![Aquella llamada con Donald Sutherland](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/06/21/donald-sutherland-piscolabis-kZmC-U220511471386qD-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Aquella llamada con Donald Sutherland](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/06/21/donald-sutherland-piscolabis-kZmC-U220511471386qD-1200x840@El%20Correo.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Parecía la suite de 'Resacón en las Vegas', pero sin el tigre. Quizá estaba pero, entre tanta bandeja sin recoger y las montañas de sábanas desperdigadas, no se veía. El María Cristina donostiarra vivía una huelga sin precedentes que otorgaba al elegante hotel un aire ... distópico. No parecía que estuviéramos en pleno Zinemaldia y rodeados de estrellas. Pero aquel día quien esto escribe tuvo el honor de charlar, de manera efímera y por teléfono, con el gran Donald Sutherland. Cuando su hijo Kiefer comunicó su muerte no pude evitar sentir una gran pena. De esa que sobrecoge cuando fallece alguien que, sin necesidad de conocerlo, aprecias. Esa es la palabra. Decir admiración es quedarse corto. Aquellas breves palabras, y lo que me contó Marc Wahlberg, bastaron para saber que acababa de conocer a un gran tipo.
Noticia relacionada
Oskar Belategui
La historia comienza en septiembre de 2003, cuando ETB nos encarga un programa especial sobre el Festival de Cine de San Sebastián. Querían mostrar lo que no se veía. Nadie imaginaba en agosto, cuando surgió la propuesta, que íbamos a asistir a una dura huelga que afectaría a varios hoteles, incluido el María Cristina. De hecho las reivindicaciones laborales aparecieron en el programa junto al glamour del cine. Dos caras de una moneda que se lanza al aire cada vez que pones la cámara donde no se espera. En ello estábamos cuando, tomando algo cerca del hotel, conocimos a uno de esos tipos con mil nombres y otros tantos oficios. Algún día contaré la historia de aquel hombre que meses después nos timó y, aún así, no podemos evitar sonreír al recordarlo. Hoy nos ceñiremos a su relación con el asunto que nos ocupa. Tras ver la cámara que llevábamos se presentó. Decía llamarse Arman, que era estadounidense de origen armenio y que trabajaba en Hollywood como productor. No de los que ponen la pasta, sino de los que lo mismo te buscan localizaciones, que organizan la logística de los actores. Aseguraba conocer a estrellas como Sean Penn, que decía era demasiado intenso, o Sandra Bullock, de la que se confesaba admirador porque debía ser encantadora. El caso es que se postuló como intermediario ante las estrellas. Y le pedimos que nos acompañara y lo demostrara.
Al llegar al hotel se puso a gritar hacia una de las ventanas. Acababa de asomarse el actor Marc Wahlberg. Estaba en la capital donostiarra, junto a Charlize Theron, para presentar 'Italian Job', una nueva versión de la película de Michael Caine de los 60. Nos sorprendió que Wahlberg le reconociera. Y aún más que nos invitara a subir a su habitación. De esa forma conocimos al actor de Boston y le mostramos la Donostia diurna y nocturna. A cambio se abrió ante la cámara y respondió a todas las preguntas. Tras dos días intensos, Marc me pidió que subiera con él a la habitación. Quería agradecernos las botellas de txakoli que le habíamos regalado. Y no se le ocurrió otra cosa que hacer una llamada. La noche anterior, saliendo de una fiesta en el Palacio Miramar, le preguntamos por la experiencia de rodar junto a Donald Sutherland. Su participación había sido breve pero, como siempre, se había comido la cámara. Habló maravillas de él. Nos contó que durante el rodaje le había hablado de su pasión por la cultura europea y por la enología. Cómo sería la cosa que Wahlberg había hecho construir una bodega en los sótanos de su casa en Los Ángeles para guardar vino de medio mundo. Siempre, eso sí, aconsejado por Donald. Total que quería llamarle para hablar del txakoli. Y lo hizo.
Le contó cómo habían acogido el estreno de la película y, acto seguido, me pasó el teléfono. Había escuchado muchas veces su voz. Pero siempre doblada. La de aquella película corrió a cargo de Ernesto Aura. Maravillosa. Pero la original me impactó. Estaba hablando con Sutherland. Preguntó por el txakoli y por el vino de Rioja, que conocía bien. También sobre nuestra tierra. Fue breve. Pero lo guardo como un tesoro. Por un instante imaginé ser su compañero Alan Alda en M.A.S.H, uno de los colegas del sargento Oddball en los Violentos de Kelly o el misterioso X que le abría los ojos a Kostner en JFK de Stone. Apenas unos minutos. Eso duró la conversación. Quizás algo más. Pero la sigo recordando. En 2019 recibió el premio Donostia. No tuve la suerte de acudir. Por trabajo he podido conocer a otras estrellas. Incluso más laureadas. Y he tenido conversaciones mucho más largas. Pero aquel señor me pareció el tipo perfecto para compartir amistad y una copa de vino. Solo hizo falta aquel instante. A veces no se necesita más. Por eso, al saber de su muerte, hice lo que hago cuando muere alguien que ha dejado huella en mi humilde camino. Abrir una botella y brindar por él.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.