«No me olvido de mirar a la calle, de mirar hacia afuera. Intento no distanciarme de la realidad de la gran mayoría, aunque mi realidad pueda ser otra», dice Juan Diego Botto. Sabe que «en la vida todo viene combinado, las penas con las ... alegrías». A su padre lo secuestraron, lo torturaron y lo asesinaron cuando era solo un niño. ¿Cómo puede vivir uno con ese calvario eterno y silencioso dentro? El actor regresa a los escenarios tras el éxito de su anterior montaje, 'Un trozo invisible de este mundo', en el que anidaba el recuerdo de su padre, con un nuevo texto escrito por él y también dirigido por Sergio Peris-Mencheta: 'Una noche sin luna', sobre la vida y la obra de Federico García Lorca, que llega este fin de semana al Arriaga.
Dice de sí mismo: «Soy hijo del exilio. Nací en Buenos Aires (1975), mi familia es argentina y nos tuvimos que venir a España en 1978 por el golpe de Estado que hubo en 1976. A mi padre lo hicieron desaparecer en 1977, y mi madre (la maestra de actores Cristina Rota) se vino a España con sus tres hijos. Yo viví el trauma del exilio con la mirada de un niño que mira a su madre, que fue la que se enfrentaba día a día al proceso más duro».
- ¿Cómo es su relación con Federico García Lorca?
- Es una relación de toda la vida. Tras haberlo leído tanto lo siento como un compañero de vida, como un amigo íntimo. Lo empecé a leer con 13 años y no lo he soltado hasta hoy.
- ¿Qué seduce tanto de su obra?
- Tiene una sensibilidad muy especial para hablar de los que no terminan de encajar, de los que de alguna manera no cuadran en la rueda habitual en la que todo el mundo encaja; por distintos motivos: por ser mujer, por ser homosexual, por ser frágil... 'Poeta en Nueva York', por ejemplo, creo que está muy influenciado por esa maquinaria que aplasta a los más frágiles. Sus personajes son vulnerables y conectan con esa vulnerabilidad que muchos sentimos o hemos sentido.
A mí me conecta con ese niño que venía de otro país, hablando distinto, y que en el colegio se las veía y deseaba para ser aceptado por los demás. Tú quieres ser uno más, pero sientes que hay algo que te distancia de los otros.
-¿ Cómo fue la vida del poeta?
- Apabullante. Poca gente, a su edad, llegó a escribir una obra tan completa; pero, además, hay algo muy interesante en él: siendo un tipo frágil, un tipo cauteloso, con sus miedos, fue adquiriendo a lo largo de la vida una serie de compromisos -sociales, políticos, éticos, morales- que implicaban un arrojo, un coraje, una valentía de la que muy poca gente es capaz. Muchos de los que se consideraban tan hombres, tan masculinos, no fueron capaces.
El viaje a Nueva York y Cuba
- ¿Por qué regresó a Granada en vez de dejar España?
- Para empezar, en ese momento nadie imaginaba la crueldad de la que iban a ser capaces los golpistas; nadie podía imaginar algo tan sanguinario. Él pensaba que en ningún lugar iba a estar más seguro que en casa de sus padres, que eran gente de bien, pudientes y referentes en su tierra. Y ahí se equivocó, porque la mano de aquella oscuridad alcanzó a todas partes.
- ¿Cómo vivió Lorca su homosexualidad?
- Nunca la vivió con tranquilidad, pero creo, por las biografías que he leído y por los historiadores con los que he hablado, que hay un hecho muy importante en su vida: su viaje a Nueva York y a Cuba. Es la primera vez que está realmente lejos de sus padres, de ese manto protector y de esa mirada censuradora, y ahí empieza a vivir su sexualidad con más libertad, algo que explota en Cuba, donde disfruta con más libertad de tener amantes, de tener amores y de poder estar con otros hombres. De hecho, allí escribe 'El público', que es una obra en la que habla de su sexualidad más abiertamente; nunca se representó estando él vivo. A partir de ahí, mantiene relaciones con otros hombres aceptándose un poco más, pero creo que nunca dejó de vivir su condición sexual con dificultad.
- En España todavía hay gente que opina que no es para tanto, que se exagera su valía, que sí pero no...
- La envidia es una característica muy nuestra, muy española. Y también creo que hay un sector que considera que alguien es verdaderamente español, más español o menos español, en función de cuánto comulgues con sus ideas o de cuánto dejes de comulgar. Si comulgas poco, ya eres menos español. Y eso tiene que ver con una serie de prejuicios que siguen vivos hasta hoy. Seguimos tratando de antiespañoles a mucha gente por el hecho de no comulgar con nuestras ideas. En el caso de Lorca, además de su enorme valía está su repercusión internacional. Muy pocos poetas significan en el mundo lo que Federico García Lorca.
«Una anomalía»
-¿Habría que seguir buscando sus restos?
- Soy de la opinión de que es una anomalía que el poeta más célebre del siglo XX sea uno de los muchos desaparecidos de la dictadura española. Un profesor de Literatura en Estados Unidos me contó que, la primera vez que vino a España, una de las cosas que quería hacer era visitar la tumba de Lorca. Se quedó alucinado... Nos merecemos reconocer como a uno de nuestros mejores españoles a uno de nuestros más grandes poetas. Deberíamos desenterrarlo, darle digna sepultura y habilitar ese espacio para que se le pueda rendir homenaje a quien ya pertenece a toda la Humanidad.
