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Joaquín Mazón (Madrid, 1976) ya rodó en Bilbao la taquillera 'Cuerpo de élite', donde la ciudad no tenía tanto protagonismo como alcanza en 'La vida padre', otra comedia que busca la respuesta masiva del público y que llega este 16 de septiembre a las salas. ... Su gran gancho es el festival interpretativo de Karra Elejalde, que encarna al dueño del restaurante más afamado de Bilbao en 1990. Tras una noche de pesadilla en la que tienen que ver el Rey emérito y Javier Clemente, el chef acaba en las aguas de la Ría. Treinta años después de su desaparición, reaparece amnésico y sin reconocer a su hijo (Enric Auquer), que ha convertido el templo del txuleton de su aita en un local pijo con esferificaciones y espumas en la carta.
-¿Cuál es su relación con la cocina?
-La verdad es que no soy muy cocinillas, pero como mi padre era vasco, de Zestoa, hay una herencia ahí de buen comer. Con esta película y la ayuda de Diego Guerrero, que ha sido el asesor gastronómico, me he sumergido de manera absoluta en la gastronomía, un mundo muy generoso. Porque dar de comer no es lo mismo que cocinar, es un acto de amor y eso yo lo he interiorizado.
-¿Es de los que reivindica el txuleton o las esferificaciones?
-Todos hemos probado más los platos tradicionales que la alta cocina. 'La vida padre' no es una crítica a la cocina moderna, sino a perder el norte y las raíces, que es lo que le ocurre al personaje de Enric Auquer. Necesita saber de dónde viene para continuar. Nos documentamos y todos los chefs acaban recurriendo a esos orígenes; Diego Guerrero nos hablaba de su abuela cocinando a la brasa en la chimenea. Es su inspiración. El mensaje de la peli es que las dos generaciones pueden convivir.
-La rivalidad culinaria vasco-catalana también le da juego, curiosamente con un actor vasco y otro catalán.
-El personaje de Karra no reconoce a su hijo, está confundido constantemente. Parecía que habíamos escrito el guion para esos dos actores, su química funciona muy bien.
-Auquer y Elejalde son dos actores muy intensos.
-Intensos y muy diferentes en el proceso de trabajo. Resulta muy gratificante porque ambos te plantean retos intelectuales. Tienen claro qué hay que contar y lo defienden a muerte, hubo momentos en los que, como director, casi no tenía ni que plantear la puesta en escena. Con estos actores tú no puedes decirles 'ponte en esa marca y di la frase'. Lo inteligente era dar un paso atrás y ver qué hacía el talento.
-¿Es fácil dirigir a Karra Elejalde?
-Nada fácil, ja, ja. Me imponía, pero en los ensayos me dije que no podía estar preocupado por la situación de Karra, por cómo estaba ese día. Tú le dices que necesitas que haga algo y se lo justificas. Y él es obediente y respetuoso. En el fondo, es muy fácil trabajar con él siempre que tengas herramientas y discurso para justificar lo que quieres. Si no las tienes, estás jodido.
-'La vida padre' es, ante todo, la historia del reencuentro entre un padre y un hijo.
-Desde la primera página del guion tenía claro que quería hablar de la segunda oportunidad. Todos hemos tenido nuestras relaciones paterno-filiales. Yo no llegué a conectar con mi padre tanto como hubiese querido, cuando empezamos a hacerlo ya fue tarde. Siempre quise escribir una historia donde los personajes disfrutaran de esa segunda oportunidad que yo no tuve. Los personajes tenían que hacer un viaje para restaurar algo que sucede al principio. Quería alejarme de las comedias de chiste, de encargo, que por otra parte me encantan.
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-Bilbao es un personaje más.
-Al principio la ambienté en Donosti, donde yo veraneé de niño. Pero el productor Fernando Bovaira, con buen ojo, me sugirió que la ciudad que representaba mi historia era Bilbao. Ha sufrido una transformación estética, social, económica, política... Representa las dos generaciones de la película. Yo tenía un recuerdo maravilloso de haber rodado allí 'Cuerpo de élite'. Bilbao tiene vida.
-Hay una escena preciosa en la que el Guggenheim da paso a las grúas de los astilleros del pasado.
- Era necesario mostrarlo, si hay un lugar que ha cambiado es el entorno del Guggenheim. Me reuní con gente de Bilbao para preguntarles qué color definía la ciudad en los 90: gris, marrón, negro, rojo óxido, me contestaban. ¿Y ahora? El azul, como si se hubiera abierto el cielo. Me empeñé en meter la Carola, la última grúa del astillero Euskalduna. Queríe tener ese nexo en común entre un mundo y otro.
-Desde 2016, cuando estrenó 'Cuerpo de élite', han cambiado mucho las cosas en el cine español.
-Muchísimo. Igual es una idea romántica, pero teníamos claro que queríamos seguir nuestro camino. ¿Por qué hay que ir a ver 'La vida padre' al cine? Mira, hace una semana fui a ver una película de terror con mis sobrinas. Y a la salida me dijeron que había sido mucho mejor verla con gente, que se habían asustado más. En una comedia las risas se contagian, y hay que recordarlo. También le ocurre a la gente joven, a pesar de que la pandemia nos ha metido en casa a ver cine. Si yo viese esta película con mi padre, él se reiría. He hecho lo que he querido e igual no puedo volver a hacerlo.
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