Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ser director de cine en Irán no es fácil. En la reciente Seminci, Mohammad Rasoulof agradeció su Espiga de Honor vía Skype desde su domicilio en Teherán. «Jamás podrán encarcelar mi mente», proclamó, después de que le detuvieran en un rodaje por criticar ... al Gobierno. Cumplió seis años de cárcel y confiscaron todas sus películas. La misma pena recayó en Jafar Panahi, León de Oro en Venecia por 'El círculo', al que además le prohibieron rodar durante veinte años y abandonar el país.
Ser mujer tampoco es ningún chollo en la república islámica que preside el presuntamente moderado Hasán Rohaní desde hace cinco años. En el pasado Mundial de Rusia, las presiones de los radicales chiís estuvieron a punto de suspender el España-Irán porque se dejaba entrar a mujeres al campo. En la retransmisión del encuentro en la televisión iraní se cuidaron de no mostrar a ninguna. También se hurtó el escudo de la Roma, con la loba capitolina amamantando a Rómulo y Remo.
Pese a ese clima de censura e intransigencia, 1.400 directoras luchan contra los elementos por alzar su voz y contar historias sobre la realidad de su país. La cifra la proporciona Ghasideh Golmanaki, comisaria del ciclo 'Focus iranian women filmmakers. The present is female!' (así, en inglés) que Zinebi ha programado con 20 cortos producidos y dirigidos por mujeres, que se podrán ver este lunes, el martes y el miércoles en el auditorio de Azkuna Zentroa (17.30 horas).
Tres directoras que rondan los 30 años y una veterana productora narraron los obstáculos a los que se enfrentan. La quinta invitada, Nagmeh Maghsoudlou, no pudo venir a Bilbao porque le denegaron el visado. «Salir del país no es fácil», explicó Golmanaki. «Viajar sale carísimo, al igual que la vida en el país; con las sanciones económicas que EEUU ha impuesto a Irán, el pan ha pasado en cinco meses de costar un euro a cuatro. Además, no te dan visados porque saben que si sales muchas veces ya no vuelves».
El exilio en Austria es la opción elegida por Yasaman Hassani, que en los cuatro minutos que dura su pieza de animación 'LeftOver' nos cuenta su pasado en Irán y su presente en Europa, «donde ya no hay velos». Todos los guiones han de recibir el plácet del Ministerio de Cultura, que también dará el visto bueno a la película final. «La censura es una cuestión compleja, no solo se refiere a las escenas de sexo, las críticas al gobierno o los aspectos religiosos», explica Golmanaki. «También existe la autocensura, porque cuando naces en Irán te autocensuras desde niño. En casa tu madre nunca lleva velo, pero si ruedas una película debes mostrarlo o contratar a una actriz extranjera».
En definitiva, las directoras iraníes se debaten entre el deseo de ser fieles a la realidad o de que su película se pueda estrenar en el país. Hay directores como Asghar Farhadi, ganador de dos Oscar de habla no inglesa, que puede rodar en España con Javier Bardem y Penélope Cruz. Pero sus películas se estrenan en festivales extranjeros, no en su país. «Tampoco vemos las de Bardem, porque aparecen mujeres a las que se le ven los brazos o el escote», añaden las directoras. Ronak Hosseinijafari, autora del surrealista 'Doble' y devota de David Lynch, reconoce que los cortos son la única salida ante la inexistencia de presupuesto para el cine artístico. Si cuelgan su obra en internet, también se exponen a las represalias del gobierno.
En Irán las mujeres suponen el 60% de los graduados universitarios. Muchas estudian Cine, pero una vez que se casan abandonan su vocación. «Es muy triste, sus maridos creen que les van a engañar por dedicarse al cine», lamentan las realizadoras invitadas a Zinebi. Muchas se emplean en el pujante cine de animación, como Parastoo Cardgar, que en la deliciosa 'Icky' (ver tráiler abajo) muestra a personajes con un cubo de Rubik como cabeza y a un niño, el único sin el cubo por completar. «Nadie puede cambiar su soledad ni su manera de pensar. Significa que debemos aceptar las diferencias de los demás», explica.
Que una mujer dé órdenes en un plató donde la mayoría de cargos técnicos, como el director de fotografía, siguen siendo hombres también es un reto en esta sociedad patriarcal. Las directoras iraníes coinciden en señalar que esa autocensura que ya tienen asumida les lleva a recurrir a simbolismos y abstracciones para hablar de asuntos que no pueden abordar de forma directa: si alguien se ducha en pantalla, como mucho se verá caer un velo al suelo. ¿Hay esperanza de apertura bajo la presidencia de Rohaní? «Cuando llegó al poder parecía que iba a haber un cambio. La gente se sentía esperanzada y orgullosa. Pero se ha destruido todo lo que prometió construir. Al final, es la ley la que rige el país y la creación artística; aunque cambien los dirigentes, nada cambia».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.