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La última película que Jesús Mari Echano vio en el cine fue 'La gran belleza'. Sus amigos del Cineclub de Getxo le sacamos de la ... residencia en la que vivía los últimos años y le llevamos un viernes a la Escuela de Música Andrés Isasi, el antiguo Cine Social de Las Arenas, que se inauguró tres años antes de que él naciera, en 1929. Por supuesto, le encantó recorrer una Roma magnífica y decadente al mismo tiempo de la mano de Jep Gambardella, con el que Jesús seguramente se identificó: un flâneur descreído que busca la belleza y está de vuelta ya de todo. Un dandy como Jesús, siempre con chaqueta y pañuelo en el cuello.
No. No está mal que la última de las miles de películas que Jesús Mari Echano vio en su vida fuera la deslumbrante crónica romana de Paolo Sorrentino. La maldita diálisis le impidió en los últimos años ir al cine, la actividad a la que, junto a dar clases en la universidad, consagró su vida. Jesús ha muerto este sábado a los 91 años en Santa María de Getxo y quienes nos sentamos a su lado en la oscuridad de una sala le echaremos de menos, porque nos enseñó a ver películas. Primero en el bilbaíno Cineclub FAS, del que fue presidente a lo largo de veinte años en diferentes periodos (de los años 60 a los 80), y después en el Cineclub de Getxo, una vez que se vino a vivir a su casa de Aiboa junto a su mujer, María Begoña Arroitajauregi.
Nacido en Bilbao en 1932, Jesús María Echano Loizaga estudió Derecho en Valladolid y llegó a jugar al fútbol en el Real Valladolid CF «a pesar de no ser alto», puntualizaba. De niño, sus padres nunca le habían llevado al cine, pero se escapaba con los amigos los sábados a las tres y media en las numerosas salas de barrio de las que disfrutaba Bilbao. «El chico bueno montaba un caballo blanco y perseguía siempre al malo. Cuando se besaba con la chica aparecía en pantalla 'The End', y así aprendimos que significaba fin», recordaba.
Catedrático de Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto, Echano descubrió el Cineclub FAS en 1960 gracias a un anuncio que vio paseando por el Casco Viejo. Empezó a acudir regularmente a las sesiones del Salón San Vicente y cuatro años después ya formaba parte de la Junta Directiva del cineclub europeo más antiguo en funcionamiento. Colaboró con el Festival de Cine de Bilbao, actual Zinebi, y en 1972 fue nombrado secretario general del Instituto Vascongado de Cultura Hispánica. Jurado del Festival de San Sebastián en 1963, logró imponer su criterio para que Alberto Lattuada se llevara la Concha de Oro con 'El poder de la mafia' y que Manuel Summers se conformara con la Concha de Plata por 'Del rosa… al amarillo'.
Su presencia nunca pasó desapercibida en los coloquios que seguían a las películas. Jesús no tenía piedad ni paciencia con quienes desgranaban lugares comunes y obviedades en el cinefórum. Allí estábamos para hablar de cine, de la mirada de un director, de la puesta en escena. «El cine es un arte y un lenguaje, y debes conocerlo para interpretarlo», sostenía este sabio rebosante de energía y hambre de conocimiento, que cuando le recomendaban una novela corría a comprarla y no paraba hasta terminar de leerla de madrugada. «Así no me preocupaba más», justificaba. De Jesús aprendí que no es lo mismo un director que un cineasta, ni un film que una película. Siempre me alivió saber al verle que puedes tener 80 años y disfrutar de la película más moderna y transgresora como si fueras un chaval de 20.
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