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Itoiz tocó por último vez en Eysines, un pueblecito en la periferia de Burdeos, en abril de 1988. Poco antes habían grabado un doble concierto en Fadura tras sus dos álbumes más exitosos, 'Musikaz Blai' y 'Espaloian'. El grupo de rock vasco más querido y ... añorado dijo adiós en lo más alto. Llevaban en la carretera desde el día de Santo Tomás de 1974, cuando, con Franco todavía vivo, cinco chavales de 16 años de Mutriku y Ondarroa se subieron al escenario de la discoteca Venecia en la playa de Saturrarán bajo el nombre de Indar Trabes.
Casi cuarenta años después de su despedida, los miembros originales de Itoiz se han reunido para volver a tocar juntos. Lo hacen en un documental que competirá en Zinebi, cuya 66 edición arranca este viernes. El cantante y letrista Juan Carlos Pérez, el bajista José Garate 'Foisis', José Antonio 'Antton' Fernández a los teclados, el batería Jimmi Arrabit y el guitarrista Germán Ors intepretan 'Lanbrora', un tema del disco de 1982 'Alkolea', en los estudios Tio Pete de Urduliz.
Testigos del histórico acontecimiento fueron las directoras de 'Itoiz Udako Sesioak', Ainhoa Andraka, Larraitz Zuazo y Zuri Goikoetxea, que después se fueron a comer con los músicos. Esas emocionantes imágenes llegan tras los créditos de un filme que, lejos del biopic al uso, trata de capturar la esencia de un grupo irrepetible a través de las palabras y la memoria de su líder, Juan Carlos Pérez, volcado a sus 66 años en la composición de obras sinfónicas y óperas.
«En la última etapa ya no pasaba vergüenza en el escenario. Era trabajo en la oficina», le confiesa a 'Foisis', con el que componía canciones a los 15 años en Mutriku. «Tocaba en un sitio y sentía frío, el proyecto se había agotado», se sincera el cantante, que pone el ejemplo del harrijasotzaile que alza una piedra: «Cómo dice el levantador de piedras, ¿esto es levantar o tener? Nosotros estábamos ya en tener».
Artista esquivo y discreto hasta lo enfermizo, Juan Carlos Pérez accede en el documental a someterse a 'sesiones de psicoanálisis' con sus antiguos compañeros. «No entiendo por qué lo dejamos, por qué no me avisaste. Me sentí un poco traicionado», le reprocha Jimmy Arrabit. «Estábamos cansados», contesta Pérez. El guitarrista superdotado Jean-Marie Ecay, que entró en el 83, recuerda que el cambio de sonido que propició, del rock progresivo al pop, fue visto como una traición por fans de la banda.
Itoiz comenzó mucho antes de que el rock radical vasco pusiera música a unos años convulsos. «Este era uno de los pocos lugares del mundo en el que no se hacían canciones de amor», reflexiona en la película Bernardo Atxaga, que compuso temas para ellos como 'Hegal Egiten' y 'Tximeleta Reggae'. Juan Carlos Pérez, que a los 18 años compuso la canción en euskera más bella y versionada de todos los tiempos, 'Lau teilatu', reconoce que se sentían como el hombre que se tapa los oídos en 'El grito' de Edvard Munch: «Nosotros huíamos de la situación que se vivía en la calle». El euskera los condenó a no ser conocidos fuera del País Vasco, pero nunca concibieron cantar en otro idioma.
'Itoiz udako sesioak' ve la luz después de siete años de trabajo. La cinta, que tras Zinebi se verá en el Festival de Gijón y llegará a las salas a finales de enero, toma su título de un suceso real que podría formar parte de una novela de Paul Auster. Hace unos años, en fiestas de Mutriku, un conocido del pueblo se acercó a Juan Carlos y le susurró una canción al oído. Al reconocerla se quedó de piedra.
Era un tema que había compuesto con 15 años, grabado en su casa una tarde del verano de 1974 junto a su inseparable 'Foisis', que de mayor se metió a contrabajista en la Sinfónica de Bilbao. Aquella TDK de cromo grabada acabó en manos de una familia, que en estos 40 años se ha aprendido de memoria temas que fueron el germen de éxitos de Itoiz. Su título en el lateral escrito a boli era 'Udako sesioak'.
«Es muy frustrante para los fans, porque de Itoiz no hay muchas imágenes de conciertos y Juan Carlos no ha hablado en años. Ni siquiera hay camisetas», observan Andraka, Zuazo y Goikoetxea, que no han querido hacer un documental canónico sobre un grupo de música. Alternan imágenes ficcionadas de su juventud protagonizadas por actores con testimonios actuales y material de archivo.
La labor de investigación, solicitando públicamente información sobre la banda, y las largas entrevistas con sus miembros fueron fundamentales para que Juan Carlos Pérez «se volcara en el proyecto». El hallazgo de cintas de magnetófono de ocho pistas obligó a enviarlas a Bristol para digitalizarlas. «Cuando encuentra esos materiales, cuando se escucha cantar con 15 años o descubre la maqueta de 'Ezekiel', se va implicando y siente que tiene que hacer una revisión de Itoiz», explican las directoras.
Hijo de padres gallegos, Juan Carlos Pérez era un chaval religioso, que aprendió euskera en las calles de Mutriku y se empapó en los salones recreativos de la música de la Creedence, Pink Floyd y Emerson Lake & Palmer. Las clases de solfeo y guitarra, el rock progresivo y el amor por la cultura vasca confluyeron en Itoiz, que presentó su primer disco en la Azoka de Durango de 1978. Llenaron plazas, frontones y polideportivos. Muchos vascos aprendieron euskera a través de canciones como 'Lau teilatu', cuya letra era tan hermosa que les daba apuro incluirla en el cuadernillo de su primer álbum, por aquello de la pose roquera: «Lau teilatu gainian/ilargia erdian, eta zu/goruntz begira. (Sobre cuatro tejados/la luna en el medio, y tú/mirando hacia arriba)».
«Lo dejaron en lo más alto de su carrera, pero eso no era lo más trascendental para nosotras. Cuando conoces a Juan Carlos lo entiendes. Es un artista que no concibe la creatividad sin curiosidad», explican las directoras. Su reunión para tocar cuarenta años después surgió de manera natural. «Apenas ensayaron. 'Antton' hacía 40 años que no tocaba un teclado. Se gustaron mucho y se sorprendieron de sonar tan bien». Eso sí, que nadie espere un regreso. «Los demás, no te digo que no, pero Juan Carlos ahora está en otras cosas. No es cuestión de dinero».
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