exhibición comercial de 'Tropical Malady' y 'Uncle Boonme...'.
– Su cine no se parece a nada, es una hoja en blanco para la crítica.
– Yo considero que mis películas están vivas, son cosas vivas y cambiantes. Con el tiempo, según me he hecho mayor noto que mi cine se ha hecho menos experimental y más político. Mi estilo ha ido cambiando.
– ¿Cómo encuentra el chispazo para empezar a escribir un guion?
– Recibo muchas impresiones, las recojo y las anoto dejándolas para más tarde. También me inspiran mis sueños y mi mundo personal, mi vida diaria. No soy una persona muy social, relego mi trabajo a situaciones familiares, con mis amigos, mi pareja, mi perro. Me gusta reflejar las condiciones de la vida diaria de esas personas que interactuan conmigo. Presento tres opciones de un proyecto a mis productores y entonces nos quedamos con una de ellas.
– Estudió en una escuela de arte en Chicago. ¿Cómo fue el choque cultural?
– Cierto, fue un shock, en todos los sentidos. Pero tuve mucha suerte porque la escuela estaba muy centrada en las artes visuales y el cine experimental estadounidense, que es mucho más libre que en otros países. Fue un periodo muy intenso, una referencia en mi vida. En Chicago vi mucho cine de todo el mundo, adquirí una definición de este arte. Es como cuando pruebas una comida por primera vez y te encanta.
– ¿Qué representa para usted una pantalla de cine?
– La primera palabra que me viene a la cabeza es ventana. Yo asocio la pantalla de un cine con el interior de la cabeza, porque para mí el cine siempre ha tenido que ver con los sueños. Biológicamente necesitamos el cine, como dormir por la noche. Así tenemos una narrativa totalmente diferente. Desde que el cine fue inventado ha seguido todo lo que sucede. Estuve en Vietnam y me encontré un hospital de campaña dentro de una cueva en las montañas para refugiados. Y allí proyectaban películas. ¡Había un cine! El cine no solo registra lo que sucede, también es terapéutico.
– ¿Incluye imágenes de sus sueños en sus películas?
– A veces. Más que imágenes lo que aprovecho son las historias. Por ejemplo, en 'Uncle Boonmee...' el protagonista dice una frase que ha aparecido en mis sueños.
– Vive en la selva. ¿Lo necesita para estar en contacto con la naturaleza?
– Sí. Mi casa está en las montañas. De hecho, vivo como un ermitaño. Hago estas cosas: voy de festivales por el mundo y después regreso a casa con mis perros.
– ¿Tienen éxito sus películas en Tailandia?
– Mi cine tiene un público muy específico, no suelo hacer grandes giras en los estrenos, tan solo en las ciudades importantes. La gente las ve muchas veces pirateándolas de internet. Realmente mi cine no es famoso en ninguna parte del mundo, porque está dirigido a un público pequeño.
– Tailandia sufre una dictadura militar desde hace cuatro años. ¿Es optimista respecto a la situación del país?
– No. Es un círculo vicioso, Tailandia es un país bastante reciente, gobernado por una monarquía absolutista hasta que llegó la democracia en 1932. Siempre ha estado bajo el yugo militar y se han sucedido los golpes de estado. Antes sí que era más optimista, ahora compruebo que la gente se queja en las redes sociales, pero no hay presencia en las calles. No hay una acción real. El régimen es brutal, si te manifiestas mueres. Te arrestan, te acusan y las consecuencias son fatales. No, no tengo ningún tipo de esperanza en los próximos 20 o 30 años. También te digo que yo llevo una vida muy confortable, con buena comida y buenos hospitales. Si viajas a Tailandia como turista serás feliz, no te darás cuenta de nada de esto. Pero si intentas averiguar la verdad comprobarás que no podemos expresarnos políticamente. Yo quiero hacer algo sobre la realidad, pero no puedo.
– Por eso dice que su cine cada vez es más político.
– Sí. En un inicio estaba más influido por ese cine experimental americano a nivel formal. Más tarde, con la presión con la que vives en Tailandia tienes que hacer otro tipo de cine, más personal.
– ¿Puede disfrutar de una película de Hollywood de puro entretenimiento?
– Sí, sí. No lo hago muy a menudo pero las disfruto. Me encantan los efectos especiales, crecí viendo películas de ciencia ficción en los 70 y 80, sobre todo de Steven Spielberg. Cuando elijo un 'blockbuster', busco que tenga efectos especiales. En el comienzo del cine, los hermanos Lumière utilizaban la luz para hacer trucos, eso me fascina.
– ¿Algún título reciente que le haya gustado?
– 'Ready Player One' de Spielberg, es una película muy interesante, con un sinfín de referencias. Y otras que me llevan hacia atrás, hasta 'El resplandor' de Kubrick.
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