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Juanma Bajo Ulloa no aparenta, ni de lejos, 58 años. La chupa de cuero blanca, la cruz al cuello y unas gafas oscuras que nunca ... se quita por coquetería siguen confiriéndole un aura de director estrella, en su día el más joven que ganó la Concha de Oro en San Sebastián con 'Alas de mariposa' en 1991. Sin embargo, el vitoriano ya no habla como un 'enfant terrible' que no encuentra su sitio en la industria y hasta reconoce estar abierto a encargos de las plataformas.
No es el caso de su nuevo largometraje, 'El mal', parido desde las tripas y escrito en 2006, aunque la versión del guion que haya visto la luz sea la décima. Bajo Ulloa ha mostrado en el Festival de Málaga unos pocos minutos de su séptima película de ficción, que rodó en Vitoria y Bilbao acogiéndose al régimen de incentivos fiscales. «Aquello se está convirtiendo en un pequeño Hollywood euskaldun», alaba.
Dos actores internacionales como Natalia Tena ('Harry Potter', 'Juego de Tronos') y Tony Dalton ('The Last of Us') y actores españoles como Belén Fabra, Fernando Gil y la debutante María Schwinning, elegida en un casting entre mil niñas, protagonizan un thriller sobre «la extraordinaria necesidad que tiene el ser humano de ser reconocido y la extraordinaria incapacidad que tiene de mirar su lado oscuro». «No queremos mirarnos en el espejo, no asumimos la responsabilidad, la culpa siempre es de otro». A falta de grabar la banda sonora y corregir el color, esta primavera ya habrá una copia para iniciar su recorrido por festivales.
Las imágenes mostradas en Málaga no permiten concretar la trama. Aparecen, entre otros escenarios, la Sociedad Bilbaína y la Catedral Nueva de Vitoria (la productora del realizador lamentó las trabas del Obispado para rodar en el Seminario Diocesano). Bajo Ulloa cuenta que Belén Fabra interpreta a una periodista convertida en escritora, a la que Natalia Tena le hace una proposición muy complicada que no puede dejar de aceptar. Hay una niña que recuerda a la de 'Alas de mariposa' y que sufre una dolencia hereditaria a la que llaman 'el mal'... El autor de 'Airbag' adelanta una frase del póster para dar más pistas: «Dentro de cada ser humano hay un monstruo y dentro de cada monstruo hay un ser humano. No nos gusta aceptar nuestra fascinación por el mal, que nos pirramos por los documentales sobre nazis y que Darth Vader nos gusta más que Luke Skywalker».
–Defiende que el suspense «es la sal del cine».
–Exacto: sé que va a ocurrir algo pero no cuándo y no puedo apartar la vista de la pantalla. 'El mal' tiene un tono más visceral y emocional que racional. Yo ahora veo mucho un cine muy perfecto, también en la series. Todo está muy bien hecho, pero tienes la sensación de haberlo visto ya. Muy de lugares comunes y que no deja poso. Me ha pasado navegar por el menú de una plataforma y elegir algo que vi la semana anterior. Son películas que se hacen desde la racionalidad, nos hemos convertido en extraordinarios técnicos. Yo mi primera película no sé por qué la hice, me encontré haciéndola. Como el surrealismo, se trata de hacer las cosas sin entenderlas.
–Huyendo del algoritmo.
–Claro. Yo tengo que contar lo mío, no sé qué es el algoritmo, qué quieren ver los demás. Si no tengo nada que contar estoy en mi casa y no molesto. Soy hijo de lo que he visto y he leído. Y confío en que mis historias van a encontrar a sus espectadores, hartos de películas y series predecibles. Se llama artesanía, lo hacemos con las manos.
–Se paga un precio por ser artesano, por algo su productora se llama Frágil. Pasan los años y sigue costándole levantar proyectos.
–Me cansa y a veces tienes la sensación de que no merece la pena. Pero no puedo dejar de pensar que hay un privilegio en haber elegido un trabajo cuando era muy joven y ahora soy un señor maduro que todavía puede hacerlo. Me cuesta cinco, diez años, la vida. Cierto. Pero sigo haciendo lo que me ha apasionado. Hago películas porque hubo otros creadores que me han convertido en la persona que soy. Me inocularon un virus de emoción y me hicieron creer que yo también tenía algo que contar. Prefiero esto que estar en un taller haciendo tornillos.
–¿Y lo prefiere a hacer series de encargo para Netflix?
–Podría hacer perfectamente un encargo, como he hecho anuncios o una veintena de videoclips. Tengo esa capacidad, siempre que pueda hacer mío el proyecto. Y es difícil porque hay mucho algoritmo. Te dicen hacia dónde tiene que ir, quién tiene que ser el protagonista, que es el que el que la industria desea, aunque yo no crea en el 'star system'. Pero nunca he estado cerrado a un encargo.
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