Hay mucho cine en el bustier bicónico de Gaultier, quizás con el recuerdo lencero de María Félix en 'French Cancan', lo mismo que memoria cinematográfica en un personalísimo «mood book» del que emergen subversivamente el kilt escocés, la camiseta marinera y el high tech. 'Freak ... is chic', 'pop is mix' y el cine es moda como la moda es cine. Pues sí, porque el imaginario creativo y la rebeldía ambivalente e intercambiable en el guardarropa de Jean Paul Gaultier son el prefecto reflejo de ese matrimonio de conveniencia entre el cine y la moda.
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Cierto que las películas son el destello necesario de una época, pero también el reflejo de un imaginario construido por la moda para reafirmar la ficción, la credibilidad argumental o incluso los estereotipos de los personajes. Un matrimonio de conveniencia, inspirativo en ambas direcciones y con una sociología visual compartida, del que Gaultier ha extraído e incorporado con pasmosa libertad a su imaginario creativo la esencia teatral del espectáculo, la irónica y divertida mirada que le ha permitido vulnerar el binario estético de la sexualidad, su preferencia por el estereotipo de la mujer fuerte y autónoma y hasta el respeto riguroso a un oficio que en su obra siempre se impone finalmente al ligero y comercial 'street style'.
Este apego de fondo al viejo oficio resulta evidente en la exposición consagrada por la Cinemateca Francesa a su visión personal sobre las relaciones entre el cine y la moda, 'Cinémode', donde el arranque del recorrido rinde tributo a 'Falbalas' (1945), la película de Jaques Becker que está en el origen de su vocación como creador de moda y que, a buen seguro, constituye un canto al viejo oficio con los vestidos de Marcel Rochas o incluso un tributo a las teorías de Paul Poiret sobre la necesaria teatralidad de las modelos en movimiento o en pose estática.
Una teatralidad bien visible en el cine, pero también metabolizada en el código creativo de Gaultier y asimilada en sus 'freak shows' o, como indicaba Pierre Cardin, en su genial puesta en solfa de los criterios del buen y del mal gusto o incluso en el cuestionamiento de los códigos estéticos hombre-mujer. Un buen reflejo de todo ello es la admiración de Gaultier por esa sátira de la moda y por ese cacareado final de la alta costura bien implícito en los vestidos -muy de Paco Rabanne- de la película '¿Quién eres tú, Polly Maggoo?' (1966), por el erotismo latente en los conjuntos o en las escenas de Marylin Monroe y Sharon Stone o por la visibilidad de la diferencia en el vestuario transgresor que creó para la película de Almodóvar 'La mala educación'.
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Las inspiraciones cinematográficas en la obra de Gaultier y sus tipologías estéticas creadas en diferentes películas son, en fin, una prueba más de ese matrimonio de conveniencia entre el cine y la moda, a la postre una relación siempre fructífera en lo inspirativo, en lo creativo y, por supuesto, en lo comercial.
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