- ¿Es una deuda pendiente?
- Con Federico y con muchos otros compatriotas. La existencia de las cunetas es un lastre muy pesado. Una de las mejores cosas que hemos logrado en nuestra democracia es la visibilidad de las víctimas de ETA. Creo que ha sido un acierto el haber dado voz y reconocimiento a las víctimas del terrorismo, como también pienso que una de las deudas más lacerantes de nuestra democracia es la invisibilidad de las víctimas del franquismo. Y como ellas, todos esos cuerpos que siguen esparcidos por las cunetas; no es que estemos hablando de un frente de guerra, sino de gente a la que sacaron de sus casas, y eso es algo que ya toca subsanar.
- Usted perdió a su padre de manera trágica. ¿Qué se puede hacer para curar las heridas que deja el haber sido víctima de violencias e injusticias?
- Lo principal es encararlas, saber de dónde vienen, lo profundas que son, intentar comprender... Por ejemplo, en mi caso, y para intentar conseguir que el secuestro, tortura y asesinato de mi padre no me persiga como un fantasma toda mi vida, creo que ha sido importante que haya hecho todo lo posible por intentar restañar esas heridas. Si yo no hubiera estado vinculado con distintas asociaciones en las que hemos trabajado y peleado para que se juzgue a los responsables de los crímenes de Estado en Argentina, seguramente habría algo que sentiría que me falta, que está pendiente. Y otra cosa: la justicia es algo que cura, mientras que la venganza no te lleva a ningún sitio. Pero ¡qué terrible es cuando la injusticia está acompañada de impunidad! Yo pasé del odio a la búsqueda de justicia; el odio te ata y te hacer perder doblemente. Lo que no debes consentir que te quiten son las ganas de cantar, de bailar, de ser feliz y de seguir adelante con tu vida.
- La Fiscalía investigará ese chat de militares retirados en el que se hablaba de «fusilar a 26 millones de españoles».
- Uno de los motivos por los que me decidí a poner en pie esta obra es porque leyendo la vida de Lorca encontraba una serie de ecos que resonaban mucho hoy. Los ecos, las similitudes, los paralelismos... en algunos casos son escalofriantes. Y, si no existieran en la historia de nuestro país los precedentes que existen -qué triste es que en muchos casos se desconozcan-, esto de ahora podría sonar a fanfarronada o a una anécdota; pero existiendo esos precedentes...
- ¿Es creíble el ruido de sables?
- Creo que hay que atajar las cosas de raíz y ser conscientes de que la democracia no es algo que esté garantizado para siempre. Los valores democráticos hay que defenderlos siempre, y solo desde la legalidad. Todas las voces que pretenden violentar la democracia tienen que ser censuradas velozmente, porque vivimos en un país donde la tradición es la impunidad, y eso es siempre peligroso. Hay gente que ha decidido jugar con fuego. Me recuerda mucho a la película 'Cabaret' (Bob Fosse, 1972) el comportamiento de determinada gente con respecto a la extrema derecha; eso de 'ya les pararemos los pies', de 'bueno, les vamos a dar cancha porque de momento nos son útiles para esto o para lo otro', 'vamos a darles pábulo y ya les frenaremos después'. Pero no hay que olvidar que, cuando se desata la extrema derecha, luego no es tan fácil hacerla volver al redil.
«Fui de los tontos que pensaban que de esto salíamos mejores»
- ¿Qué le ha quedado claro en estos últimos meses?
- El valor del afecto. En estos momentos, te das cuenta de que pocas cosas son más importantes que el afecto de la gente que tienes cerca...; cómo se echa de menos a los amigos a los que necesitas ver, qué jodido es llevar meses sin poder darle un abrazo a tu madre...; también hay cosas que me han sorprendido para mal.
- Por ejemplo, ¿cuál?
- Yo fui de los tontos que pensaban que de esto salíamos mejores. Al principio me dije: «Esto va a crear comunidad, nos va a unir, vamos a volver a prestarle atención a las cosas verdaderamente importantes». Pensaba: «¿Quién se va a atrever a politizar esto?». No me esperaba este nivel de conflictividad política. ¿Se acuerda cuando al principio de la pandemia nuestros héroes eran los sanitarios? Pues ya hay gente diciendo que les den.
- ¿Sobre usted qué ha descubierto?
- Tengo menos paciencia de la que pensaba. Me pensaba un tipo muy paciente; pero a veces, cuando estás mucho tiempo encerrado, llega un momento en que te vas gastando como la batería de un teléfono.
- ¿Se tiene usted por una persona lúcida?
- Veo a otros que lo son tanto que yo me considero un ignorante. Soy una persona con ganas de saber, con voracidad de conocimiento. Creo que eso es lo importante: tener siempre la voluntad y el deseo de saber más, de comprender más, porque hay tantas cosas que -hablo por mí- no se entienden.
- ¿Hay algún tipo de poder que le interese o le tiente?
- No. Ni la acumulación de dinero, ni mandar sobre otros me interesa. Pero comprendo que el poder resulte tentador.
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