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Tiene un nombre impronunciable pero sus películas no se olvidan. Hirokazu Kore-eda (Tokio, 1962) es el realizador que mejor ha sabido plasmar la infancia desde Truffaut. En su cine, los críos siempre son más responsables que los adultos. Su cotidianidad y frescura resulta balsámica. ... El autor de joyas como 'Nadie sabe' y 'Still Walking', estrenadas puntualmente en los circuitos españoles de versión original, posee una mirada humanista digna del mejor Ozu con la que disecciona las relaciones familiares en Japón. Para algunos, es el mejor director vivo del mundo, así que no es ningún desvarío que hoy recoja el Premio Donostia, que desde el año pasado con Agnes Vardá también recompensa la trayectoria de realizadores alejados del 'mainstream'.
«Llevo 20 años viniendo a este festival y el Premio Donostia me hace muy feliz», agradece el director. «Creo que es una recompensa a toda mi carrera, pero considero que estoy a la mitad, así que lo acepto como una forma de reconocer esa colaboración continua. Ya pienso que hago las películas para venir a San Sebastián. Y mis actores también siempre quieren volver. Sí, creo que todavía me quedan muchas películas por hacer».
Ganador del Premio del Público en el Zinemaldi en dos ocasiones (por 'De tal padre, tal hijo' y 'Nuestra hermana pequeña'), Kore-eda viene a San Sebastián con 'Un asunto de familia', una película que le reportó en el pasado Cannes la Palma de Oro, el galardón de un festival más prestigioso del mundo. Sus protagonistas son un clan de rateros a los que no les unen lazos de sangre, pero que en su supervivencia diaria se demuestran más amor que si fueran padres e hijos. Un tema que no le resulta ajeno a un cineasta que ha abordado la transmisión entre generaciones y el peso de la vejez, las consecuencias del divorcio o la inminencia de la muerte.
«Sé que mi imagen es la de un director de dramas familiares», asume. «Pero me gustaría tocar otros géneros, no sé si el terror. Me apetece hacer algo con un personaje que no fuera humano pero que tuviera sentimientos». Dentro de un mes rodará por primera vez en el extranjero. 'La verdad' se filmará en Francia con estrellas como Ethan Hawke, Juliette Binoche y Catherine Deneuve. «Es una nueva experiencia y espero estar a la altura», confía. «Trabajar con diferentes idiomas es un reto. No sé si ser japonés perjudica o beneficia, lo importante cuando estás con extranjeros es compartir la misma idea, no un idioma. Te puedes entender peor con un japonés si no estás de acuerdo en lo que quieres hacer».
El autor de 'Milagro' pone un ejemplo de cómo dirigir fuera de su país le obligará a cambiar su estilo naturalista. En 'Un asunto de familia', tres personajes duermen entrelazados de una determinada forma. Forman el ideograma del río, pero si no eres japonés no lo pillas. La inspiración para escribir el guion surgió cuando leyó la noticia de una familia de Osaka detenida por robar en tiendas y revender sus hurtos. «Descubrieron en su casa una caña de pescar que no habían vendido todavía. Una vez que empecé a rodar fui añadiendo cosas por sugerencia de los actores, siempre lo hago».
Buena parte de culpa de la magia del cine de Kore-eda la tiene lo bien que están siempre los niños, un dechado de espontaneidad. «No hay una única manera de dirigirlos», explica. «Los elegimos en castings y todos los críos son diferentes. Tienes que fijarte en su capacidad de aguante y concentración, tener mucha paciencia con ellos. Es muy importante encontrar un buen actor adulto que mantenga una relación cordial con ellos». 'Después de la tormenta' o 'Hana' emocionan en todo el mundo, algo que según su autor no es premeditado. «No hago películas de manera intencionada con temas que se entienden en todas partes. Me di cuenta de que en todos los países había cuestiones comunes, entendí que si reflejas aspectos íntimos conectas con otras culturas. Por eso una madre de una película mía se puede parecer a la tuya»
Hirokazu Kore-eda no hace cine político, pero los problemas de Japón están en sus filmes. «No me ha gustado ningún gobierno, pero este menos. En Japón invertimos en educación menos de lo que deberíamos», denuncia. Su única pena es que no haya podido venir a San Sebastián Kirin Kiki, su actriz fetiche, que moría la pasada semana a los 75 años. Su último papel, donde aparece sin dentadura y con el pelo sin cortar en un alarde de generosidad, fue en 'Un asunto de familia'. «Para mí era como una segunda madre, a lo largo de todos estos años me ha ayudado. Ella sabía que le quedaba poco y antes de morir ordenó su vida de manera que quedase todo atado. Para ser sincero, me pregunto cómo voy a poder hacer películas ahora que no está ella».
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