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A las puertas de Halloween cabe preguntarse, viendo cómo se ha convertido en otra fiesta consumista más, qué ocurriría si los muertos se levantasen de sus tumbas. Probablemente se dividirían en dos bandos, según sus intereses. Por un lado, aquellos muertos vivientes que se apuntan ... al baile, a celebrar el acontecimiento; por otro, los que ven esta fiesta como una americanada y una tomadura de pelo, insulte o no a los valores religiosos.
La masa se disfraza más que en carnaval y decora sus hogares con motivos siniestros para aligerar, como animal racional, que la muerte nos acecha. El sentido del humor, preferiblemente negro, es un buen antídoto contra la angustia existencial, así que toca reírse de aquellos monstruos que nos han provocado pesadillas a lo largo de la Historia, ahora convertidos en iconos de la cultura popular.
La visita a los cementerios a depositar flores sobre las tumbas, en un bello acto emocional, el Día de Todos los Santos, viene precedida por la Noche de Halloween, el 31 de octubre. Un día en el que muchos humanos se disfrazan de sus seres siniestros y grotescos favoritos.
Ir de zombi es un clásico, porque se puede ir de cualquier cosa y de cadáver andante, a la vez. Por ejemplo, hay quien se viste de enfermera no-muerta, policía revivido o superhéroe zombi. Los muertos vivientes nos dan más ternura que miedo desde que Michael Jackson estrenó el videoclip de 'Thriller'. El malogrado cantante es uno de los culpables de la pérdida de entidad de los resucitados, cuya capacidad para sembrar el terror quedó tocada desde que pudimos ver sus cuerpos regresando del Más Allá tan felices, de verbena moviendo el esqueleto. El éxito de 'The Walking Dead', la serie de televisión basada en el cómic homónimo, insufló energía a una moda que parece imparable, que contamina especialmente al medio audiovisual.
'La noche de los muertos vivientes' George A. Romero es una película indispensable. Revolucionó las constantes del celuloide terrorífico gracias a su renovador planteamiento, estético y expresivo. Lanzó al estrellato a los zombis apocalípticos, alejados de ritos vudús, más cercanos a nosotros, mientras planteaba una exquisita parábola social. En 'Shaun of the Dead', aka 'Zombies Party', se carcajeaban de ello en un festival de anatomía desatada y humor absurdo. La española 'No profanar el sueño de los muertos' es un clásico del horror autóctono, como la saga de los templarios zombis de Amando de Ossorio.
Si Lon Chaney Jr. levantara la cabeza, se encontraría con una imagen distorsionada del famoso monstruo de los colmillos que aúlla en la noche. Él fue el hombre lobo de las películas clásicas en blanco y negro de la Universal como nuestro querido Paul Naschy lo fue en multitud de producciones españolas de los años 70 de un género, el 'terror de pipas', que llenaba las salas.
El licántropo no es el mismo desde que Michael J. Fox, el jovenzuelo que viaja en el tiempo en 'Regreso al futuro', protagonizó 'Teen Wolf (De pelo en pecho)'. Ver al 'lobisome' jugando al baloncesto y escuchando música con los auriculares tomando un refresco con pajita mermó su capacidad para aterrorizar al personal. Hace unos días se estrenaba en Disney+ 'La maldición del hombre lobo', donde Gael García Bernal se transforma en bestia sin la necesidad de la luna llena para deleite de los fans de Marvel. Sí, han leído bien. La editorial especializada en superhéroes también explota este filón.
La imaginería excéntrica creada en torno al vampiro es inabarcable, extendida de la literatura a otras disciplinas. Entre ellas, el cine, donde Drácula, el no-muerto creado por Bram Stoker, ha brillado encarnado en cuerpo (y alma) por actores como el inefable Bela Lugosi y el excelso Christopher Lee, inmortales. Quizás la imagen más descarada del mito sea la de Gary Oldman en la adaptación del maestro Francis Ford Coppola, trufada de referencias a otras artes como la pintura.
Drácula es un icono del género, pero chupasangres hay muchos, también en la vida real, con y sin dientes de plástico. Por citar un filme cercano en el tiempo, recomendamos 'Crudo', el fin de la inocencia de una adolescente que se transforma en otra persona. Sus gestos mutan, su comportamiento huye de convencionalismos y su cerebro se adapta a una existencia renovada… donde la sangre es vital.
Entre los grandes iconos del cine de terror moderno, ahora que los muñecos de plástico –léase Funkos– son las nuevas figuras Lladró, se encuentra un monigote pérfido que cobra vida cuando los adultos miran para otro lado. La aviesa marioneta se dedica a sembrar el pánico cuchillo en ristre. Hablamos del mítico Chucky, cuyas bromas pesadas causan serias bajas entre la especie humana. Múltiples mutilaciones, desmembramientos y decapitaciones figuran en el currículo sanguinolento de este muñeco diabólico, convertido en la estrella, que cuenta con otros compañeros de aventuras charcuteras.
Juguetes asesinos hay muchos, no todo va a ser 'Toy Story', como la saga 'Puppet Master' y la escalofriante muñeca Annabelle. Ojo, también a los payasos locos, que la infancia da mucho juego a la hora de contar historias para no dormir. Están el clown psicópata de 'It', nacido de la imaginación de Stephen King, y el de 'Terrifier', más bruto si cabe. 'Killer Klowns fron Outer Space' son los más delirantes.
Los asesinos en serie son los reyes de la función en el cine de terror juvenil y más allá, por encima de los científicos locos, con permiso del propio diablo y de criaturas demoniacas de todo tipo. Jason, Leatherface, Freddy Krueger y Michael Myers –la cara de Halloween– se han convertido en mitos del terror que han arrasado en la taquilla y continúan su andadura sanguinaria en formato doméstico, ya sea 'online' o en las benditas cintas VHS de antaño. Son las estrellas del horror y la serie Z.
Matan sin descanso, a machetazos, cuchilladas o blandiendo un bate de béisbol, con mucho humor negro. Han dado pie a franquicias inabarcables para regocijo de todo fan del 'slasher', etiqueta que define sus fechorías cinematográficas, a cada cual más original desde el punto de vista del sufrimiento de la víctima. El contador de muertes no para, explorando mil y una posibilidades de acabar con la vida de un ser humano, la mayor parte de las veces jóvenes despistados. Sus carnicerías han pasado a la historia del séptimo arte por la puerta de atrás. Solo hace falta ponerse una máscara y empieza el festín sangriento. A borbotones.
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