![Mario Pardo: «Un actor no se jubila: igual que llaman a un niño llaman a un abuelo»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/11/08/mario-pardo-kw8H-U2201768265826jIF-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Mario Pardo: «Un actor no se jubila: igual que llaman a un niño llaman a un abuelo»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/11/08/mario-pardo-kw8H-U2201768265826jIF-1200x840@El%20Correo.jpg)
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James Coburn le ha dado una paliza, se fugó de la cárcel de Segovia y era uno de los parroquianos del café de 'La colmena'. Mario Pardo (Berga, Barcelona, 1944) debutó en el cine hace más de cincuenta años en 'Del amor y otras soledades' ( ... 1969), de Basilio Martín Patino, interpretando a un estudiante con su propia ropa y sus gafas. Cuando la cámara le enfocó se quedó sin habla. «Como entonces no había sonido, me puse la mano en la boca y farfullé. Había actores que rezaban un padrenuestro en los diálogos y después se doblaban».
El galardón honorífico de AISGE, la entidad de gestión de derechos de los actores, reconoce la carrera de Mario Pardo, que a los 80 años no para de trabajar: 'El Hoyo', '30 monedas', 'Cuéntame', '¡García!' y 'Cerrar los ojos', de Víctor Erice, son sus últimos trabajos. Una vida de cine que repasa con EL CORREO en la playa de Arrigunaga (Getxo), donde vive desde más de una década.
–¿Viene de familia de artistas?
–Mi padre era militar destinado en Cataluña y mi madre pianista. Una familia itinerante que pasó por Tarragona y Barbastro hasta que a los nueve años llegamos a Salamanca. Allí estudié Románicas y Filosofía Pura.
–Y se manifestó contra Franco.
–En una de esas manifestaciones me detuvieron tras auxiliar a un compañero que se quedó ciego de un ojo tras una carga de la Policía en la puerta de la Facultad de Derecho. Pactó que no iba a presentar una denuncia si me liberaban. La situación en Salamanca era incómoda, y un amigo, Ricardo López, hermano de la actriz Charo López, me habló de la Escuela Oficial de Cine.
–Y se hizo actor.
–Bueno, yo era un enamorado del cine, pero nunca se me había pasado por la cabeza ser actor. Vendía mis dibujos en el Rastro y Clearasil, la crema contra el acné, por las casas. Había que sacar unas pelillas. Montamos 'Los hombres del triciclo, de Fernando Arrabal, y no encontrábamos al actor principal. Como estaba familiarizado con el texto lo hice yo. Pasó algo curioso. Al final de la obra, me detenían y esposaban. Y eso me hizo recordar lo que me había ocurrido en la vida real. Empecé a llorar y me convertí en actor del método sin saberlo, ja, ja.
–En los años 70 rodó coproducciones con James Coburn, Telly Savalas, Terence Hill, Bud Spencer...
–Recuerdo sobre todo a James Coburn en 'Una razón para vivir y una para morir'. Era un tiarrón. Teníamos una escena en la que peleábamos y se lo tomó en serio, me dejó hecho polvo.
–Llegamos a dos hitos: 'Curro Jiménez' en 1977 y 'Fortunata y Jacinta' tres años más tarde.
–Hice dos capítulos de Curro Jiménez, uno lo dirigía Antonio Drove y otro Mario Camus. Se rodaba como cine. Para un muchacho como yo, filmar con caballos y armas era una aventura fascinante. 'Fortunata y Jacinta' marco un antes y un después para todos los que estábamos allí: Ana Belén, Maribel Martín, Charo López, Paco Rabal, Fernando Fernán Gómez...
–'La fuga de Segovia'.
–El rodaje daría para otra película. Íbamos por las carreteras con Land Rovers de la Guardia Civil que llevaban un cartel enorme «somos de la película». Fue muy divertido.
–'La colmena'.
–Se reunió un grupo de actores irrepetible, estaban todos los grandes: Agustín González, Fernán Gómez, Pepe Sacristán, Rabal, Emilio Gutiérrez Caba, José Bódalo... Rodábamos en un plató que simulaba el café Gijón. Te vestías y entrabas en ese mundo y en esa época.
–¿Por qué se viene a vivir a Euskadi?
–Por mi mujer, que es de Plentzia. La tecnología empezaba a avanzar y la presencia física ya no era tan importante. Las autonomías empezaban a salir adelante y ya teníamos a los hijos. Tengo tres y afortunadamente ninguno me ha salido actor.
–Hoy no podría hacer su popular personaje en las dos películas y la serie de 'Maki Navaja': Moromierda.
–No, hoy sería políticamente incorrectísimo. Ya al final de la serie no nos permitieron seguir porque resultaba demasiado incorrecto. Moromierda es un personaje muy entrañable, todavía los chavales me gritan por la calle ¡Mohamed! Hoy tendría que interpretarlo un actor norteafricano, y estoy de acuerdo. Sería como el Baltasar pintado de negro.
–Diversos estudios de AISGE demuestran lo inestable que es su profesión, muy pocos actores pueden vivir de ella.
–Gracias a esos estudios sociolaborales hemos descubierto con sorpresa que la situación es mucho más desfavorable de lo que pensábamos. No llega ni al 10% el porcentaje de actores que vive de su trabajo, el resto lo combina con otras actividades. En AISGE se estableció hace tiempo que el 20% de lo que recaudáramos por nuestros derechos de propiedad intelectual fueran destinados a un fondo para la enseñanza y la asistencia social.
–¿Hay actores veteranos con grandes carreras que lo han pasado mal en sus últimos años?
–Muchos más de los que creemos. A no ser que hayas sido una hormiguita, nuestras pensiones son mínimas. Muchos han necesitado ayuda. Y también jóvenes a los que la televisión reclama y después deja tirados. Al año son unos 4 millones de euros para apoyar a nuestros compañeros, unas 2.000 familias que viven con dignidad gracias a esta ayuda.
–¿Usted siempre ha podido vivir de su oficio?
– Alguna vez he tenido que hacer otras cosas. Una herencia me permitió vivir un tiempo, he vendido cuadros...
–Atraviesa un buen momento profesional.
–Están siendo unos años increíbles. El colofón fue la oferta de Erice, no me la creía. Una de las veces que más he levitado en una sala de cine es con la escena de las dos niñas hablando en susurros en 'El espíritu de la colmena'. Víctor me llamó recién salido del hospital tras una neumonía. Hice gimnasia, me aprendí el guion a la perfección con mi hijo Ander... Erice no cree mucho en los ensayos, porque en el set todo cambia. 'Quiero la verdad', decía en un rodaje en el que hubo suavidad y entendimiento. Siempre me he llevado bien con los directores, excepto con un italiano, al que casi le tiro una batería de coche a los pies (Umberto Lenzi en 'Detrás del silencio').
–¿El término jubilación qué le dice?
–No existe la jubilación para un actor, porque igual que llaman a un niño de cinco años lo hacen con un abuelito de ochenta. Yo estoy jubilado desde hace muchos años, pero sigo trabajando.
–Podría decir que no.
–Más o menos. El dinero viene bien y me tira mucho el reto de memorizar el guion y hacerlo bien.
–¿Rechaza papeles?
–Dije que no a una obra de teatro sobre un hecho histórico que era 'fake news'. Encarnaba al ingeniero inglés que dijo que no existían armas de destrucción masiva en Irak y que apareció muerto en extrañas circunstancias. No me veía durante meses representando una mentira.
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