Karra Elejalde la lía en un txoko de Bilbao

La jornada comenzó surcando las aguas de la Ría, con un breve garbeo por ese Bilbao que la cinta retrata con todo lujo de detalles. «Qué bonito está esto, pero como La Concha...», se consolaban los donostiarras, quizá para aliviar el hecho de que la película, con la gastronomía como gran protagonista, se haya rodado en Bilbao y no en su tierra. El binomio actores-cocineros se entiende bien y ofrece muchas posibilidades para la comedia. Con las primeras cañas al carismático Karra se le iba soltando la lengua.

Apoyado en el hombro del venerable Matías Gorrotxategi y ante la atenta mirada de don Pedro Subijana, el intérprete de más de medio centenar de películas y ganador de dos Goyas desgranaba un recuerdo de la infancia que le retrata. Acaban de llegar al bar de su familia en Salinas de Léniz veinticinco raciones de almejas gordas de carril. Él, todavía un chiquillo, cogió una pinza de depilar y se dedicó a meter dentro de los moluscos perlas que había arrancado de un collar de su madre. Los clientes no se lo podían ni creer. Su madre casi lo mata. «¡Imagínate! El collar destrozado y 25 raciones de almejas a la basura». Elejalde se crecía con cada detalle mientras los chefs reían a mandíbula batiente.

También recordó junto a Elena Arzak la primera vez que visitó la mítica casa del Alto de Vinagres. «Fui con Imanol Uribe después de presentar en el Zinemaldi 'Días Contados', fíjate si ha llovido». Los cocineros, especialmente los donostiarras, están acostumbrados al glamour del cine gracias al festival. Subijana recordaba haber dado de comer a un sinfín de estrellas en Akelarre, «algunas te sorprenden para bien y otras para mal». Él se queda con la visita de Robert de Niro, «que es casi como del gremio», pues gestiona varios restaurantes en Nueva York.

El barquito ponía rumbo a Olabeaga donde aguardaba a los invitados una pantagruélica comida en el Txoko Noruego servida por el polifacético Igor Ruiz. «En la película, yo soy como tú», le explicaba Karra a Gorrotxategi, alma de Casa Julián. Un apóstol de txuletón y de la cocina sin chorradas. En la vida real, el actor se reconoce menos fundamentalista. «La cocina tradicional y la moderna nunca han sido rivales, hay momentos para todo, para un menú degustación o para un bacalao al pil pil».

En la comida de fraternidad que se sirvió hubo para todos los gustos, desde anchoas marinadas con una emulsión de gilda a una suculenta cremita de erizo, croquetas de manitas de cerdo, rape con salsa de nécoras y albóndigas con boletus y trufa. Había hambre, pues de camino al txoko cocineros y actores se arrancaron a pelotear en el frontón de Olabeaga, con más ganas que acierto. De nuevo Elejalde llevaba la voz cantante.

Ya en la mesa, la conversación se tornó más profunda. Enric Auquer, que encarna en 'La vida padre' a un joven chef atenazado por la presión de conseguir la tercera estrella 'Michelin' mientras lidia con las excentricidades de su padre, comparaba el papel del cocinero con el de «un actor de teatro cuya función no se acaba nunca» y reflexionaba sobre el papel que el ego y la fama juega en ambos oficios. «Ambos tienen que aprender a gestionar las alabanzas y los fracasos». Ajeno al filosofar, Gorrotxategi seguía mirando a Elejalde con una sonrisa divertida: «Ya me habría gustado tenerte de parrillero, seguro que liabas alguna pero íbamos a estar entretenidos».